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El coronel Montúfar, derrotado en el Tambo, se mantuvo escondido por algun tiempo; pero mui luego fué tomado i fusilado en Buga por las espaldas, como se fusilaba á cuantos eran tenidos por traidores.

Consérvase el retrato de Montúfar en

de los salones del palacio del gobierno, en junta de los de otros patriotas del año nueve, tan desgraciados como él, en muestra del homenaje rendido al joven que se granjeó con sus servicios, penalidades i sangre, la gratitud de sus conciudadanos.

IV.

El jeneral Móntes continuaba inspirando en los pueblos de su mando toda suerte de confianzas i cimentando, por consiguiente, el órden i el reposo público. Cuantos estuvieron gobernados por él correspondieron con gratitud á su noble proceder, tanto mas raro en su tiempo cuanto seguia un rumbo opuesto al sistema jeneralmente adoptado por otros capitanes en las colonias. ¡Quién sabe aun si la suerte del vireinato hubiera sido otra si Morillo, léjos de fijarse para que lo rijiera despues de él en un hombre como Sámano, el ménos á propósito para gobernar, se hubiese fijado en el entendido i discreto Montes! Pero Morillo, de índole soberbia i feroz, buscó uno que se le pareciera, i ninguno, mas que Sámano, podia asemejársele. Torrente mismo, el apasionado historiador que abona ciego los procedimientos de sus compatriotas, le pinta así: "La dureza de carácter del nuevo virei, su edad demasiado avanzada, su casi absoluta ceguedad

física, su falta de política i tal vez una educacion no mui cultivada, hacian que todas las medidas dictadas por su sublime lealtad, por su inimitable valentía i por su ardiente celo á favor de los intereses de nuestro soberano, no produjeran los buenos efectos que debian esperarse."

Montes llegó á traslucir los cargos que el

virei del Perú i muchos otros de sus conmilitones de renombre le hacian por su política sagaz i contemporizadora. Como hombre de mundo i acertado estadista habia comprendido que, siguiéndose un sistema distinto del suyo, serian irreparables las consecuencias, así en daño de los colonos como de la corona, i se esplicó desenfadado en su correspondencia con el secretario de Estado i del despacho universal de Indias, con el jeneral Morillo i con el virei don Francisco Montalvo. Es una correspondencia que honra la memoria de aquel exelente majistrado (28), así por el singular contraste que resalta entre la política de Morillo que pensaba pacificar á los colonos manteniendo las tropas á costa de los pueblos, obligándoles á que conpongan los caminos i privándoles de sus acémilas, i la de Móntes encaminada á que, dándoles confianza, volveria la tranquilidad de los tres siglos pasados. Descúbrenos, por otra parte, algunas de las injusticias i crímenes de los pacificadores, i nos escusa pintarlos con nuestra mano para que así quede afianzada la verdad.

Algunos meses antes de su retiro ordenó que la real audiencia, establecida ocasionalmente en Cuenca, se restituyese á Quito, donde se restableció el 19 de julio de 1816. A su salida, quedaron las cosas con todo el aspecto que tenian en

1808; pues aun la presidencia, temporalmente sometida al Perú, volvió á depender de Santafé por real órden de 18 de octubre de 1815.

V.

Durante el período gubernativo del mismo jeneral Móntes ocurrió en Guayaquil un suceso de aquellos que, sobre no poder olvidarse nunca, enaltecen á los pueblos en que llegan á verifi

carse.

El comodoro Brown, por consejo i esfuerzos del célebre i desgraciado chileno don José Miguel Carrera, habia armado en las playas de Buenos Aires una escuadrilla compuesta de dos corbetas i un bergantin, i recorriendo las costas del Pacífico apoderádose de unos cuantos otros buques españoles. Su objeto era favorecer el grito de independencia dado en las colonias españolas de América.

