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podia olvidarse de la sublevacion de los de Portocabello en 1812, causa por la cual los patriotas vivian en incesante inquietud, temiendo, como era probable, ver repetidas las matanzas decretadas por Bóbes, Moráles i Rosete. Acosados así los jefes patriotas por todas partes, i temiendo caer en manos de los enemigos si no apuraban sus esfuerzos á fin de salvarse, determinaron Arismendi i Mendoza que se fusilase á diez i ocho prisioneros de los mas turbulentos que habia en Carácas. Asimismo, el coronel Leandro Palácios dirijió á Bolívar una representacion, manifestándole que no podria responder de la plaza de la Guaira en los momentos de peligro que iban acercándose á medida que se acercaban las fuerzas enemigas. "No tendré, dijo, como hacerlas frente, cuando tambien tengo que resguardar á tantos prisioneros, i cuando es de temerse que estos se aprovecharán oportunamente de tan buenas circunstancias, para libertarse i acometer á los que los custodian.

Todo esto, por desgracia, era mas que probable, i Bolívar cerrando sus ojos i corazon dió, inhumano, la órden de que pasasen por las armas á todos los prisioneros. La malhadada sublevacion de los de Portocabello en 1811 la tenia fresca en la memoria, i el temor de una repeticion resolvió el sacrificio de tantos desgraciados. La monstruosa ejecucion de ocho cientos sesenta i seis hombres, entre españoles i canarios, comenzó á verificarse desde el 8 de febrero, i no acabó sino á los ocho dias. Parécenos, al relatar este suceso, que vamos tratando de pueblos i siglos mui lejanos, o que estamos asistiendo á las puertas del tribunal revolucionario de Paris para acompañar llorosos á las víctimas que dia

por dia se llevaban á la plaza de la Revolucion. Bolívar, asustado sin duda de su propia obra, publicó un nuevo Manifiesto, con fecha 24, para justificar su procedimiento; pero ya lo hemos dicho i lo repetiremos sin término: hai acciones que nunca, nunca, pueden absolverse. Bolívar, cierto, habia insistido hasta por siete veces en regularizar la guerra, i Monteverde rechazádole por otras tantas i seguido cometiendo barbaridades; pero Bolívar no debia parecerse en nada á Monteverde, cuanto mas en mancharse con la sangre con que este andaba manchado desde tiempos atras.

Los ejemplos que presenta la historia en casos semejantes, los ríjidos principios de la política i la guerra, la salud pública, cuanto se invoque para sincerar los derramamientos de sangre; son ejemplos que las historias refieren, i los doctrinadores asientan, mas bien para tenerlos presentes i huir de ellos, que no para seguirlos; son ejemplos i principios que la civilizacion i el tiempo los han modificado, atemperado i hecho caducar. La causa de la humanidad impone uno como respeto sagrado á todas las reglas de la política i la guerra, porque la causa de la humanidad es la causa de Dios, i harto fátuos seríamos si quisiésemos aplicarlas contra el Criador de quien el universo ha recibido el soplo de la vida.

Rosete, por los mismos dias, devolvia á la república crueldad por crueldad, no mandando fusilar, sino asesinar hasta mujeres i niños.

Como el triunfo en Victoria no mejoraba la situacion de Bolívar, se ocupó en aumentar sus fuerzas para hacer frente al infatigable Bóbes.

Bolívar escojió discreta i atinadamente el pueblo de Sanmateo para asentar su cuartel jeneral, i mandó construir fortificaciones de campaña para resistir á los cuerpos de caballeria enemiga. Reunió al efecto mil docientos infantes, seis cientos de á caballo i cuatro piezas de batalla. Hallábase obligado á mantenerse á una simple defensiva i sin otra esperanza, remota por cierto, que la llegada de los tres mil quinientos hombres ofrecidos por Mariño, é ilustrados, eso si, en las campañas de Cumaná i Barcelona, i comandados por capitanes distinguidos, como los coroneles Valdes, Bermúdez i Arriaga.

