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las injurias pasadas, y producido bienes incalculables de mutua utilidad, en lugar de los males, que por mas de tres siglos solo han sufrido lus americanos. Yocreia, que era llegado el momento de una feliz conciliacion, y que la voz imperiosa de la humanidad y de la Patria me ordenaban promoverla sin la menor demora. Obedecí gustoso, dirijiendo á V. E. las proposiciones, que no ha tenido por conveniente admitir. Ya es otro mi designio, cierto de que no me serán en manera alguna imputables los desastres, que se experimenten. Como gefe de los valientes únicamente anhelo se cubran de nuevos laureles, en la segura confianza de que el triunfo necesariamente ha de seguir á los que con menoscabo de su gloria particular han propendido á evitar los horrores de la guerra....

Aunque el éxito de la guerra no fuera dudoso, tuvo San Martin el buen sentido de reconocer, que no le estaba reservada su gloriosa terminacion, y que, si nadie podia disputarle el alto honor de haber fundado la independência del Perú, no convenia al estado, que el fundara, ni á su propia reputacion contender con Bolívar, sobre cual de los dos seria el victorioso libertador. El de Colombia, que ocultaba mal su sed de gloria y de poder, puso de manifiesto su poco escrúpulo en realizar sus ambiciosas miras, violen tando la anexion de Guayaquil en los últimos dias de julio. Habiendoselo pedido algunos ciudadanos, y dirigídose á la municipalidad otra peticion semejante, plantó en el muelle la bandera de Colombia, y la junta electoral hubo de votar por unanimidad, como él exijió.

Con tanta abnegacion, como juicio escribió San Martin al Libertador:

Exmo. Sr, Libertador de Colombia Simon Bolivar. -Lima 29 de Agosto de 1822.

Querido general: Dije á U. en mi última de 23

del corriente, que habiendo reasumido el mando supremo de esta República, con el fin de separar de él al débil é inepto Torretagle, las atenciones, que me rodeaban en aquel momento, no me permitian escribir á U. con la extension, que deseaba: ahora al verificarlo, no solo lo haré con la franqueza de mi carácter, sino con la que exijen los grandes intereses de Amé rica.

Los resultados de nuestra entrevista no han sido

los que me prometia para la pronta terminacion de la guerra; desgraciadamente yo estoy firmemente convencido, ó que U. no ha creido sincero mi ofrecimiento de servir bajo sus órdenes con las fuerzas de mi mando, ó que mi persona le es embarazosa. Las razones, que U. me expuso de que su delicadeza no le permitiria jamas el mandarme, y aun en el caso de que esta dificultad pudiese ser vencida, estaba U. seguro que el Congreso de Colombia no consentiria su separacion de la República, permítame U. General, le diga, no me han parecido bien plausibles: la primera se refuta por sí misma, y la segunda estoy muy persua dido, que la menor insinuacion de U. al Congreso seria acojida con unánime aprobacion, con tanto mas motivo, cuanto se trata con la cooperacion de U. y la del ejército de su mando, de finalizar en la presente campaña la lucha, en que nos hallamos empeñados; y el alto honor, que tanto U. como la República, que preside, reportarian en su terminacion.

No se haga U. ilusion General; las noticias, que U. tiene de las fuerzas realistas, son equivocadas, ellas montan en el alto y bajo Perú á mas de 19,000 veteranos, las que se pueden reunir en el término de dos meses. El ejército patriota, diezmado por las enfermedades, no podrá poner en línea á lo mas 8,500 hombres, y de estos una gran parte reclutas: la division del general Santa Cruz (cuyas bajas segun me escri

be este General, no han sido reemplazadas á pesar de sus reclamaciones) en su dilatada marcha por tierra debe experimentar una pérdida considerable, y nada podria emprender en la presente campaña: la fuerza de 1,400 colombianos, que U. envia, será necesaria para mantener la guarnicion del Callao y el órden en Lima; por consiguiente sin el apoyo del ejército de su mando la expedicion, que se prepara para intermedios, no podrá conseguir las grandes ventajas, que debian esperarse, sino se llama la atencion del enemigo por esta parte con fuerzas imponentes, y por consiguiente la lucha continuará por un tiempo indefinido; digo indefinido, porque estoy íntimamente convencido, que sean cuales fueren las vicisitudes de la presente guerra, la independencia de la América es irrevocable; pero tambien lo estoy, de que su prolongacion causará la ruina de sus pueblos, y es un deber sagrado para los hombres, á quienes están confiados sus destinos, evitar la continuacion de tamaños males. En fin, General, mi partido está irrevocablemente tomado; para el 20 del mes entrante he convocado el primer Congreso del Perú, y al siguiente dia de su instalacion me embarcaré para Chile, convencido de que mi presencia es el solo obstáculo, que le impide á U. venir al Perú con el ejército de su mando: para mi hubiera sido el colmo de la felicidad terminar la guerra de la independencia bajo las órdenes de un General, á quien la América del Sud debe su libertad: el destino lo dispone de otro modo, y es preciso confor

marse.

