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decir ardiendo en venganzas. Los afectos políticos de los pueblos, cual si fueran de jóvenes enamo rados, no necesitan para tomar cuerpo sino manifestarse por una vez, que luego se tiene por hacedero lo demas. Las colonias españolas, contenidas ántes por arraigados hábitos, ó por respetos ó impotencia, habian dado su primer grito de independencia, i bien difícil era que no lo repitieran i repitieran hasta satisfacer tan vivos anhelos.

I sucedió asi en efecto. El virei don Benito Pérez i el presidente Móntes ofrecieron, á una, la dicha constitucion á los gobiernos americanos, medio constituidos, que aun se mantenian en lid contra la madre patria, i ambos juntamente fueron desairados. Dijeron, y sin duda con razon, que no podia apreciarse la libertad de los pueblos si, por otra parte, no eran tambien independientes, por mucho que la constitucion prometiera i por mucho que viniera a costar la independencia. I luego discurrieron que no podia haber libertad en los pueblos sino asistidos de dignidad, i que no podia poseerse esta prenda no teniéndose independencia.

En cuanto a la presidencia de Quito, propiedad española perdida en 1809, i recuperada por el jeneral Móntes en 1812, habia llegado á ser lo que era, i sus hijos ya no tuvieron voz ni derecho para decir lo que jenuinamente pensaban, i aceptaron i juraron la constitucion del año doce con la misma indiferencia con que habrian aceptado aun el Koran en semejantes circunstancias. La publicacion de la lei fundamental i el juramento á ella se festejaron con fiestas cívicas i relijiosas, sin desentenderse de las corridas de toros, quinto elemento para la vida de los españoles i de los americano-españoles.

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II.

El coronel Sámano, elevado á la categoria de brigadier como participante de los triunfos de Móntes, fué encargado del mando del ejército que, entrado ya en Pasto, quiso este jeneral empleario contra Popayan, ocupada todavia por los republicanos. Al tocar Sámano en Pasto con las fuerzas llevadas desde Quito, se le presentaron voluntariamente i con entusiasmo muchos de los hijos de esa provincia á servir bajo las banderas reales, i su cuerpo de ejército ascendió entónces á mil docientas plazas. Al atravesar el Patia, se le incorporaron tambien otros muchos de sus moradores con igual entusiasmo que los anteriores.

Sámano, á pesar de sus sesenta años, obró con tanta actividad i tino militar que, despues de haber ocupado á Popayan, abandonada por el presidente Masuera, i luego á Cali, Buga i sus contornos, siguió todavia con la misma solicitud persiguiendo á los patriotas que huian de su alcance. Cuando las tropas que iban derrotadas hicieron alto en Cartago, encontraron aquí al teniente coronel Servies, frances de nacion al servicio de los republicanos, quien logró inspirarles algun aliento para hacer frente al perseguidor. Ardua, en verdad, era la empresa, si se atiende á las pocas fuerzas con que contaba; i efectivamente, Servies fué vencido i derrotado en Palo Gordo ó Cerro Gordo el dia 11 de agosto de 1813. Despues del combate, Servies se retiró por Quindio para Ibagué, i Sámano, dilijente i robusto como un jóven, resistió á las penalidades del hambre i aspereza de los caminos, le alcanzó en Cáñas, le acometió el 12, le venció

i tomó unos cuantos prisioneros, i las provisiones de boca i guerra. Servies, aunque herido, logró siempre escapar.

El anciano guerrero, adusto de jenio é inhumano por carácter, permitió que sus tropas cometieran por esas tierras todo linaje de exesos contra las repetidas recomendaciones del presidente Móntes. El pillaje fué jeneral, como fueron innumerables los desafueros contra las personas, i la provincia quedó completamente devastada, segun nos hacen ver los oficios de reconvencion que el presidente dirijió á Sámano i van insertos en el Apéndice (25).

Sámano remitió de Cartago, en donde habia sentado sus reales, el oficio que Móntes tuvo á bien dirijir al jeneral Antonio Nariño, presidente del gobierno de Santafé, acompañándole un ejem plar de la constitucion española, i exhortándole á que se aviniera amigablemente á una reconciliacion. Despachado el oficio, se volvió á Popayan á esperar los resultados.

