Imágenes de páginas
PDF
EPUB

tander de que era jefe, siendo este cuerpo, del cual se habia hecho cargo el ayudante mayor Pallares, el que se distinguió mas en la jornada. El español Míres, jeneral de brigada al servicio de la república, fué el que en el combate dió las primeras cargas i aseguró la victoria.

Sucre, obtenido el triunfo, hace un movimiento de conversion para acometer al presidente que habia tocado ya en Babahoyo; mas Aimerich tuvo un informe oportuno del descalabro de González i se retiró precipitadamente con su division. Las tropas de Sucre alcanzaron, no obstante, a picar la retaguardia enemiga i apoderarse de algunos hombres, municiones i caballos. Aimerich descansó algunos dias en Guaranda por recojer a los dispersos, i concentró de nuevo sus fuerzas en Riobamba.

Pendiente aun, como estaba, la incorporacion de Guayaquil a Colombia, Sucre trató de aprovecharse de la influencia que le diera el triunfo de Yahuachi, i se fué de nuevo con tal intento a dicha plaza. Logró, en efecto, reunir parte del cabildo, i logró tambien que declarara este que, hallándose la provincia decidida a pertenecer a Colombia, se convocase al colejio electoral para dentro de quince dias, a fin de que resolviese la contienda en este sentido, i se espidió realmente la convocatoria. Sin embargo, como no habia tal decision en la provincia, i Sucre se habia tambien ausentado de nuevo, el colejio no se reunió, i la contienda, mas que en su ser, quedó encrespándose dia a dia.

El jeneral Sucre que, con la espedicion de la convocatoria, creia haber adelantado bastante en la materia, se volvió a su campamento de Babahoyo i apuró la salida de sus tropas a fin de acometer al presidente antes que perdieran los brios adqui

ridos en Yahuachi. Conforme a las instrucciones que dejara a su salida de Babahoyo para Guayaquil, habian salido tambien ya dos cuerpos de jente colecticia, destinados, el uno para Cuenca con trecientos hombres capitaneados por el coronel Luco por el camino de Naranjal, i el otro, de igual número, a órdenes del comandante Illingrot, camino de Zapotal para Latacunga. Los movimientos de estos cuerpos tenian por objeto distraer la atencion de los españoles por distintos puntos.

Sucre con el grueso de su division, obra de mil trecientos hombres, siguió por la derecera a Guaranda i ocupó este asiento el 2 de setiembre. Una baja como de docientos hombres, entre enfermos i desertores, i la falta de caballos detuvieron al je neral por algunos dias en Guanujo; mas supo aquí que Illingrot, dueño ya de la Latacunga i sus contornos, i ausiliado por los patriotas de la sierra, avanzaba, aunque con poca jente, para Quito.

El presidente Aimerich supo casi a un tiempo la aparicion de Illingrot por Latacunga i que Sucre, separándose del camino ordinario de Mocha, habia tomado el de la izquierda por la falda occidental del Chimborazo, como con ánimo de dejarle a retaguardia i seguir de largo para Quito. Inmediatamente dió órden para que su ejército se moviese de Riobamba, i caminando casi a un compas i pa ralelamente godos e insurjentes, vinieron los primeros a situarse en ese mismo campo de Huachi que, diez meses antes, fué tan desastroso para nuestras armas. Apénas hai una diferencia de veinte cuadras entre los dos palenques de Huachi, tan aciagos para la causa de la independencia.

