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pañero de Recalde, perdieron seis hombres muertos, once heridos i ocho prisioneros, i con este desgraciado encuentro quedaron frustrados los proyectos de los patriotas que habrian dado buenos resultados sin mas que impedir la remision i paso de los ausilios de todo jénero que salian diariamente de Quito para Pasto.

Situado ya Nariño al frente del enemigo, se dió maña en pasar un cuerpo de trecientos hombres, con Monsalve á la cabeza, para este lado del Jua nambú, sirviéndose de lo que llamamos tarabita. Las tarabitas, ó sean puentes formados de cuatro, seis ú ocho betas de cuero que se templan de una á otra banda de los rios grandes i correntosos, i se sujetan sus estremidades contra los árboles que se encuentran á las dos orillas opuestas, ó contra estacas bien clavadas; no admiten en la cesta de cuero que se cuelga á las betas sino uno ó dos hombres á lo mas, i asi los soldados de Nariño tuvieron que pasar en la cesta de uno en uno, empleando mucho tiempo i muchos trabajos. Una vez aquende el Juanambú el cuerpo de Monsalve, comenzó Nariño sus ataques el 20 de abril i presentó al frente del enemigo unas ocho cientas plazas de las situadas al otro lado del rio, que rompieron sus fuegos á las cinco de la madrugada. El rompimiento de estos fuegos era solo aparente, pues riño sabia bien que iban á dar contra los parapetos, tras los cuales estaban encastillados los enemii lo gos, que pretendia era hacerles entender que pensaba acometerlos de frente, cuando todas sus esperanzas fincaban en la aparicion de Monsalve con su coluna.

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A las diez i media de la mañana asoman efectivamente unos cuarenta i cinco hombres de este

cuerpo, quienes, sin esperar á los atrasados ni recibir órdenes de su jefe, cargan, imprudentes, contra el Boqueron. Don Francisco Delgado, el jefe que defendia este punto, creyó sin duda que habia sido flanqueado por el grueso del ejército de Nariño, i teniéndose por perdido si intentaba resistir, desampara la defensa del Boqueron. Nariño aprovecha del engaño en que ha caido el enemigo, i pasa entónces tranquilo el Juanambú. El jefe realista, pasados los primeros instantes de la sorpresa, penetra su error i, volviendo la cara al enemigo, cierra con él, le obliga á retroceder i se posesiona de · nuevo de la fortaleza. Esta primera escaramusa costó á Nariño treinta i cinco hombres que perecieron á balazos, ó despeñados ó ahogados al repasar el Juanambú.

Frustrada la tentativa, ideó Nariño atravesar de nuevo el rio por el punto llamado Tablon de Gómez, distante dos leguas del cuartel jeneral enemigo, que solo estaba defendido por cien voluntarios de Pasto. Encargóse la empresa al comandante Vego, quien con seis cientos hombres que se le dieron los acometió el 28 en Santamaria i vino á situarse para acá del Juanambú. Vego debió asomar este mismo dia por las alturas de Buesaco para que entónces pudiera Nariño dirijir acertadamente el movimiento de sus tropas. A la una de la tarde observó este que los enemigos se movian por aquella direccion, i conociendo que Vego habia aparecido ya por el citado punto, dispuso que el mayor Cabal pasase el rio con cuatro cientos hombres por el vado de Bateas. El movimiento fué feliz, á pesar del teson con que los realistas defendieron el paso, i á pesar de haber tenido que atravesarlo por un mal puente.

Vencida esta dificultad, conocieron los enemigos la inutilidad de sostenerse en el puesto que les habian confiado, i lo abandonaron de seguida. Nariño, por consiguiente, se hizo dueño del Boqueron.

Los soldados de Cabal, engreidos de su corto triunfo, persiguieron activos la derrota del enemigo, cuando, conforme á las órdenes del jeneral, debieron conservarse en el punto conquistado. Andando así tras el enemigo, vinieron á dar con la fortaleza principal que tenia Aimerich, i todavia, peleando siempre por su cuenta, cargaron contra ella por haber supuesto que era espugnable por el costado izquierdo. Aimerich acudió oportunamente á la defensa i contuvo á los agresores en sus avances, á pesar del fuego vivo con que estos se sostuvieron hasta las cinco de la tarde. Si durante este fuego hubiera asomado Vego, á quien se esperaba con ansia desesperada, habrian, es mas que probable, obtenido triunfo; pero Vego, lidiando allá con caminos que no conocia, no pareció. Fuera desaliento, proveniente de la falta de Vego, ó porque se dijo que estaban acorralados por todas las fuerzas realistas, ello es que los patriotas volvieron las espaldas i echaron á correr con la misma celeridad con que antes habian avanzado.

