Imágenes de páginas
PDF
EPUB

por

aquella obra de nuestros padres, al traves del esmerado empeño con que las autoridades españolas trataron de hacerla desaparecer, quemando cuantos documentos pertenecieron á la época de esa revolucion. Cuando contemplamos el tiempo en que se dió i contemplamos que es parto casi orijinal, porque nuestros padres no pudieron tener modelos que imitar, nos sentimos arrobados de admiracion el tino i el buen pulso con que dividieron el poder público i sentaron los mas sanos principios del gobierno republicano, sin embargo de los defectos con respecto á las fuentes de que hicieron fluir la soberania del pueblo i con respecto á otros muchos puntos. Que esta obra la juzgue cada uno por sí mismo (22) sin olvidar, repetimos, el tiempo en que se dió, i entónces se lamentará mas al ver que hombres tan aptos para organizar un gobierno republicano no hayan sido capaces de dirijir la revolucion.

Dábase ya fin á la constitucion cuando los particulares intereses de los banderizos, arrinconando las transacciones celebradas i sujeridos por la ambicion ó la codicia, imperaron de nuevo i con mayor pujanza. Suscitaron la cuestion de si el arreglo del gobierno i nombramiento de los empleados habian de hacerse antes de sancionada la lei fundamental, ó si despues; i esta contienda, tan insustancial como vergonzosa, encaminada á las claras á levantarse con el poder, hizo que ocho de los miembros del congreso, vencidos por medio de amenazas i aun algunas violencias, desertasen de las sesiones, i que los sostenedores de lo primero procediesen el 15 de febrero á organizar el gobierno i los tribunales sin la concurrencia_de los otros (23).

Los vencidos pidieron luego la nulidad de las elecciones, llevando sus demasias hasta el exeso de acudir á la decision de las armas; i como si cada uno de los banderizos quisiera de intento apurar mas los conflictos de la causa pública, los ocho diputados de la minoría se trasladaron á Latacunga el 24 del mismo mes (*), i fueron á dictar allá, constituyéndose en cuerpo soberano i deliberante, las órdenes mas anárquicas i ejecutivas.

Los Sanchistas (esto es los partidarios del marques de Villa Orellana), empleando la palabra de entonces, que eran los de la minoría desertora, dieron la órden de que don Francisco Calderon, acantonado en Alausí con un cuerpo de observacion, incorporase á sus fuerzas las que aun se mantenian en Guaranda desde la retirada de Arredondo, i se viniese en volandas para Quito. Calderon, hombre de poco tino, i Sanchista por remate, obedeció á esa faccion i, dando una proclama de las mas enconadas, se dirijió amenazante contra los Montufaristas: (*)

(*) Parreño Ib.

estan

(*) Quiteños ¡albricias! El dia de vuestra libertad se acerca. La estátua jigantesca del despotismo va á desaparecer precipitada. Las cadenas que habeis arrastrado ya se rompen. Los valientes patriotas, esos patriotas que han arrastrado los mayores peligros, esos patriotas arrojados del gobierno porque no prostituian vuestra confianza i felicidad comun, bajo la proteccion de Dios i de las provincias del sur. Ellos vienen, se acercan para quitaros los grillos que os ha remachado la casa dominante, esa casa que arruinó el reino con la revolucion i contrarevolucion, esa casa en cuyas manos está el poder ejecutivo, la fuerza armada i la confianza pública. Sí: la confianza pública, el secreto del padre, de la esposa, del amigo, esa casa que tiene tomadas las puertas, las llaves,

Achaque, i bien tamaño, de cuantos bandos se deslindan en las revueltas, es exajerar los sucesos en pro i en contra, i aun ultrajar á la verdad, i no es de estrañarse que los del año de doce acudieran tambien á tales arbitrios, cuando tan celosos i enconados se presentaron desde el principio de la revolucion. La proclama de Calderon, brote de profundo encono, peca por exajeracion i contiene algunas falsedades, i si con estas i las fuerzas humilló á sus contrarios, tambien él mismo, como ya veremos, tuvo que ser presa de las consecuencias que dió semejante humillacion.