No dudando, que despues de mi salida del Perú, el gobierno, que se establezca, reclamará la activa cooperacion de Colombia, y que U. no podrá negarse á tan justa peticion, ántes de partir remitiré á U. una nota de todos los gefes, cuya conducta militar y privada puede ser á U. de utilidad su conocimiento.

El general Arenales quedará encargado del mando de las fuerzas argentinas; su honradez, coraje y conocimientos, estoy seguro, lo harán acreedor á que U. le dispense toda consideracion.

Nada diré á U. sobre la reunion de Guayaquil á la República de Colombia: permítame U. General, le diga, que creo, no era á nosotros á quien pertenecia decidir este importante asunto: concluida la guerra, los gobiernos respectivos lo hubieran transado, sin los inconvenientes, que en el dia pueden resultar á los intereses de los nuevos Estados de Sud-América.

He hablado á U. con franqueza, General, pero los sentimientos, que exprime esta carta, quedarán sepultados en el mas profundo silencio; si se trasluciere, los enemigos de nuestra libertad podrian preva lerse para perjudicarla, y los intrigantes y ambiciosos, para soplar la discordia.

Con el Comandante Delgado, dador de esta, remito á U. una escopeta, un par de pistolas, y el caballo de paso, que ofrecí á U. en Guayaquil: admita U. General, esta memoria del primero de sus admiradores; con estos sentimientos, y con los de desearle úni camente sea U. quien tenga la gloria de terminar la guerra de la independencia de la América del Sud, se repite su afectísimo servidor. --- José de San Martin.

Marchando acordes el gobierno y la opinion, se allanaron los obstáculos, que habian impedido la reunion del congreso en el memorable 28 de Julio. Las elecciones de diputados estaban hechas, habiéndose reunido en Lima á principios de Julio los naturales de Huancavelica, Huamanga, Cuzco y Arequipa, departamentos ocupados por los realistas, para elegir suplentes, que reemplazaran á sus legítimos representantes; á principios de Setiembre hicieron lo mismo por igual causa los puneños residentes en la capital.

las

La comision calificadora declaró á su tiempo, que actas estaban en regla, y asi pudo fijarse el dia para la instalacion de la asamblea nacional y determinarse el ceremonial pompas de tan fausto aconte

cimiento.

y las

San Martin honró los últimos dias del protectorado con la inauguracion solemne de la biblioteca nacional y de la escuela central de enseñanza mutua. La primera tuvo lugar el 17 de Setiembre con lucida concurrencia y brillantes discursos: se reconocia en la ilustracion del pueblo mayor poder, que en los ejércitos, para sostener la independencia. Dos dias despues se abria la escuela con la esperanza de que, puesta bajo la direccion del acreditado inglés Don Diego Thompson, difundiria con la nueva generacion las fecundas semillas del progreso nacional.

El 18 de Setiembre se decretó, que una vez instalada la representacion nacional reasumiria la plenitud del poder, emanando de ella todas las órdenes y y el nombramiento ó confirmacion de todas las autoridades. En una bellísima nota oficial, que debia comunicarse á Bolívar, decia á este respeto el Protector, si mis servicios por la causa de América merecen consideracion al Congreso, yo los represento hoy, solo con el objeto de que no haya un solo sufragante, que opine por mi continuacion al frente del gobierno. Por lo demas la voz del poder soberano de la nacion será siempre oida con respecto por San Martin como ciudadano del Perú, y obedecida y hecha obedecer por el mismo, como el primer soldado de la libertad.

El memorable 20 de Setiembre de 1822 reunidos 51 diputados en el salon de la universidad y una vez verificados sus poderes, fueron al palacio de gobierno, y de alli en compañia del gefe supremo, ministros y demas autoridades se encaminaron á la catedral. Celebrada la misa del Espíritu Santo, y oido un discur

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