El 8 de febrerò de 1816 fondeó Brown en Puná con nueve embarcaciones, resuelto, por la cuenta, á protejer la insurreccion que se esperaba en Guayaquil. Hizo la casualidad que el jóven norte-americano, don José Villamil, hoi jeneral de la república, estuviera andando con su goleta por las aguas de Puná, i que alcanzara á distinguir con claridad tres buques de guerra en medio de otros. Sorprendido de ver tantas velas reunidas en un tiempo en que esto era bien raro, comprendió atinadamente lo que debia ser, desembarcó á su familia i, encargando á su esposa que le dijera al comandante de Punta de Piedra despachase al punto un posta para Guayaquil con la noticia de la aparicion de esa armada;

hizo virar su goleta i presentó á Brown la popa provocándole á perseguirla, como sucedió en efecto. El objeto que Villamil se propuso fué distraer así la atencion del comodoro para que, entre tanto, tuviera el posta tiempo de llegar oportunamente á Guayaquil. Hizo mas: se acercó á la bateria de Punta de Piedra, donde habia de seis á ocho cañones i catorce milicianos, i aconsejó al sarjento Canáles que hiciese fuego contra los dos buques que estaban á la vista andando á remo i vela en persecucion del de Villamil. Canáles, en efecto, al acercarse aquellos, rompió de súbito sus fuegos, i Brown se detuvo á contestarlos. Entre tanto, avanzaba el posta para Guayaquil, que era lo principal, i el comodoro, detenido caprichosamente por dar primero en tierra con Canáles, como si algo valiera su resistencia, perdia la marea para llegar á la ciudad. Brown, como era de suceder, apagó la bateria de Canales, pero dió tiempo á que Guayaquil se preparase para la defensa.

Al llegar el posta, se puso efectivamente la ciudad en movimiento i se arrastraron algunos cañones á la orilla del rio. Desprovista del todo por entonces estaba la plaza de fuerza veterana, i á lo mas se contaban cuarenta hombres del Real de Lima; i con todo, al amanecer del dia 10, se presentó ya formado i armado el cuerpo de milicias á cuya cabeza fueron puestos el coronel Bejarano i el teniente coronel Carbo.

A las diez del dia apareció Brown con dos buques; i los dos cañones, situados media milla abajo de la ciudad á órdenes del oficial de marina don Juan Ferrusola, rompieron los fuegos. Ordena Brown que acerquen el bergantin en que

él venia hasta un tiro de pistola del lugar de donde partieron los fuegos, i aunque el práctico del rio, encargado de dirijir la maniobra de la nave, le manifestó con insistencia que cambiaba ya la marea, Brown, con pistola en mano, se hizo obedecer sobre la marcha i del modo que lo quiso.

Como efectivamente bajaba la marea sucedió lo que temia el práctico i no pudo virar el buque, i esto precisamente cuando ya se habia empeñado el combate con vivísimo fuego por ambas partes. Al observar Bejarano las dificultades en que se habia metido la nave, ordenó que parte de sus soldados continuasen haciendo fuego, i que la otra, llevando las bayonetas á la boca, se lanzasen á nado i la abordasen. Este arrojo intimida al enemigo que de seguida abandona la cubierta, i casi la mitad de la tripulacion paga con su vida la temeridad del comodoro. La otra mitad fué salvada por don Manuel Jado que, embarcándose en una canoa alcanzó á llegar al bergantin en tiempo i decir gritando á sus soldados: Estais manchando vuestra victoria; cuartel á los vencidos. Los vencedores se calmaron, i Brown debió la vida á Jado.

La goleta que se habia puesto á la capa durante los conflictos del bergantin, aprovechó, despues de rendido este, de una ventolina que sobrevino á tiempo, i voló por ir á dar la noticia del suceso al segundo jefe de la escuadrilla.

El gobernador Vasco Pascual envió al jóven Villamil, á quien se le debia el que la ciudad se defendiera tan oportunamente, á que conferenciase con Brown, i Brown pidió se le permitiese escribir á su hermano, que hacia de segundo je

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