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Riva Agüero contestó:

Señor Don Simon Bolívar.

Trujillo, 1.° de Noviembre de 1823.

Mi distinguido amigo:

La favorecida de U. 25 del pasado me ha sido muy grata, como que con la llegada á Lima del ejér cito unido conseguiremos asegurar la suerte del pais con mucha mas probabilidad, que en la distancia, despues que en tiempo oportuno no se ha cooperado por el centro, segun estaba combinado. Yo confieso á U., que desde que comenzó la anarquía, consideré perdida la division del mando del General Santa Cruz, y lo que se haya salvado, es un portento. Esto me hizo entablar relaciones con los enemigos, á fin de conseguir una suspension de hostilidades; porque sin ella, tarde ó temprano debia sucumbir no solo la parte del mando de Santa Crnz, sino todos los restos; pues la unidad de accion, que tienen los Españoles, les dá una decidida ventaja.

La division, que tengo en esta parte, marchará muy pronto, y yo me complaceré toda mi vida de que sirva para sostener la causa de América, y que el mundo todo vea, que yo no he pretendido mandos, ni tomarme autoridad; sino que mi honor y compromisos son los que han obrado.

Para el movimiento de esta division á la sierra necesito mil y quinientos juegos de herraduras, y unos cuantos herradores; porque aquí no los tenemos. Le hice este encargo á Álcazar para que lo significase á U. Entre tanto se me dan las seguridades correspondientes y se arregla el tratado de Pativilca, voy á prepararlo todo para que marche á la mayor brevedad esta division, de lo que no debe U. dudar, así lo veri

fique.

Yo tendré el mayor placer de dejar de ser hombre público, luego que se ratifique el tratado, que debe poner término á las disensiones. Entónces se desengañaran los mas obcecados, de que en mí no hay, ni jamas ha habido otras miras, que las que son propias en el hombre de honor, que desempeña el cargo supremo en circunstancias tan críticas, como las que á mi me han cabido. Es de U. con el mayor aprecio su amigo y servidor.- José de la Riva Agüero.

ya

Si la pasion no hubiera cegado á Riva Agüero, se habria acogido al convenio de Lafuente, como á su única tabla de salvacion en tan deshecha borrasca: era una capitulacion, ajustada sin autorizacion suya; pero en vez de desaprobarle como lo hizo, por extralimitacion de poderes, le convenia aceptarla, por no serle posible obtener otra mas favorable, y por que resig nandose á ella se evitaba la mortificacion de haber de dar por si mismo los primeros pasos humillantes. La carta franca de Bolívar, que dejaba á salvo las susceptibilidades del amor propio, le allanaba el camino de la conciliacion y le permitia responder con dignas y sinceras deferencias. Pero su respuesta era una simple evasion, cuando las dilaciones no podian menos de empeorar mas su situacion y precipitarle con mayores faltas. La carta de Santa Cruz le habia inspirado una infundada confianza de ser apoyado por un respeta ble ejército, y no perdia la esperanza de encontrar en los realistas un poderoso sosten, proponiendoles incalificables concesiones.

ΕΙ que se titulaba todavia presidente de la república y se daba por el representante mas puro del partido nacional, no temió dirigir á Silva el 3 de noviembre las siguientes instrucciones:

El modo de terminar amigablemente la guerra de América, seria hacer de los dos partidos realistas, é

independiente, uno solo. Para formar un gobierno de la manera siguiente:

1.° Todas las provincias del Perú compondrán un Reino.

2. Será Rey 6 Emperador del Perú un Príncipe Español, que señale España.

3. Inmediatamente se formará una Regencia del reino, que gobierne el Perú bajo la Constitucion española, ó la que acomode.

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4.° El General Laserna será Presidente de ella. 5. Los españoles y peruanos serán iguales en derechos y obtendrán las dignidades y cargos del es

tado.

6. El comercio de España será privilegiado por un tratado especial.

7.° Pasarán á la Peninsula diputados autorizados para tratar con el Rey y las Córtes &.

