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reputacion de Bolívar como hombre público, pues desde entónces comenzó a cobrar aquella fama que posteriormente le llevó hasta la mas elevada cumbre.

En desempeño del encargo que le confiaron, comenzó a obrar activamente contra los enemigos; abrió las operaciones de su corto ejército contra Tenerife que obstruia la libre comunicacion del Magdalena, i se hizo dueño de ese punto el 23 de diciembre de 1812. Siguió luego persiguiendo a los realistas hasta Mompos, i como esta marcha no habia sido prevenida, Labatout, el comandante en jefe, encelado ya de los triunfos del subalterno, pretendió que fuera juzgado en consejo de guerra. El gobierno de Cartajena, apreciador de los servicios que Bolívar acababa de prestar, no solo desechó tal pretencion, sino que le nombró comandante militar de Mompos, de donde pasó á invadir Ocaña, que tambien la ocupó despues del triunfo de Chiriguaná.

En seguida partió para Pamplona llevándose cuantos elementos de guerra pudo reunir; arrojó a unos enemigos de Aguada, venció a otros en Arbolédas, Yagual i Sancayetano, i puso al coronel Correa en tantos apuros, que le obligó a concentrar sus fuerzas en la villa de Cúcuta. Por febrero de 1813 mandó Correa que sus tropas acometiesen a Bolívar por retaguardia, i Bolívar burló las intenciones del enemigo con un movimiento acertadísimo. Luego, volviendo la cara por otro camino, acometió contra los reales enemigos, i los ocupó despues de cuatro horas de combate.

Ocupados ya los valles de Cúcuta por las tropas republicanas, viniéronle a Bolívar los deseos de libertar a Venezuela, entónces resguardada por seis

mil hombres, comandados por el capitan jeneral don Domingo Monteverde, que vivia saboreándose con sus últimos triunfos. Ardua, por no decir descabellada, parecia esta empresa; pero Bolívar, para quien todo era hacedero, habiendo buena voluntad i resolucion, se dirijió al congreso de la Union pi diéndole su autorizacion para llevarla al cabo; i sin esperar respuesta, se puso al punto a organizar el ejército que pensaba conducir. Un desacuerdo que sobrevino entre Bolívar i el coronel Castillo detuvo por entonces la realizacion del proyecto; mas el gobierno jeneral se avino mui luego con la idea del atrevido jóven, i quedó resuelto que se verificaria la campaña. Por desgracia, se le impusieron ciertas condiciones que forzosamente debian oponer estorbos a la actividad con que convenia obrar.

Bolívar ordenó a Castillo que partiese con ochocientas plazas para Grita, a donde habia ido a fortificarse el realista Correa, hecho ya brigadier; i Castillo, desalojando de su puesto al enemigo, correspondió cumplidamente a sus deberes. Bolívar, mientras Castillo desempeñaba su encargo, reunió en Bailadores quinientos cincuenta soldados de todas armas, cinco morteros, cuatro piezas de batalla i un parque de infantería compuesto de ciento cuarenta mil cartuchos embalados. Pobre i por demas era, como se ve, el tren de la espedicion que aparejaba nada ménos que para combatir contra seis mil hombres aguerridos i acaudillados por un capitan de fama, tanto por su valor como por el exeso de sus crueldades. Detenido Bolívar por estorbos que no habia entrado en cuenta, i firme en sus ideas i conviccion de que la defensa de la independencia granadina debia hacerse en Venezuela, con cuya ocupacion quedarian aseguradas las em

presas ulteriores; logró al cabo hacer participantes de igual conviccion a los que dirijian entonces los destinos de N. Granada. El señor Tórres, que estaba a la cabeza de ella, no pudo resistir a la fuerza de los razonamientos de Bolívar, i remedió como pudo sus necesidades i le proporcionó cuanto estuvo en él para que saliera con la espedicion.

Aun se presentaron dificultades de otro jénero, que al fin fueron vencidas; i Bolívar, dejando en Cúcuta una corta guarnicion de las milicias de Cartajena, se arrojó a la mar como decimos.

