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del teniente coronel don Feliciano Checa, i la tercera á las del capitan don Luis Arboleda. Los enemigos habian logrado interceptar una comunicacion en que se manifestaba este proyecto i, como era natural, concentraron cuantas fuerzas tenian en el paso del Fúnes con el fin de acometer primeramente á la division que debia encaminarse por este punto, i luego arrollar con mayores probabilidades á las otras. Montúfar, que llegó á saber tambien la revelacion de su secreto, conceptuó atinadamente que el enemigo obraria del modo como obró, i entónces, incorporando la tercera division á la de Checa, siguió con la suya á retaguardia. Dispárase Checa hácia el paso señalado, acomete arrojadamente á los realistas i se abre camino con su division; mas, fuera torpeza ó traicion del guia que encaminaba la de Arboleda, queda aquella separada de esta i encerrada en el punto llamado Calabozo bajo los fuegos del enemigo. Por dicha, la misma espesura de las selvas que le impide abrirse paso á bayoneta, la pone en cambio bajo su abrigo, defendiéndola del incesante fuego que en otro terreno habria sido mortífero. Merced á esta circunstancia i á la de que el enemigo no se atrevió á caer sobre ella, pudo Checa sostenerse firme en su puesto por dos dias. Por los alrededores, entre tanto, rindieron los enemigos una coluna de ochenta zapadores, por habérseles acabado sus municio

nes.

El 20 de setiembre se aproxima en fin Montúfar con su division, se hace cargo de los conflictos en que debia hallarse su teniente, i destaca cuarenta fusileros escojidos por la derecha del enemigo con órden de acometerle en la misma

altura, atravesando el rio Bobo. No cejan los fusileros al ver este paso defendido por veinte i cinco enemigos i algunos morteros, sino que se arrojan al agua que les cubre hasta los pechos, i trepan resueltos la colina que ocupa el grueso de las fuerzas enemigas. Alcánzasele al comandante Checa que son suyos los que andan obrando por la derecha de los realistas, i ordena al punto á su division que cargue á la bayoneta por el costado izquierdo. Montúfar mismo acomete de frente por el centro, i como estos movimientos se ejecutan simultánea i cumplidamente con arrojo, quedan los enemigos fuera de combate i ocupan los patriotas á Guapuscal, último punto en que habian pensado aun defenderse. Una vez reunido el ejército de Montúfar, despues de este triunfo, pasó de seguida á Yacuanquer.

Montúfar descacó mui acertadamente desde este punto una buena partida de tropa con el fin de que ocupase la montaña de la Trocha para anteponerse al enemigo que, en haciéndose dueño de esta, aun podia impedirle la entrada á Pasto; i otra mayor para el Juanambú con el de favorecer los movimientos de Caicedo que, como dijimos, asomaba por el norte. Esta partida logró efectivamente dispersar las fuerzas enemigas que ocupaban aquel paso interesante, obligando á huir á los comandantes realistas Dupret i Alais.

1811. Las tropas de Quito, en número de dos mil, ocuparon á Pasto el 22 de setiembre. La ocupacion de esta ciudad, de ninguna importancia al parecer, dejaba libre de realistas, sin

embargo, casi todo el territorio que despues fué colombiano, pues las banderas de la patria flameaban ya desde Quito hasta Carácas. Talvez, si entonces se hubiera establecido un buen gobierno ó conservádose la union entre los ya establecidos, si las desconfianzas i ambicion no se hubieran levantado al par con los buenos deseos i sacrificios de los patriotas; talvez desde entónces mismo se habria consolidado la causa americana, i librádose la patria de llorar por tantas víctimas.

Montúfar encontró á Pasto abandonado, pues casi todos sus moradores, con ecepcion de unos mui pocos, pertenecian decidida i fervorosamente á la causa del rei. Entre estos pocos debemos hacer mencion especial de don José Vivanco, hijo de Loja, que prestó desde entónces mui distinguidos servicios á la patria, i de don Francisco Muñoz i don José Barrera. La ocupacion de la ciudad le valió tambien á Montúfar la de cuatrocientas trece libras de oro, valor de algo mas de cien mil pesos, traidas desde Popayan por el gobernador Tacon para emplearlas en la compra de armas, municiones, etc.