Por fortuna, el jeneral Nariño se presentó mui á tiempo para protejer el repaso del Juanambú; i con todo, se perdieron cien soldados muertos, cincuenta i un heridos i varios prisioneros.

Por la noche de este mismo dia fué Aimerich informado de que una coluna republicana se habia posesionado de Buesaco, á retaguardia de su cuartel jeneral. La noticia, atendiendo á la cortedad de fuerzas de que se componia la coluna, no podia inquietarle; mas le vino en circunstancias de no

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tener ya pertrechos, porque se habian consumido todos en el combate, i juzgó prudente levantar el

campo.

En Pasto recibió Aimerich los barriles de pólvora i mas pertrechos que le remitió Móntes, i como Nariño no podia haberse venido de seguida tras él, se aprovechó de cuanto tiempo le era necesario para recomponer sus armas i apercibirse de nuevo para la defensa.

Al amanecer del 29 no encontró ya Nariño un solo enemigo que atajara sus pasos, i á las diez del dia vió coronadas las alturas del Boqueron i Buesaco por las tropas de Vego. Inmediatamente mandó templar cabestros sobre el rio, i el 2 de mayo pasó con todo su ejército ese terrible Juanambú.

El ejército patriota se acampó en Pajajoi, á unas como cuatro leguas distante de Pasto, i el 9 se vino con direccion á la ciudad. Aimerich le salió al encuentro i acometio en Cebóllas á la division de Vego. El 10 tuvieron otro combate de largas horas, en que se ilustraron las armas republicanas, á pesar de los ciento i mas muertos que tuvieron, de los veinte i cinco prisioneros que cayeron i de la mui poca pérdida del enemigo; pues las acciones de un combate no han de juzgarse en todos casos por las consecuencias, sino por el modo como se combate. Fuera de esto, el resultado que vino á dar la accion fué que los realistas, incapaces ya de sostenerse en el puesto, abandonaron el campo y se volvieron acosados por los vencedores hasta por una legua, donde una fuerte granizada obligó á que estos hicieran alto en el páramo de Tasines.

Pasto, la ciudad mas enemiga entre las enemigas de la causa americana, se vió mortalmente

consternada teniendo ya á Nariño casi á sus goteras. Aimerich, hombre de ánimo estrecho é inepto por añadidura, segun la calificacion que de él hizo el jeneral Móntes en un oficio de 7 de abril de 1815, dirijido al virei del Perú; creyó que no podia defender á la consternada ciudad i, al amanecer del dia siguiente se vino para el Guáitara con cuantas tropas de Lima, Cuenca i mas provincias. de Quito habia sostenido la campaña. Aun pretendió sacar algunos soldados pastusos, mas no halló uno solo que quisiera acompañarle; i entónces, encargando el mando de la plaza al teniente coronel Noriega, á quien previno defendiera la ciudad, se vino hacia el sur i asentó su campo en la hacienda de Mejia, tres leguas distante de Pasto.

Al esparcirse en el campamento republicano la noticia de la retirada de Aimerich, supuso Nariño, como era de lójica ajustada, que no habria quedado en Pasto una sola arma, cuanto mas hombres armados para defenderla. Determinóse en conse cuencia á proseguir adelante i se acampó en Aranda, á la vista de la desamparada ciudad. A las ocho de la mañana del dia siguiente ocupó el ejido, i cuando creia entrar en ella sin descerrajar un solo tiro, se vió de sobresalto atacada arrojadamente la descubierta de su vanguardia. La defendió, por fortuna, á tiempo i con buen éxito, i puso en rota á los asaltadores que volvieron corridos á la ciudad.

Noriega, militar astuto i guapo, habia logrado exaltar la indignacion de los hijos de Pasto é infundirles ánimo, pintando con negros coloridos la venganza de los republicanos, i con decir i repetir que habian de satisfacerla de una manera sangrienta é implacable, como contra un pueblo acérrimo

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