Los Montufaristas, al asomo de fuerzas mayores que no tenian como contrarrestar, i temiendo ser perseguidos i vejados, como habian principiado á serlo por don Nicolas de la Peña, aunque aparentando al principio dictar providencias enérjicas para combatir i resistir; tuvieron casi de seguida que proponer arreglos, i luego aceptar otros en los términos que les fueron impuestos por Calderon, quien, despues de ajustados, entró en Quito. Las transacciones tenian la apariencia de ser leales; pero sabidos son ya los resultados de avenimientos que solo se hacen por

las avenidas para vendernos, para entregarnos al bárbaro Molina i al pérfido Bonaparte. No temais las armas; nuestras armas vienen á daros la libertad que os han quitado otras armas manejadas por manos crueles i enemigas. Alegraos, sí, consolaos, porque marchan vuestros libertadores. Unios á ellos para que se acaben vuestros males i vuestras desgracias, para que se restituyan vuestros hermanos desterrados por el poder arbitrario, separados de sus hijos i mujeres por la tiranía, para que se establezca un gobierno lejítimo, justo, moral, que os haga felices, que os pacifique i sea canal poi donde corran la alegria, la abundancia i la paz.

el imperio de las circunstancias, cuán hondos son los rencores que dejan, i cuán prontos estan para hacer de las suyas á la primera coyuntura.

Por este tiempo, esto es cuando las pasiones estaban en ascua era ya mui valida la noticia, verdadera por cierto, de que el teniente jeneral don Toribio Móntes, habia sucedido á Molina en la presidencia. El jeneral Móntes, hombre de pulso i militar de intelijencia, valor i reputacion, fue visto por los gobernantes españoles como el mas adecuado para triunfar de los insurjentes i llevar al cabo el proyecto de pacificar estas provincias.

La plaza de Cuenca, para los desidentes, era entónces de altísima importancia; porque, fuera de que así ensanchaban el ruedo de la revolucion i aumentaban sus entradas, se privaba tambien á los enemigos el que pudieran mancomunarse con los de Guayaquil, recibir ausilios de armas i dinero, i aun concertar una doble invasion por puntos diferentes. Resolvióse, pues, que se tomase la ofensiva contra Cuenca, i en todo el mes de marzo se prepararon cuantos enseres de guerra pudieron ser habidos para la próxima campaña.

XII.

1812. El entusiasmo de los pueblos por esta espedicion fué vivo por demas: los ricos abrieron sus arcas, i todos, cual mas cual ménos, ofrecieron todo jénero de servicios. El partido Sanchista, que dominaba entónces en las provincias, puso á la cabeza del ejército á Calderon, nombrado ya coronel, en pago de la prontitud i decision con que se habia prestado á elevarle; i don Cárlos Montúfar, que habia conducido la espedicion an

terior, se hallaba ahora prófugo i perseguido por los mismos patriotas cuya causa habia abrazado, por ser tambien la suya propia. El nombramiento de Calderon no era desacertado, en verdad, porque ni le faltaban valor i pericia militar ni acendrado patriotismo; pero ¿qué hombre ni qué partido, por poco hidalgos i pundonorosos que parezcan, dejarian de sufrir por el público desaire hecho á Montúfar, i cuanto mas dejar de airarse al ver recompensada i hasta magnificada la infidelidad de un subalterno? Raros son los casos en que la naturaleza humana, resistiendo á sus flaquezas, nos presenta los sublimes ejemplos de los grandes hombres de Grecia i Roma, i nuestros republicanos del año doce no eran los que podian elevarse hasta la altura de tan ilustres modelos.

La espedicion, organizada entre el hervidero de tan malas pasiones, salió de Quito el 1 de abril con una fuerza que montaba á vueltas de 1500 hombres. Entre Latacunga i Ambato se incorporaron otros 600, i aun Riobamba i Guaranda, poblaciones mas bien realistas i enemigas que patriotas, contribuyeron tambien con algunas compañías; de modo que el ejército llegó á componerse de cerca de 3,000 plazas.

El acaudalado cuanto jeneroso patriota, coronel don Guillermo Valdivieso, que se hallaba entónces de vicepresidente de la junta, proporcionó por sí solo la suma de cien mil pesos, i sin duda que ascendieron á mas las recojidas por donativos en dinero ó en especies. Jefes, oficiales i soldados iban bien pagados i contentos, con toldas de campaña i con cuantas otras comodidades podian apetecerse, á la manera de aquellos ricos

« AnteriorContinuar »