Entró en tierras de Venezuela, en Mérida, el 30 de mayo de 1813, donde encontró cien infantes republicanos, organizados i comandados por el capitan Campo Elias. La guerra por esas tierras habia comenzado inclemente desde que se levantó: los españoles, puestos bajo las órdenes de don Antonio Tíscar, cometian insólitas crueldades en Barínas, i el coronel Briceño (por apodo El Diablo) i otros republicanos exaltados, incurriendo, en son de represalias, en las mismas o peores demasias, devolvieron tormento por tormento (*). De aquí tomó orijen aquel sistema de guerra a muerte que alcanzó a manchar tambien las glorias de Bolívar, aunque hasta entonces no habia tenido parte ninguna en tales flaquezas. Lo cierto es que desde esta épo ca, a ejemplo de Monteverde, la guerra, bárbara

[*] En la minuta de proposiciones que el bárbaro Briceño estendió en Cartajena para llevar la guerra a Venezuela, su patria, se hallan, entre otras, las siguientes: "Novena: para tener derecho a una recompensa o a un grado, bastará presentar cierto número de cabezas de españoles o de isleños cana. rios. El soldado que presente veinte será hecho abanderado en actividad: treinta valdrán el grado de teniente: cincuenta el de capitan, etc."

por solo ser guerra, fué espantosa, atróz, infernal, como las de los tiempos de Atila o Tamerlan. Lo cierto es que por graves i premiosos que hayan sido los motivos que forzaron a Bolívar á endurecer su corazon, i a esponer su propia fama i aun la de la causa americana, no debió espedir aquel espantoso decreto de guerra a muerte, fechado el 15 de julio, porque ni el ejemplo que da el enemigo ni las repeticiones de él pueden jamás autorizar ese talion de diente por diente, símbolo pregonero de la barbarie, ya caduco, proscrito i maldecido desde muchos siglos atras. "Españoles i canarios, dice este decreto, datado en Trujillo, contad con la muerte aun siendo indiferentes si no obrais activamente en obsequio de la libertad de América. Americanos, contad con la vida aun cuando seais culpables."

Harto fascinadoras son las razones que el mismo Bolívar adujo para justificar la espedicion de su decreto. La razón humana, sin embargo, tiene que rechazarlas sin meditacion ni siquiera exámen, pues hai acciones que al dejarse ver llevan consigo la condena. Que los españoles de esa época, los mas de ellos pulperos i jente sin temor de Dios ni educacion, aparecidos de entre el fango de esa revuelta jeneral, apuraran los tormentos i los asesinatos; a ellos debió dejárseles con su sistema, porque la causa de la humaniead es, en todo caso, mas elevada i veneranda que toda otra, aun la de la libertad misma, ya que el término de esta debe ser asegu rar el bien i derechos de la primera.

La vanguardia de Bolívar, a órdenes del valiente Girardot, venció al realista Cañas en Aguaobispos, i le tomó cien prisioneros, sus armas i municiones. Pero ni este corto triunfo ni las elocuen

tes proclamas de Bolívar con que intentaba levantar en globo a toda Venezuela, fueron suficientes para mejorar su mala situacion ni hacer perder al enemigo la demasiado ventajosa que tenia. Bolívar conservaba a su frente a Monteverde: el coronel Cevallos, a quien habia reforzado Correa por Maracaibo, le amenazaba desde Coro: señoreábase Tíscar en Barinas con sus dos mil quinientos hombres; i para colmo de conflictos el gobierno de la Union le ordenó que suspendiese la marcha, con motivo de las rotas que habian padecido las armas republicanas en Cartajena, Santamarta i Casanare, i con motivo de las guerrillas realistas que se levantaron en Grita i Bailadóres, a espaldas del caudillo republicano. No por esto se abate la fortaleza de ánimo de Bolívar; ántes, tomando su persuasiva i seductora pluma, demuestra a toda luz la imperiosa necesidad de seguir adelante las operaciones, i la poca i ninguna aprehension que debian causar aquellas derrotas. Estaba convencido, i con razon a juzgarse por los acontecimientos posteriores, de que el punto principal para las maniobras de los patriotas era Venezuela, sin el cual no cabia ni podia obtenerse la independencia de N. Granada. La claridad i temple con que se esplicó Bolívar ilustraron la opinion pública que se deci dió por la de la Union tuvo congreso suya, i el

que darse a partido.

Tíscar, aunque dueño de una gran fuerza, no tenia talento ninguno para la guerra; i Bolívar, conociendo la incapacidad de este enemigo, se dispuso, con preferencia a todo, a destruir la division de Tíscar para luego engrosar con ella misma las filas republicanas, i avivar así la fuerza moral del pueblo que pensaba libertar. Atravesó la cordillera

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