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vejaciones de autoridades subalternas ó se creian á cubierto de la represion, osaban levantarse contra el gobierno independiente. En el pueblo de Corongos, estalló un motin, que fué reprimido sin gran dificultad por la proximidad de pueblos adictos á la patria.

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En la apartada montaña ocurrió en el mes de febrero un movimiento reacionario, que tomó proporciones considerables. El obispo de Mainas, fray Hipólito Sanchez Ranguel, alarmaba á su sencilla grey, declarando la independencia peor, que el infierno, y su nombre mismo escandaloso; llamando á sus defensores, gabilla de bandidos y bribones, viejos de Susana, jovenes corrompidos, atenienses y espartanos; excomulgando á los particulares; suspendiendo á los clerigos, y poniendo entre-dicho á los pueblos, que prestasen juramento á la patria. Los adictos al coloniage echaban allí de menos el situado, que en tiemро del Rey se pagaba á una guarnicion de 130 hombres, y creian, que podian ser apoyados todavia por el presidente de Quito. Con esas ideas y esperanzas no temió levantarse en Putumayo el sargento Cardenas dando muerte á los que intentaron oponersele; luego se dirigió á Loreto, cuyo corto destacamento deshizo fusilando al gefe, y despues ocupó á Moyobamba, habiendo tambien fusilado á varios defensores de la independencia. Reunidos ya unos mil hombres con cierta disciplina, se avanzaba á Chachapoyas, aspirando á mayores triunfos. La internacion de una columna pacificadora forma la en Cajamarca quebrantó sus brios, y derrotado en varios encuentros, sucumbió con sus tenaces partidarios á fines de setiembre de 1822. En aquella campaña, que consolidó paz del norte, se distinguieron el coronel Don Nicolas Arriola gefe de la pequeña division, su segundo el coronel Don José Maria Egusquiza, el valiente ca

la

pitan Don Domingo Reaño, y el capellan fray Juan Aguilar, que salió herido.

Muchos meses antes de esa derrota se habian envalentonado los realistas con el facil triunfo, alcanzado sobre la division de Tristan. Las instrucciones del Protector, por mas acertadas, que fuesen, no podian suplir la falta de genio político y militar en el caudillo encargado de una empresa dificil, y expuesto á los ataques de gefes hábiles, que conocian su ineptitud y deseaban explotarla. Aunque el Virey habia logrado dar á su quebrantado ejército las plazas, organizacion y disciplina necesarias para prolon gar la guerra; escaseaba de armas, y con el fin de adquirirlas ordenó á Valdes y á Canterac, que operaran contra la division patriota del Sur. Valdes habia llegado á las cabeceras de Nasca con 500 hombres, sin encontrarse con Gamarra, que, despues de haber avanzado hasta Acari, habia recibido órden de replegarse. Entretanto Canterac se hallaba en la vecina cabecera de Huaitará, sin que Tristan sospechara su bajada á la costa. Solo se tuvieron en Ica vagas noticias de esa expedicion el 2 de abril, que era martes santo, y hasta el jueves santo no se supo, que se hallaba tan cerca. Las voces contradictorias acerca de la fuerza enemiga, que se hacia variar desde 500 hasta 4,000 hombres, y que era en realidad de 1,800 infantes y 200 caballos escogidos; el aturdimiento de Tristan ante no previstos riesgos; y la diversidad de pareceres en las sucesivas juntas de guerra hicieron perder un tiempo precioso, vacilando en las resoluciones que, adoptadas oportunamente y con calma, habrian salvado, cuando no las fuerzas de la division, el honor de sus armas.

Ya entrada la noche del 7 de abril emprendieron los patriotas la retirada á Pisco, cuando los realistas estaban en el Carmen alto á menos de tres leguas de

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Ica, y cerca del camino, por donde se emprendia la mal disimulada fuga. Las primeras columnas de Tristan fueron á dar contra la caballeria de Canterac, que interceptaba el tránsito; se hallaban detenidas por la infanteria, que ocupaba la derecha, y no podian abrirse fácil paso por la espesa arboleda de la Macacona, situada á la izquierda. Asi, hechos algunos tiros, hubieron de retroceder en desorden, y, no pudiendo avanzar el resto de la division, hubo de dispersarse casi por completo. Solo salvaron de aquella dispersion parte de la caballeria y unos 500 infantes con los principales gefes. El escuadron lanceros del Perú, que venia desde Chincha, habiendo sido sorprendido en la madrugada, perdió 130 hombres entre muertos y prisioneros.

