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el 7 de setiembre un ascenso general y concediendo cuatro topos de tierras valdias á los soldados, seis á los cabos, ocho á los sargentos y proporcionalmente á los gefes y oficiales; estas gracias serian perdidas por los desertores. Mas los generales le dieron á saber, que, fuera del escuadron coraceros y de algunas compañias, aquella tropa no era sino una montonera, incapaz de hacer frente á fuerzas regulares. Volvió por lo tanto todas sus esperanzas de apoyo material al ejército del sur, y envió un tercer mensaje á Santa Cruz, para que acudiera á su defensa con toda ó la mayor parte de su division.

Todos se prometian grandes cosas de la expedicion al alto Perú. Al General Santa Cruz se habian dado amplias facultades é instrucciones precisas, que parecian alejar todo temor de un gran descalabro: debia emprender movimientos rápidos; no arriesgar combates sino con fuerzas, que fueran exactamente ó muy poco mas de la mitad de la suya; no exponerse á ser cortado antes ó despues de la accion por el deseo de batir un cuerpo enemigo; asegurar bien su retirada; centralizar su ejército en donde fuera mas, conveniente; levantar el espíritu de las provincias; acrecentar su division con presentados y reclutas; imponer contribuciones con discrecion; guardar mucho órden en las provisiones; dar ascensos hasta la clase de coronel inclusive; arreglar la administracion pública; tener bajo sus órdenes la armada y las divisiones auxiliares; fijar la atencion en las operaciones del norte; mantener frecuentes comunicaciones con el gobierno, y caso de que una escuadra española le quitara la posesion del mar, tomar por base de operaciones el Desaguadero ó el Apurimac. En todo caso imprevisto debía inspirarse en su patriotismo y en la firme voluntad de ver al Perú libre. El plan de campaña se dirigia á terminar la guerra por la accion bien concertada de 14,000

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hombres de todas armas, que no dejaria lugar á los azares de la fortuna.-Pero las instrucciones debian ser una letra muerta, operandose á gran distancia, en circunstancias extraordinarias, con sobra de arrogancia y escasa prevision: la division, que habia de operar por Jauja, no se movió de Lima; Sucre no llegó á Arequipa hasta el 31 de agosto, y los auxiliares de Chile se dieron á la vela el 15 de octubre. Falto de genio el caudillo, y faltandole la oportuna cooperacion, la arriesgada empresa por necesidad habia de fracasar. La expedicion habia principiado bajo los mejores auspicios. El bravo Guisse, que tenia el mando de la escuadra para bloquear los puertos del sur, se apoderó de Arica el 7 de Junio, no obstante la esforzada defensa de la guarnicion realista. Pocos dias despues un destacamento patriota logró sorprender en el valle de Azapa dos compañias enemigas y les tomó 139 caballos y 203 mulas, adquisicion inestimable para la movilidad del ejército. Este, para no carecer de recursos en el árido arenal y las desoladas punas, se dividió en dos cuerpos bien provistos. Uno de ellos, á las órdenes de Gamarra se internaba que por el lado de Tacna, se avanzó sin oposicion por la fria cordillera de Tacora, atravesó el Desaguadero por el lado de Nacacora, y entrando en Oruro, del que se habia alejado Olañeta, se apoderó de varias piezas de artilleria, municiones y otros útiles de guerra: tambien recibió un importante refuerzo con la incorporacion del intrépido Lanza, quien con las guerrillas hostilizaba sin descanso á los realistas hacia seis años, combatiendo segun las circunstancias en las fragosidades de la sierra ó en el espesor de las selvas. La otra division á las órdenes inmediatas de Santa Cruz se dió á la vela por Ilo, y de este puerto se dirigió por Moquegua á la Paz, que ocupó sin resistencia el 8 de agosto.

Entretanto el virey supo á tiempo la expedicion proyectada, por un aviso del Comodoro norte americano, á quien no quiso separar el Gobierno de Washington, no obstante las justas reclamaciones del Perú. Resuelto á dirigir por si mismo su campaña del sur, dejó á Canterac con el encargo de defender las provincias del norte; nombró á Valdes gefe de estado mayor; Carratalá, Villalobos y Ferraz tomaban el mando de los cuerpos, y todos recibian las conve nientes instrucciones para reunirse en la provincia de Puno.

