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esfuerzos heroicos de Brandsen, Silva, Carbajal y otros gefes, que no habian abandonado el campo, volvieron a la carga; Miller, que estaba bien montado, pudo di fundir su brio por doquier, mesclandose en lo mas expuesto de la refriega; las largas lanzas de los llaneros manejadas por brazos robustos, los ginetes de Buenos Ayres diestros en los combates de á caballo, y el sable bien manejado por los husares, se sobrepusieron al número; la disciplina nada pudo en lucha homerica, que se habia hecho de hombre á hombre, y una victoria inmortal coronó el heroismo de los que, peleando por la causa mas justa, sentian un entusiasmo mas duradero.

En cuarenta y cinco minutos de pelea no se disparó un solo tiro: los vencidos dejaron en el campo mas de 250 muertos, siendo perseguidos casi hasta las filas de su infanteria; los vencedores solo perdie ron unos 150 hombres entre muertos y heridos; los husares del Perú tuvieron 27 de los primeros y 40 de los segundos. Muchos de los heridos sucumbieron durante la noche al rigor de la helada, que en aque llas alturas y estacion suele ser extremada.

que

Bolívar acogió la primera noticia de la victoria, le era comunicada por Miller, con una interjeccion de incredulidad; pero, una vez cierto de ella, corrió para dar un fuerte abrazo al bizarro ingles. Los husares del Perú recibieron el glorioso, nombre de husares de Junin. El ejercito se mostraba entusiasta, y sus gefes esperaban, que la campaña seria la última y la de mayor gloria para la causa de la independencia.

Confundido y desalentado Canterac precipitaba su retirada, sin tomar mas lescanso, que para comer, y solo hizo alto en el pueblo de Huayacuchi, casi á la extremidad meridional del valle de Jauja, á 32 leguas del campo de batalla. No acertaba á explicarse como su acreditada caballeria, animada de los mas vivos

deseos de combatir, habia podido huir vergonzosamente de enemigos puestos en fuga. No osando hacer frente á los vencedores, perdia sin oponer la menor resistencia, la excelente posicion de Jauja, otras valio provincias adictas al rey, los convoyes y los repues tos. Sus recelos eran cada dia mayores; por que una mitad de su caballeria se pasó á los patriotas, y la desercion de la infanteria iba en aumento, no bastan do á contenerla los rigores, ni las precauciones; sus soldados y oficiales de mayor confianza se desertaban junto con la tropa, que se les encargaba retener en las filas. Por no perdelo todo huyó ron:piendo las puentes de Iscuchaca y Pampas, y no deteniendose hasta las fuertes posiciones de Chincheros, donde descansó quince dias; de allí continuó su retirada, que era mas bien una vergonzosa fuga, al otro lado del Apurimac, cuyos puentes rompió igualmente. En su desalentada marcha habia perdido mas de tres mil hombres, los almacenes, su bien establecido crédito, inestimables recursos y el prestigio de las armas españolas. Con menos peligro habia hecho una retirada tan censurable, como la de Santa Cruz, la que fué ridiculizada por los realistas con el apodo de campaña, del talon. Bolívar, en quien algunos han criticado no haber hecho una persecucion mas activa, la hizo con cuanta rapidez permitian las fatigas de la campaña y la ocupacion de provincias, donde el, espiritu patriotico habia estado comprimido por largo tiempo, á causa de la prolongada ocupacion de los realistas. Al llegar á Huancayo le dijo uno de los mas antiguos patriotas, quien regresaba de su escondite de la montaña: vuela V. E. como un aguila," "y el libertador impaciente por la demora con que aquel preparaba los medios de movilid: d, replicó: y V, marcha con pies de plomo.", Allí publicó la siguiente proclama:

Peruanos! La campaña, que debe contemplar vuestra libertad, ha empezado baja los auspicios mas favorables. El Ejercito del general Canterac ha reci bido en Junin un golpe mortal, habiendo perdido por consecuencia de este suceso un tercio de su fuerza y toda su moral. Los españoles huyen despavoridos, abandonando las mas fertiles provincias, mientras el general Olañeta ocupa el Alto Perú con un ejercito verdaderamente patriota y protector de la libertad.

Peruanos!-Dos grandes enemigos acosan hoy á los españoles del Perú: el Ejercito-Unido, y el Ejer cito del bravo Olañeta, que, desesperado de la tíranía española, ha sacudido el yugo, y combate con el mayor denuedo á los enemigos de la America y á los propios suyos. El general Olañeta y sus ilustres compañeros son dignos de la gratitud americana; y yo los considero eminentemente benemeritos y acreedores á las mayores recompensas. Así, el Perú y la América toda deben reconocer en el general Olañeta á uno de sus libertadores.