La acompasada i flemática marcha de Mariño, que se ocupaba en operaciones mui secundarias, dió lugar á que el vijilante i activo Bóbes emprendiera las suyas contra el Libertador, contando como segura su destruccion con los seis mil hombres de que disponia. Bóbes, como otros soldados de fortuna, ó de ordinario ilusos, fantaseaba ya á sus anchas creyéndose llamado á pacificar del todo á Venezuela i volar ufano en seguida para las tierras granadinas. Bolívar hizo fortificar el paso de Cabrera i situó diferentes cuerpos de infanteria en los del rio Aragua i en las calles de las poblaciones inmediatas á su cuartel jeneral.

Bóbes ocupó el pueblo de Cagua, i habiendo pretendido vadear el rio fué rechazado por el jeneral Montilla, i se retiró á la altura llamada Monte, donde se conservó hasta el dia 28. En este se vino i acometió con todas sus fuerzas á

Bolívar, quien, acompañado del jeneral Lino Clemente, dirijió los fuegos en persona i rechazó las cargas del enemigo que las repitió hasta

declinar el dia. Reforzó Bolívar el Calvario con una coluna puesta al mando de Villapol, el cual fué á dar allí con su sepulcro, pues pereció en el combate que mui luego tuvo que sostener. El hijo de este coronel vengó la muerte del padre, ya que logró desalojar á Bóbes de las casas que habia llegado á ocupar, i aun á herirle gravemente. Venida la noche, se retiró este á su campamento del Monte.

Campo Elias, español que servia en las filas republicanas, fué herido casi al mismo tiempo que Villapol, i murió tambien poco despues. No se sabe porqué motivo odiaba Campo Elias con tanto rencor á sus compatriotas, i aun casi no cabe perdonársele el modo como contra ellos se espresaba: "Despues que matara á todos, decia, me degollaria yo mismo, i así no quedaria ninguno.

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El 9 de marzo supo Bolívar que Rosete se dirijia con tres mil hombres hácia Carácas, i no obstante la escasez de tropas con que se defendia en Sanmateo, no trepidó en desprenderse de trecientos soldados escojidos que despachó en ausilio de la amenazada ciudad. Esta coluna llevó á su cabeza al mayor jeneral Mariano Montilla.

Bóbes intentó un segundo asalto el dia 11, i fué nuevamente rechazado, bien que á costa de muchos republicanos que quedaron fuera de combate. El 16 ordenó Bolívar que el coronel Masa i el comandante Tomas Montilla cargasen contra los cuerpos de caballeria apostados á orillas del Aragua, i en efecto los desalojaron i persiguieron hasta Cagua.

Mejorado ya Bobes de sus heridas emprendió el 20 un nuevo ataque, pero fué acribillado

á balazos por los bien dirijidos fuegos de la infantería i artillería de Bolívar. Los menoscabos ocasionados por tan estériles ataques iban creciendo dia a dia, i las mal disciplinadas tropas de Bóbes entrando en desaliento; i esto le determinó á dar un combate jeneral que pudiera concluir con resultados decisivos. Dispuso para ello que una gruesa coluna atacara por retaguardia al cuerpo republicano que, asentado en las alturas, defendia la izquierda del Libertador, i que de seguida bajase rápidamente á tomarse el parque.

Ejecutóse como lo habia ordenado, i luego Bóbes mismo acometió de frente con todas sus fuerzas, entrándose por las llanuras de Sanmateo en la madrugada del dia 25. El arrojo con que entraron fué vano sin embargo, pues las tropas de Bóbes, aunque atrevidas por demas, peleaban solo por su cuenta, sin arte ni regla, i fueron á estrellarse contra los atrincheramientos republicanos. Pero si fueron rechazados por el lado principal, se hallaban por otro á punto de obtener una gran conquista.

No mas que cincuenta republicanos defendian la llamada Casa de injenio, propiedad de Bolívar, en que estaba depositado su parque bajo el resguardo del capitan Antonio Ricaurte, i una gruesa coluna enemiga se dirijió hácia ella Bolívar observó este movimiento mortal para su causa, puesto que iba á privársele de su mejor elemento; mas como no podia abandonar los puntos que defendia, ni cabia defender al mismo tiempo la casa de injenio, se resolvió á sobrellevar resignado su desgracia. Viéndose Ricaurte acometido por tantas fuerzas, conceptuó inútil

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