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Santa Cruz sabiendo, que Valdes se acercaba al Desaguadero, fué á encontrarlo por el lado de Viacha, cruzó con él algunos tiros el 23 de agosto, y el 27 no vaciló en atacarle cerca de Zepita, aunque los realistas reforzados ya por Carratalá habian ocupado una ventajosa posicion en los altos de Chahuani con fuerzas superiores. La infanteria patriota, que es acometió con denuedo por el frente, se retiró en desorden al llano; con aire de vencedores y atraidos por este engañoso triunfo bajaron ellos y hubieron de retroceder vergonzosamente despues de recibir dos brillantes cargas de los escuadrones de husares comandados por Soulange y Aramburu. La noche puso término á la accion de Zepita, que no tuvo nada de decisivo, pero cedió en honor de los patriotas, por haber quedado dueños del campo y haber hecho sufrir al enemigo la pérdida de mas de 100 muertos, 184 prisioneros, 240 fusiles, 52 caballos ensillados, 30 carabinas, 240 lanzas, 24 sables y 4 cajas de guerra. Por su parte tuvieron 28 muertos y 84 heridos, siendolo de mucho peligro el denodado Coronel D. Blas Cerdeña.

Santa Cruz se retiró al Desaguadero sin sacar de su triunfo sino un aumento de presuncion; la que le hizo desdeñar la cooperacion inmediata ofrecida por Sucre, y ordenarle operase por el lado del Cuzco.

No tardó en perder la mal fundada confianza: sabien do, que cuatro dias despues se habia reunido el virey en Pomata con Valdes, temió ser derrotado, y abandonó la no difícil defensa del Desaguadero, para correr á Oruro en busca de Gamarra. Reunidas ambas divisiones de la patria, eran muy superiores al ejército de Laserna, que con las rapidísimas y mortíferas marchas por rigorosas punas tenia apenas cuatro mil hombres: volvieron pues á su encuentro, llenos de esperanza, y el 13 de setiembre tuvieron todo el dia sobre las armas sus siete mil guerreros, aguardando el combate, que parecian ofrecerles los realistas. Laserna estaba llevando á cabo una hábil retirada hacia Sepulturas, la que le permitió reunirse con Olañeta al dia siguiente en Sora Sora y tomar la ofensiva con decision.

Aturdido y desalentado desde ese momento Santa Cruz, emprendió una retirada mas desastrosa, que la pérdida de una gran batalla; buscando precipitadamente el apoyo de Sucre, que antes habia desdeñado, y perseguido de cerca, se puso en tres dias en Ayo Ayo, que dista de Sepulturas unas treinta y nueve leguas; alli le instaron los gefes y la tropa, á que corriera los azares de un combate con el virey, quien, estando muy atrás, dejaba bastante tiempo para tomar las disposiciones mas convenientes; pero nadie supo por donde venian los pertrechos, y la artilleria, que se habia extraviado, no pareció en ese aciago 18 de setiembre. Desde ese dia ya no hubo verdadero ejército: propagandose el pánico de una manera contagiosa, se abandonaron imprenta, cargas de fusiles, municiones y demas útiles de campaña; se desbandaban batallones enteros; una fuerza, á la que se confió la defensa del puente del Desaguadero, capituló al llegar las avanzadas de Valdes; los rezagados no pudieron pasar, y los que iban por delante, acabaron de asustarse. En un consejo de guerra, que se

reunió en Pomata, se acordó continuar la retirada á Moquegua; pero solo pudieron llegar á esa ciudad unos ochocientos hombres, sin confianza en si mismos, ni en sus gefes, sin moral y sin órden.

Sucre, que habia previsto grandes desastres, no pudo subir a la sierra, hasta el 24 de setiembre, por falta de bestias y de abrigo para una parte de su tropa; y este retardo le salvó, segun su opinion misma, de ser envuelto en la catástrofe, de cuya extension tuvo noticias en Ayo á dież leguas de Arequipa. Sin perder dias retrocedió para salvar su division y las reliquias de Santa Cruz; habiendosele dicho, que en Moquegua se habian reunido algunos miles de soldados, voló allá y hubo de volverse apresuradamente con la triste convicion, de que solo quedaban algunos restos sin disciplina, incapaces de resistir al vencedor. Apupor lo tanto la retirada de su infanteria, y dejó algunos escuadrones de caballeria para contener á los realistas. El desaliento se habia comunicado á este destacamento, y toda la intrepidez de su comandante Miller no fué bastante á impedir, que fuera derrotado por cien soldados de Ferraz en las calles de Arequipa. Es ver dad, que la pujanza de la caballeria realista se hallaba sostenida, como sucede en todos los triunfos, por la proximidad del irresistible ejército vencedor, y que algunos regidores de la ciudad hicieron sacar al balcon del ayuntamiento el retrato de Fernando VII y echaron las campanas al vuelo; lo que no podia menos de quitar los brios á los defensores de la patria. Mas las arequipeñas dieron una señalada prueba de serenidad y compasion, lanzándose entre los combatientes para socorrer á los heridos. Sin mas contraste pudo salvarse y llegar al Callao la division de Sucre, quien esperaba reparar en breve todos sus quebrantos, con la presencia del Liberta lor.

La division de Chile llegó á Arica, cuando, dis

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