Peruanos! Muy pronto visitaremos la cuna del Imperio Peruano y el Templo del Sol. El Cuzco tendrá en el primer dia de su libertad mas placer y mas gloria, que bajo el dorado reino de sus Incas.- Cuartel general libertador en Huancayo á 15 de Agosto de 1844.-Simon Bolívar.

Muchas veces era necesario detenerse para reparar los puentes destruidos por Canterac ó para arrancar por la fuerza los indispensables recursos á pueblos mal preparados. En el departamento de Huancavelica se necesitó dejar un cuerpo á las órdenes de Santa Cruz, á fin de resistir la abierta hostilidad de los indios de Huando, Huanta y otras poblaciones, enteramente decididas por el Rey. Para sostener el espiritu de los que habian permanecido adictos á la pa tria, se decretó, que la villa de Cangallo tomara el tí

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tulo de cíudad, y que por dos años estuviesen libres de contribucion los pobladores de los lugares incendiados por los realistas. Algo despues mandó cerrar el colegio de de Ocopa, cuyos misioneros venidos de España nunca fueron, ni se esperaba pudiesen ser favorables á la independencia, y á la libertad. Tambien se separó á varias curas, que condenaban como un pecado enorme la adhesion á la patria. Como las esperanzas del proximo triunfo se fortificaban mas y mas, ya prestaba Bolívar entre las atenciones de la guerra alguna consideracion á los asuntos de la administracion pacifica. Asi es, que en Huamanga expidió un decreto reglamentando la asistencia á los templos. En aquella ciudad recibió una comision del gobierno colombiano, que, motivada en los recelos inspirados por su ambicion, limitaba mucho sus facultades polí

ticas y militares: por decreto del Congreso colombia

no el mando superior del ejercito debia confiarse al gefe, que fuera designado por Santander, vicepresiden te de Colombia, quien nombró al general Sucre; al mismo tiempo se dispuso, que el mismo Santander reasumiese y pudiese delegar las facultades extraordinarias, que la ley concedia al gefe del poder ejecutivo en las provincias recien libertadas, ó que fuesen teatro de la guerra. El Vicepresidente las delegó en el General Salon, que era gefe superior de los departamentos meridionales.

Antes de recibir estas órdenes resolvió el Libertador bajar á la costa, para hacer allí nuevos aprestos militares, dejando confiada á Sucre la campa ña emprendida contra el Virey. Habia seguido con el ejercito libertador hasta Chalhuanca, y habiendo hecho al nuevo caudillo las prevenciones conve nientes para estar á la defensiva, emprendió su regreso á Pativilca: estaba persuadido de que por de pronto no serian muy activas las operaciones milita

res, á causa de que se acercaba la estacion de las lluvias, y por no creer á La Serna en estado de to mar la ofensiva durante muchos meses, si es que se atrevia á marchar al encuentro de los vencedores de Canterac. Una vez en la costa restableció los tres ministerios para que los negocios públicos principiasen su curso normal; pero, ni las nuevas atenciones del gobierno, ni la esperanza de un proximo triunfo le hicieron descuidar los preparativos indispensables para restablecer la preponderancia de las armas inde: pendientes, si por acaso sufrian un contraste impreVisto. Renovó con mas empeño sus instancias á los estados vecinos en demanda de auxilios; nada esperaba ya de Buenos Ayres, que se habia negado á las mas vivas solicitudes, alegando el armisticio celebrado con el gobierno español; pero tenia fundados mo tivos para creer, que no serian esteriles las dirigidas á Chile y á Colombia. El gobierno chileno, aunque no le miraba bien, estaba persuadido de que la conve niencia, el honor y la necesidad le obligaban á no separar su causa de la peruana, y se disponia á enviar su escuadra, á fin de que el concurso de fuerzas navales permitiese hacer frente á la predominante escuadra española; de Colombia estaban prontos á embar carse considerables refuerzos, que el Libertador órdenó vinieran en conserva y sin desembarcar en Paita, puerto muy distante del teatro de la guerra. De allí poco la inmediata venida pareció necesaria, ya para hacer mas seguro el éxito de la nueva campaña, que el Virey abrió con extraordinaria celeridad, ya para libertar á Lima de intolerables vejaciones.

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La precaucion de que los buques colombianos vinieran en conserva, no estaba demas, por cuanto, aumentada la escuadra realista con el navio Asia y el bergantin Aquiles, se hacia muy peligroso el via ge de los buques patriotas, que navegaran aislada

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