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mente. El intrepido Guisse no habia temido fondear entre los castillos y la isla de San Lorenzo al poner se el sol el 6 de octubre; al rayar el siguiente dia fue ron á atacarle los realistas con fuerzas superiores; y él para neutralizar la superioridad del enemigo con la mayor pericia procuró sacarlo á la alta mar. Cam biaron algunos cañonazos, pero el combate no pasó de simulacro; porque, ni Guisse podia sin temeridad exponerse á los fuegos del Asia, ni los bergantines españoles querian alejarse de la popa de su fuerte na vio de linea. La escaramuza sostenida durante cua tro horas probaba bien, que, si la escuadra de la pa tria no recibia los esperados refuerzos, no podria tomar la ofensiva; pero que bien dirigida podia navegar de unos puertos á otros, sin grave riesgo de ser atacada en el transito. Guisse se encaminó á Guaya quil para reparar algunos de sus buques y reforzar allí su tripulacion, mientras llegaban los auxilios de Chile dos buques de 50 cañones, mandados com prar por el Libertador, luego que tuvo noticia de ha berse realizado el emprestito.

Entre tanto Lama apuraba el caliz del sufrimien to. Olvidados bien pronto los españoles del indulto ofrecido, ejercian una odiosa tirania, haciendose obje to de horror para los mismos, que, exasperados por las demasias de los libertadores, habian desendo el restablecimiento del gobierno colonial. La placente ra y bulliciosa cipdad de los reyes se habia convertido en un lugar de aflicciones y desolacion; la yerba crecia en las calles de mayor concurrencia, por falta de transeuntes. El brigadier Ramirez, á quien llama ron el Robespierre del Perú, ejercia un despotismo, que habria sido ridiculo á no ser intolerable., Senta do en un balcon del convento de la Merced, se diver sia en hacer subir á los pocos jovenes eiegantes, que atravesaban la plazuela, y les hacia rapar la cabeza,

pretestando, que llevaban el cabello á la republicana. Besanilla, anciano respetable, fué puesto en cruz en una de las plazuelas por haber dado la noticia de que se acercaban los patriotas; un farol colocado sobre su cabeza permitia á los que pasaban, leer la sarcastica inscripcion siguiente, "aquí estará colgado Besanilla, hasta que entren los insurgentes." Por otra parte de tiempo en tiempo eran maltratados, los vecinos por las incursiones de los guerrilleros, prontos á convertirse en salteadores, siempre que pierden el temor á la disciplina y á las leyes.

Para libertar á Lima de opresores y de bandidos ordenó Bolivar al coronel Urdaneta, que con reclutas y salidos del hospital formará una pequeña division, y en reconociendose bastante fuerte, desalojase á los realistas. Hizolo así el indicado coronel; pero dema siado ardoroso comprometió un choque el 13 de no viembre con un destacamento del Callao cerca del sitio llamado la Legua; su mal disciplinada caballeria no supo resistir la primera carga del enemigo, y se dispersó en todas direcciones, perdiendo 208 lanzas, 111 tercerolas, 134 sables, 260 caballos y varias cargas de municiones, y siendo perseguida hasta las calles de Lima. El Libertador hubo de reprender á Urdaneta severamente, por que despues de este desastre se aventuraba á nuevos encuentros; y para poner las cosas en el mejor orden se vino á la capital desde su cuartel de Chancay el 7 de Diciembre. Los limeños, viendo en el su áncora de salvacion, le recibieron locos de contento: no satisfechos con mirarle en tropel, le tocab n, le abrazaban y le llevaban en peso, estrechandole tanto, que les hubo de advertir, iban á ahogarle; dia y noche la entusiasmada concurrencia rodeaba su morada y las calles inmediatas, exhalando su alegria en vivas entusiastas, y suplicandole, que no desamparase al afligido. vecindario. Resolvió el he

roe en vista de tan sentidas instancias permanecer en la ciudad, todo el tiempo, que le permitiesen sus atenciones militares..

La suerte del ejercito expedicionario preocupa ba vivamente al Libertador. En carta del 7 de Noviembre habia dicho su seeretario al General Sucre: "S. E. me manda repetir lo que he manifestado á U. S. desde el principio de este oficio; esto es que obre U. S. con absoluta libertad, y como convenga en las respectivas posiciones, en que se encuentre el ejercito del mando de U. S. y el enemigo. La victoria es cuanto desea S. E. Mas Š. E. recomienda á U. S. las dos consideraciones siguientes: 1. Que de la suerte del cuerpo, que U. S. manda, depende la suerte del Perú, tal vez para siempre; y la de la America entera, tal vez por algunos años. 2. Que como una consecuencia de esto se tenga presente, que, cuando en una batalla se hallan comprometidos tantos, y tan grandes intereses, como los que llevo indicados, los principios y la prudencia, y aun el amor mismo á los inmensos bienes, de que nos puede privar una des gracia, prescriben una extremada circunspeccion, y un tino sumo en las operaciones para no librarlas á la suerte incierta de las armas, sin una plena y absoluta seguridad de un suceso...

