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fe, i el gobernador accedió á la demanda. Si no por compasion, era preciso contemporizar cuando ménos por conveniencia, porque la escuadrilla, todavia compuesta de dos corbetas i una goleta de guerra, i pudiendo ser armados tres grandes i buenos buques de los apresados, podia tambien presentarse á la ciudad i reducirla á ruinas.

Aun mediando ya tal especie de arreglo, subsistian los temores en su fuerza, i fué necesario apercibirse de nuevo i con mayor cordura para la defensa. Levantóse inmediatamente una compañia de voluntarios, compuesta de los jóvenes de Guayaquil en número de 150, á cuya cabeza se puso el citado Villamil. Entre esos jóvenes, que entónces hicieron de soldados, se contaron don Vicente Ramon Roca i don Francisco de Paula Laváyen que, andando los tiempos, llegaron á ser, el primero presidente de la república i el otro coronel de sus ejércitos.

No tardó en presentarse la escuadrilla, pero fondeó fuera de tiro. La compañia de voluntarios se puso á su frente i se estuvo á la mira, i con todo no salió un solo tiro ni de una ni de otra parte. Desembarcaron el capitan Bouchart i el cirujano Santfourt como parlamentarios, i por medio de Villamil, que hizo de intérprete, propusieron devolver los ochenta prisioneros juntamente con las presas que tenian, con ecepcion de la Consecuencia i la Gobernadora (esta era propiedad de Jado, el salvador de la vida de Brown), á trueco de que dejaran libres al comandante de la escuadrilla i á cuantos desgraciados habian sobrevivido al combate. Uno de los prisioneros de Brown era el señor Mendibu

ro que venia á relevar á Vasco Pascual en la gobernacion de la plaza, i esta consideracion, sobre otras varias, decidió la aceptacion de la propuesta. El convenio se ajustó el 16 del mismo mes, i el 18 se verificaron el canje i rescate de prisioneros i presas.

Ver á un corto número de milicianos, que no habian combatido nunca, abordar á nado i con las bayonetas agarradas con los dientes un bergantin de guerra, debió ser espectáculo de aquellos que prueban á todas luces el arrojado valor de cuantos lo emprendieron, i debió servir de ejemplo, como ha sucedido, para que los hijos de Guayaquil conserven sin mengua ninguna la fortaleza i brios que manifestaron sus padres.

VI.

1817. El presidente Móntes fué sustituido por el teniente jeneral don Juan Ramírez, español de carácter severo i desconfiado, i de fisonomia agresiva, aunque bastante hermosa. Hizo su entrada el 26 de julio de 1817, i tuvo la mala suerte de hacerse aborrecer desde los primeros dias con la publicacion de su programa gubernativo, en el cual prometió castigar con rigor, sin remedio i en el acto cualquiera tentativa que tendiese á perturbar el órden del gobierno (1). Atribuyérase á la conducta suave i

(*) "Seré tan inexorable, dijo, en esta materia (en la de conspirar contra el órden público) que ni el carácter mas alto, ni la calidad mas distinguida, ni el fuero mas privilejiado, ni las recomendaciones mas poderosas ni otra circunstancia alguna eximirán á ninguno de espiar en el último suplicio un crímen calificado de esta clase...."

atinada de su antecesor la tranquilidad de estas provincias, i veníase ahora con indiscretas amenazas á lastimar el orgullo patrio, en circunstancias en que los ánimos ajitados con lo que se hacia por los pueblos setentrionales solo necesitaban motivos, ya que no pretestos, para seguir sus huellas. El constantemente arrugado ceño de Ramírez demostró de claro en claro á los patriotas que era hombre de llevar á ejecucion sus amenazas, aunque no hubiera tentativas, i como brote mas que natural del pecho humano, se vieron, se hablaron i concertaron para sacudirse de las tiranías del nuevo presidente.