No era por cierto ventajoso el estado en que se hallaba Nariño con su gobierno, recientemente restablecido de las discordias civiles que se habian ajitado entre las provincias. Divididos, en mala hora, sus hijos por banderias discordantes en cuanto á la forma de gobierno, queriendo unos ser federales, i otros centralistas 6 unitarios, habíanse hecho una guerra larga cuando aun estaba pujante el enemigo comun. Tras la discordia civil, habian sobrevenido sus naturales consiguientes (mútuas desconfianzas, pobreza, hambre, etc.); i el gobierno de Santafé, aunque ya robustecido con respecto á las provincias disidentes, se hallaba por demas flaco para poder resistir

á las armas españolas. Fuera de esto, se hallaba amenazado por el norte de una espedicion que debia salir de Venezuela al mando del capitan de fragata don Antonio Tiscar. La España misma, alentada con la ausencia de Napoleon que andaba por entónces ateriéndose entre los hielos de Rusia, causa por la cual habia tenido que menoscabar los tercios de tropa que conservaba en la Península; alentada con las fuerzas i auxilios de Wellington, con la derrota de Marmont en Salamanca, con el abandono de Madrid del rei José, con el levantamiento del bloqueo de Cádiz i con la retirada de los franceses hacia el Ebro; alentada la España, decimos, con estos acontecimientos i estado de cosas que le eran todas propicias, habia vuelto sus ojos para América, tomado brios i resueltose á escarmentar la osadia de los colonos. I en verdad que era suma osadia, cuando estos solo podian contar con sus brazos, i cuando la madre patria contaba con todo linaje de elementos para la guerra.

Pues bien, la junta de Santafé i el jeneral Nariño bajo el peso de todo el poder de esa vieja, rica i aguerrida nacion española, se negaron á una i rotundamente á la reconciliacion provocada por el jeneral Móntes, porque los miembros de la junta, como ya la mayoria de los americanos, tampoco estaban por aceptar ningun arreglo que no tuviera por base el reconocimiento de su independencia. La contestacion de Nariño á Móntes, si se eceptuan algunas frases descorteses, propias de la ajitacion i encono de las pasiones i banderias, es de una lójica briosa i concluyente (26).

Nariño, hombre de temperamento fogoso, condenado ya en 1795 á diez años de presidio en

Africa, confiscacion de todos sus bienes i estrañamiento perpétuo de América, por haber traducido i publicado los Derechos del hombre, sacados de la Historia de la asamblea canstituyente; Nariño, cuyo odio contra el gobierno se habia vuelto rencoroso por los padecimientos de su larga prision durante el progreso de la causa, i por otras penalidades que le acompañaron en su viaje de N. Granada para las cárceles de Cádiz, de donde fugó i pasó á Francia para de aquí restituirse á su patria; Nariño, preso de nuevo en Santafé (1810), trasladado á Cartajena i metido en un calabozo con grillos i cadenas sin motivo alguno conocido; Nariño, repetimos, no podia menos que desplegar, llegada la ocasion, todo el temple de su alma ultrajada, i arrojar contra sus enemigos todo ese veneno con que le habian amargado la vida.

En medio de esto, i de la resolucion i firmeza de la junta, que parecian irrevocables en cuanto á seguir la guerra, şe habria obtenido tal vez la reconciliacion con la madre patria, si el orgullo de las cortes españolas no les determinara á rechazar la mediacion que interpuso la Gran Bretaña con condiciones que nadie podrá tenerlas por exajeradas, cuanto mas inadmisibles. Suspencion de hostilidades, amnistía jeneral, confirmacion de los derechos concedidos por las mismas cortes, comercio libre i organización de las municipalidades; ved ahí, en resolucion, las seguridades que se pidieron para los colonos, i ciego estaria quien no confesase que tales regalias no pudieron calificarse de inadmisibles. Las cortes, sin embargo, las conceptuaron así, i su terquedad llegó á deshermanarnos políticamente para siempre.

Poco satisfecho el gobierno de Santafé con ha

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