Para castigar las faltas, que habian sido la prin cipal causa de tan graves pérdidas, fueron los caudillos vencidos sometidos á un consejo de guerra; Tristan salió condenado á suspension de empleo por un año, y Gamarra, cuyos servicios y pericia no dejaron de ser reconocidos, solo quedó suspendido por cua

tro meses.

Si el triunfo de la Macacona no daba á los vencedores mucha gloria, les fué de notable provecho: toma ron unos mil prisioneros, con que podian reforzar sus no aclaradas filas, junto con los bagages, dos mil fusiles, abundantes pertrechos y la imprenta de campaña. Canterac empañó sus no disputados laureles, fusilando algunos prisioneros, y manifestando, que con arreglo á las leyes militares fusilaria tambien á los pasados oficiales de Numancia, si caían en sus manos. Dejó una guarnicion en Ica, la que, si logró rechazar nosin algina pérdida al intrépido Raulet, fué generalmente desgraciada en sus ataques contra las fuerzas independientes, que operaban de Chincha á Pisco y valles inmediatos. Habiendose avistado en Huaitará

con Valdes, este regresó al Sur, y él á sus posiciones de Jauja. El Virey prodigó á los expedicionarios los ascensos militares, y en el interior no dejó aquel triunfo de consolidar su partido.

Los guerrilleros, que antes habian atacado con algun éxito las posiciones avanzadas de los españoles, sufrieron ahora recios golpes, por que ya no les apoyaba eficazmente la opinion de aquellos desalentados pueblos. El osado Quiros, batido en dos encuentros y hecho prisionero, fué fusilado en Ica con otros compañeros, á los que se acusó de ladrones, infames y asesinos. El guerrillero Vivas sufrió tambien un gran descalabro. El cruel Carratalá agravó su triste nombradia con el fusilamiento de la heroica guamanguina Maria Andrea Vellido: tenia esta en las guerrillas á su esposo y á un hijo; con oportunos avisos consiguió, que personas tan queridas escapasen á la implacable persecucion de los realistas; sea que se le interceptara alguna carta, sea que fuera denunciada por alguno de aquellos, de quienes se servia para escribirlas y expedirlas, fué reducida á prision, y ni los alhagos, ni las mas terribles amenazas quebrantaron su firme resolucion de no comprometer á nadie con sus declaraciones. Condenada á muerte por Carratalá, á quien exasperaba su silencio, oyó la fatal sentencia con tranquilo semblante, y murió serena, dejando en lamentable horfandad á sus pequeños hijos.

sistema y poро

Monteagudo, que era terrorista por co accesible por caracter á los sentimientos de piedad, no habia necesitado indignarse con tan barbara persecucion para declararla inexorable aun á los mas inofensivos españoles: segun sus propias expresiones empleó, todos los medios, que estaban á su alcance "para inflamar el odio contra ellos; sugirió medidas de severidad y siempre estuvo pronto para apoyar las que tenian por objeto disminuir su número y debilitar su influjo

politico y privado." Cuando con semejante política los hubo reducido de mas de 10,000 á menos de 600, exclamaba satisfecho; "esto es hacer revolucion." Durante el gobierno de Torretagle le fué fácil redoblar la persecucion, por que el antiguo y debil excoronel de la Concordia queria hacer olvidar sus grandes servi cios á la causa del rey. Diariamente eran ahuyentados de Lima con pretexto ó sin él peninsulares acostumbrados á mirar el Perú como su segunda patria, ya por su larga y grata residencia, ya por estar á la cabeza de una familia peruana; á fin de allanar su expulsion se prohibió suplicar por ellos, amenazando insertar en la gaceta los nombres de los suplicantes.

Los desastres de Ica produjeron en Lima impresiones muy vivas, que de rechazo vinieron á empeorar la situacion de los españoles aquí establecidos. El 20 de abril se dió contra ellos un decreto terrible, si bien con mas tendencia á intimidarlos, que voluntad de aplicarles las severas disposiciones: con excepcion de los sacerdotes ningun español podria salir á la calle, con capa ó capote, sin incurrir en la pena de destierro; la de muerte amenazaba á los que fuesen encontrados despues del toque de oraciones; junto con el último suplicio sufrirían la confiscacion de bienes, los que conservaran armas, no teniendo carta de ciuda dania, ó un permiso escrito de Monteagudo; la reunion de dos ó mas españoles seria castigada con la confiscacion y el destierro; una comision de vigilancia celaría el cumplimiento de lo dispuesto, y sus sentencias, que habian de ser sumarias, se aprobarian ó revocarian en el mismo dia por la alta camara. El liberal Mariategui, que ha califado los indicados articulos de pueriles, ridiculos, crueles y bárbaros, no aceptó la presidencia de la comision, sino despues de cerciorarse de que el decreto era un simple medio de intimidacion.

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