El doctor don Antonio Ante, uno de los capitanes patriotas del año nueve, habia logrado conservarse oculto librándose de cuantas persecuciones se le hicieran. El odio ya tan jeneralmente manifestado contra Ramírez le animó á tentar una conjuracion i, concertándola con don Eusebio Borrero, habló i se arregló con los patriotas de las provincias comarcanas, con quienes quedaron ajustados el dia i el modo de ponerla por obra. El Nuevo reino de Granada, aunque al parecer completamente pacificado, mantenia vivo el fuego oculto entre las cenizas á que Morillo lo habia reducido, i por este motivo se conservaba en Quito acantonada una gruesa guarnicion de tropas. Ante i Borrero, por lo mismo, no estaban en el caso de pensar en ninguna organizacion de ejército ni siquiera en la de algunas guerrillas, i se fijaron en un proyecto de fisonomia horrenda, á la verdad, pero, en su entender, el único i mas conforme con la guerra á muerte, declarada i llevada á

ejecucion desde Venezuela hasta los otros pue

blos del Sur.

Por febrero de 1818, juéves santo, dia en que desde bien temprano se consagran sus horas á visitar los monumentos, i que, por este motivo, daban por supuesto el que los soldados andarian esparcidos, de uno en uno ó en pelotones, por los cuarenta templos i capillas que tiene Quito; debian estar reunidos i ocultamente armados de puñales i cuchillos cuantos estaban comprometidos para la conjuracion. Los jóvenes patriotas de Ibarra, Otavalo, Latacunga i Ambato, capitaneando de seis á ocho hombres, i los de los pueblos de las cinco leguas, venidos paulatina i sucesivamente en distintos dias i alojados en diversos barrios, debian estar en la ciudad en los tres primeros dias de la semana santa; i cierto que habian llegado ya unos cuantos á vuelta de la mitad de la cuaresma, i andaban afilando sus puñales á sombra de tejado. La conspiracion, valga la verdad i quede para siempre condenada, estaba reducida á representar las vísperas sicilianas, en que habian de perecer todos los españoles; venganza impia i tremenda de los pueblos, cuando su impotencia i desesperacion no les depara otro remedio contra la tirania, como si una conspiracion tal no fuera el peor de los remedios i mas tremendo que el mismo mal.

Continuaban ajitándose aquellos pasos i se esperaban con ansia i con horror juntamente el dia i hora señalados, pues se habia logrado guardar el secreto por algo mas de tres meses.

Don Joaquin Aviles, patriota de los acendrados, habia contado para la empresa con el jóven Ignacio Hidalgo, quien quedó comprometido con

ardor i buena fé. Hidalgo tuvo la lijereza de medio revelarla á una señora peruana, íntima amiga, si no algo mas, de don Ignacio Arteta i, poco ménos, del español Pérez Saravia; i la señora la comunicó al primero. Este la denunció inmediatamente, aunque de un modo incompleto i vago, en los propios términos que la habia referido Hidalgo; esto es, sin dato cierto ni pormenores, i no mas. La vaguedad de la denuncia i la falta de pormenores hicieron que no se persiguiese la conjuracion, i el presidente, á quien se le dijo en un pasquin:

"Tente, Ramírez,
Tente en tu silla,
No te suceda

Lo que á Castilla;"

se contentó por entonces con doblar su vijilancia. Obra de la relajacion del secreto, á no dudarlo, fué el que algun realista descubriera el paradero del Dr. Ante en Quito, con la circunstancia de que moraba en su propia casa; i este simple descubrimiento bastó para que desapareciera la conspiracion. Véase como.

Ramírez disfrazó á un soldado de campesino, i el soldado, vestido de poncho, zamarros i mas abios de mayordomo, entró á caballo en casa de Ante en una tarde mui lluviosa preguntando por él á nombre de don Juan Ponce, cuyo patriotismo era mui conocido, i de cuya hacienda de Chillo (dijo el soldado) le traia una carta. Los criados de la casa no conocieron el disfraz, i como el supuesto mayordomo insistia en no poder entregar la carta sino personalmente i en mano propia, porque tal era la recomendacion

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