Sabiendo Bolívar, que el virey no solo habia tomado la ofensiva, sino que se habia interpuesto entre Sucre y la Capital, llegando sus avanzadas hasta Huamanga, concibió las mas vivas inquietudes, y se perdia en conjeturas al querer darse razon de tan extraordinario movimiento: admitía la posibilidad de que los realistas quisieran dar una batalla, calificando este partido de imprudente, por que los patriotas se batirian á la desesperada: creia tambien, que podian bajar à la costa para fijar en el Callao la base de sus operaciones, lo que les exponia á perecer por el influjo

del clima y por la falta de recursos; conjeturaba á véces, que vinieran al norte para recibir algun refuerzo de la peninsula por la via del istmo; "puede tambien muy bien, decia, que nada de esto tenga lugar y que los enemigos hayan trazado un plan, que no nos sea Idable descubrir de pronto." Por esta incertidumbre é inquietudes hacia decir á Sucre por su secretario Heres "en carta del 25 de noviembre:

A la distancia, á que U. S. se halla del ejercito y con los movimientos extraordinarios, que estan haciendo y pueden en lo sucesivo hacer los enemigos, no es posible, que S. E. dicte órdenes, que deben ser siempre conformes á lo que exijan las circunstancias. Así pues S. E. insiste, en que U. S. obre con absoluta libertad en virtud de la autorizacion de S. E. Sin embargo S. E. me manda hacer á U. S. las siguientes observaciones ó indicaciones.

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1. Que no divida US. nunca el ejercito.

2.Que procure US. conservarlo á todo trance. Dividiendo US. el ejercito se esponia US. á un conocido y esponia los grandes intereses de la a por un bien comparativamente pequeño. esponia US. á ser inferior á sus enemigos y na batalla por ocupar algunas leguas mas del E. está persuadido, de que la libertad del Peha de venir por la ocupacion material de terreque ella está en el mismo campo, en que obtenuna victoria contra los enemigos.

Por esta misma razon recomienda S. E. la esmeraca servacion del ejercito. Las bajas, que éste tenga, no las podemos nunca reemplazar, y en el caso nas favorable llenariamos nomentaneamente nuestras plazas con gente del país, que, como US. sabe, tiene horror al servicio, y por consiguiente desertaria en mas numero, que en el que la tenemos; á mas de que vendríamos á quedar con un ejercito igual en clase al

de los Españoles y esto podria hacer incierta la suerte de las armas”.

Laserna habia pensado reparar la gran derro ta de Junin haciendo esfuerzos supremos; el recluta miento mas activo, los ejercicios asiduos y la amada de Valdez, que hubo de dejar el Alto Perú að ya ca si abatido Olañeta, pusieron con asombrosa rapidez el ejercito del Cuzco en el pié de unos doce mi hom bres. Para quitar peligrosas competencias e nismo virey quiso dirigir personalmente la campaña; Canterac fué nombrado gefe de Estado mayor general; Valdes, Monet y Villalobos tomaron el mando de tres divisiones, que se elevaban á 8,500 (ocho mil quinientos) hombres de infanteria; Ferraz comandaba 1,500 caballos, y Cacho 14 piezas de artilleria de montaña. Dejadas las indispensables guarniciones y hechos los arreglos políticos, se emprendió por los realistas la campaña el 22 de octubre, pasando el Apurimac por Acchá, y el 31 del mismo mes llegaron á las alturas de Mamará, en cuyas cercanias se ha Пlaban algunos cuerpos de los patriotas.

Sucre tenia distribuido su ejercito desde Andahuaylas hasta Abancay; atendia con toda solicitud å las necesidades, y no creyendo próxima la apertura de una nueva campaña, habia ordenado á los dueños de tierras, sembrasen cebada en abundancia para su caballeria, ofreciendoles el correspondiente pago. Cunndo supo, que el virey se proponia atacarle, se limito por lo pronto á concentrar su hueste en Lambrama y solo el 6 de noviembre, en que Miller llegó al cuar tel general, anunciando la proximidad del enemigo, empezó á moverse en la direccion de Guamanga còn la calma, que da el sentimiento de la propia fuerza. Conforme a las instrucciones de Bolivar eritaba to mar la ofensiva; pero no queria consumir su huestė en una retirada precipitada, en la que le habiian lớ

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