Despues que el presidente Caicedo ocupó tambien á Pasto, quiso i obtuvo que solo sus tropas guareciesen la ciudad contra la opinion de algunos miembros de la junta de Quito, i quedó igualmente encargado de continuar el bloqueo de Barbacoas que desde cuatro meses antes se habia emprendido con tino por el valiente i hábil oficial don Mariano Ortiz. Montúfar, despues de hechos algunos arreglos con Caicedo, evacuó la ciudad i volvió con sus tropas para Quito,

habiendo terminado así gloriosa i provechosamente la campaña del norte (*).

Poco despues vino tambien Caicedo á Quito, tanto por solicitar que se devolvieran los cien mil pesos tomados por Montúfar, fundándose en que se habian sacado de la casa de moneda de Popayan, como por concertar con la junta las convenientes medidas á su comun interes, i llegó en circunstancias en que la escision de los partidos se hallaba en su mayor efervescencia. Acaso no arreglaron ninguna cosa de importancia, i habiéndose negado la junta á la devolucion de esa suma, por considerarla como presa ganada al enemigo, volvió Caicedo para Pasto á lidiar con los patianos i pastusos, correr mil azares i peligros i, en fin, morir fusilado algun tiempo mas tarde. Los patianos se habian levantado de nuevo por encubrir principalmente los asesinatos i robos cometidos en las personas é intereses de don Cárlos Jerónimo Catáneo, don Antonio Fernández i don José Zapata.

Estos señores (el primero italiano avecindado en Quito) eran unos comerciantes que iban á traer mercaderias de Jamaica, i habian preferido la via de Pasto para salir á Cartajena. Al atravesar el Patia i cuando se hallaban en Quilcacé, hacienda del colejio de San Camilo de Popayan, fueron acometidos por diez ó doce facinerosos capitaneados por Juan José Caicedo, llamado sucho por apodo, quienes, despues de asesinarlos, cargaron con todo el caudal que

(*) Los pormenores de esta campaña se han tomado de los Recuerdos. En lo sustancial i resultados están conformes con los apuntamientos del continuador de Ascarai i de Parreño.

llevaban esos inocentes. Solo á Catáneo pertenecian ochenta mil pesos, adquiridos con su trabajo i destinados para dos niños tiernos, sus hijos, que los habia dejado bajo la guarda de la madre, i quienes, con motivo de tal asesinato i robo, quedaron reducidos á horfandad i miseria lamentable.

Con este dinero levantaron tropas, i poniendo á su cabeza al cura Marcillo i al fraile Sarmiento, proclamaron á Fernando VII. i se tomaron á Pasto. El dinero de Catánco hasta alcanzó para pagar á las tropas los sueldos de dos i medio meses, segun se ve en la declaracion judicial dada por el padre Fr. José Elorza que hemos tenido á la vista.

Mientras el señor Caicedo andaba lidiando allá por las escabrocidades de Pasto i Patia contra pueblos aferrados al sistema del gobierno antiguo, se preparaban dentro i fuera de Quito tempestades que bien pronto iban á descolgarse á borbotones, como en castigo de la desunion i discordia de los gobernantes que desde mui atras jerminado habian.

XI.

Ocurrió tambien por este tiempo [11 de octubre] un cambio político que no debemos pasar en silencio. El conde Ruiz de Castilla, olvidado en su retiro, tuvo á bien desprenderse de un destino que no le tenia sino en el nombre, é hizo dimision de la presidencia. La junta convocó al pueblo á un cabildo abierto, i este admitió la renuncia i nombró de presidente al mui digno é ilustrado patriota, el obispo don José Cuero i Cai

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