8. Las dificultades, que se presenten, serán terminadas con una entrevista.-Trujillo 3 de Noviembre de 1823.

Reunidos los comisionados de Riva Agüero en Pativilca con los de Bolívar insistieron en un arreglo, cuyas principales bases eran: la cesacion de los actua les Presidentes y del Congreso; el nombramiento de un ejecutivo interino, que harian los diputados, los miembros del senado y los representantes de ambos ejércitos; y la eleccion de Presidente y de diputados propietarios por los departamentos libres.--Ni en las instrucciones dadas á Ñovoa y Chavez, ni en las diferentes comunicaciones, á que dieron lugar estas conferencias, se echaba de ménos la prevision de ninguna eventualidad; por el contrario abundaban las razones mas fuertes para defender el arreglo propuesto; pero se partia de un supuesto falso para llegar á un compromiso tan perjudicial, como irrealizable: se suponian revocados los poderes de los representantes del pue

blo y las partes contratantes con iguales fuerzas; se pretendia con instancia derrocar al Congreso, de donde venia la autoridad de Bolívar; y obtener de este, que abdicase espontaneamente la dictadura, que, en la anarquia inminente y preponderando los realistas, era la salvacion de la república. Los comisionados del Dictador se limitaron á presentar como sus irrevocables palabras las siguientes resoluciones: el Libertador no permitirá, que un partido de parricidas holle la soberanía del pueblo y la organizacion social; no da al ejército de Riva Agüero mas plazo para aceptar su generoso perdon, que el tiempo necesario á las tropas libertadoras para llegar al campamento de los facciosos; y protesta ante toda la América, que son U. U. y sus compañeros de perfidia los responsables ante la sagrada ca isa de la humanidad y de las leyes, de la sangre, de la muerte y de la esclavitud del Perú.

A estas amenazas siguió la órden de bloquear los puertos del norte, y la marcha del ejército colombiano de Pativilca hacia Huaraz, con el objeto de interponerse entre los españoles y los disidentes.

Riva Agüero conoció al fin, que no podia sostenerse, y para huir del abismo, que veia abrirse á sus pies, fletó un bergantin inglés, al que hizo detenerse. en Huanchaco, mientras se proporcionaba algunos fondos, tomando la plata de los templos. Nombró el 21 de noviembre generales á Brandsen, Anaya, Novoa y Lafuente. Todavia concertó con Bolívar una conferencia, en que se prometia dar un dia de gloria á su patria y desvanecer las calumnias de sus enemigos. Mas un accidente extraño puso término á su poder, sin que intervinieran intervinieran guerras, ni fuga, ni entrevista.

El coronel Lafuente, que estaba muy resentido por la desaprobacion de su convenio, habia ido á Santa á ponerse al frente de su cuerpo; un disgusto en el servicio le movió á solicitar permiso por medio de un

expreso, para volver á Trujillo; y Herrera, que se lo concedió, le encargó enviar por el mismo conducto unos abultados pliegos. Se incluia en ellos la correspondencia con los realistas, la que, abierta por el capitan Cárdenas recelando fuese la carta del negro, puso de manifiesto las negociaciones iniciadas contra la república; con este hecho perdió Lafuente todo escrupulo; pidió y obtuvo autorizacion para marchar á Trujillo el 23 de noviembre con parte de su regi miento, pretestando, que con su partida se consultaria mejor el cumplimiento de anteriores órdenes del Presidente, á quien habia resuelto deponer. A su llegada, en el movimiento de la poblacion y del gobierno descubrió los preparativos de una encubierta fuga; para no perder el intentado golpe, se concertó con otros dos comandantes; y á la una de la mañana del 25 de noviembre prendieron sin ruido al confiado gefe. Segun habian convenido al partir de Pativilca, Castilla prendió en el mismo dia al General Herrera. Ambos presos fueron puestos á bordo, primero del bergantin Chatesworh, que debia ir á Chile, y luego á bordo de la goleta Delfin, que partió el 3 de diciembre para Guayaquil, donde se les tuvo en un ponton y en la cárcel, como reos de alta traicion.

Cuando Torretagle supo tan extraños sucesos, mandó, que fueran fusilados los presos en el término de seis horas, debiendo ser la ejecucion en lugar secreto, sin proceso, ni formalidad alguna. El Congreso habia renovado en ese dia (10 de diciembre) el decreto de proscripcion, y elevado á General de brigada á Lafuente, que no habia querido aceptar de Riva Agüero igual ascenso.

El nuevo General habia tratado y siguió tratando con las consideraciones debidas á la desgracia, á sus antiguos gefes y compañeros de causa, y Bolívar le dió una aprobacion lisongera escribiéndole: "con la

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