El 12 de setiembre fué el dia en que los ejércitos llegaron a medir sus armas. Los españoles te

nian arrimada la infanteria a los cercos i arbolado de la hacienda, llamada tambien Huachi: contaban con mayor número de fuerzas i, sobre todo, con una lucida caballeria, propia para la llanura en que iba a lidiarse. Sucre, por esta razon, trató de evitar el combate para hacerse de otra posicion; pero Míres, el héroe de Yahuachi, a quien no podia desatender, opinó ahora, como entónces, que convenia llegar a las manos cuanto ántes, i prevaleciendo en mala hora este parecer, se dió la órden de combatir. Crudísima, tanto como la anterior de Huachi, fué esta segunda jornada; pero la infanteria republicana, despues de haber resistido cuanto pudo, se rindió al empuje de los jinetes españoles, i el ejército quedó deshecho. Cerca de ocho cientos hombres, entre muertos i heridos, cuarenta prisioneros con inclusion del jeneral Míres, i casi todo el armamento de Sucre fueron los trofeos de Aimerich. El comisionado, coronel Móles, que se habia quedado en Quito, como pasado Moráles a Guayaquil, fué el héroe de la jornada i el que dió la victoria a las armas españolas.

Harto costoso les fué, sin embargo, este triunfo, pues perdieron mas de mil hombres, esto es mas que los vencidos, i porque perdieron al sanguinario Payol; de modo que los pueblos de la sierra, en medio de su dolor, tuvieron a lo ménos el consuelo de haberse librado de aquel asesino que, despues de la victoria, habria vuelto a sus malos i antiguos oficios.

En la carta de Sucre a Bolívar que, con otro motivo, hemos transcrito parte de ella e insertádola bajo el Núm. 29, dice hablando del desastre de Huachi: "Ud. es bien justo para convenir que yo en Guayaquil, ligado a estrechas instrucciones, sin

socorros del gobierno i abandonado, puede decirse, a mi triste cabeza, no he correspondido tan mal a la confianza de Ud. Cundinamarca i sus divisiones en el sur han descansado un año sobre mí, i arrojádome a estas costas con unos reclutas que debian hacer frente a cuatro mil hombres; i aunque yo no sea mas que un mal soldado, no he manchado los laureles de la república. He padecido una desgra cia en que el enemigo, con regulares tropas i con doble fuerza que yo, tuvo doble número de muertos, i desmoralizacion en lugar de entusiasmo, porque mis reclutas no dejaron de recordar el comba te de Yahuachi. El enemigo no sacó otra ventaja que prolongar la campaña de Quito, i he oido de boca de los mismos jefes españoles que su única adquisicion en Huachi fué rehacerse del armamento que perdieron en aquel. Repito, mi jeneral, que creo no haber deshonrado las armas de la repúbli ca, i si Ud. conserva alguna amistad por mí, recibiré un favor de su autoridad si sujeta mi conduc ta militar a un consejo de guerra. Yo deberé a Ud. este bien como recompensa de mis trabajos en el sur, i aun me permitirá Ud. que lo exija para vindicar mi honor." Al vivo, como se ve, se hallan estampadas la moralidad i modestia de Sucre en estas pocas palabras, i justificada por demas su nombradia militar.

El vencedor se vino a Quito, donde entró el 28, i sus tropas, a órdenes del coronel Tolrá, siguieron tres o cuatro dias mas tarde a situarse en Riobamba, despues de haber saqueado i talado por segunda vez a Ambato i los pueblos de los contornos. Sucre, ántes de fugar, se dió maña en comunicar oportunamente a Illingrot el desastre; i así este jefe, que andaba ya por los suburbios de Quito, de

.

fendido por la corta guarnicion que tenia don Da mian Alba, pudo retroceder a tiempo i se salvó. Sucre, con las reliquias de su ejército i multitud de emigrados que le acompañaron, fugó por Pilaluin i llegó a Guayaquil, la plaza de amparo de nuestra independencia. En Babahoyo, donde se detuvo algunos dias, recojió a los dispersos i aun algunos de los prisioneros que habian fugado del campamento español.

La provincia de Cuenca, que habia sido siempre ocupada por el sarjento mayor Frias, fué de nuevo conquistada por el capitan realista Agualongo.

Puede aquilatarse el patriotismo de los hijos de Guayaquil por el modo con que obraron despues de la derrota de Sucre. El paisano don Mariano Orámas fué el primero que llegó a esa ciudad con la mala nueva de la derrota de Huachi, i la comunicó silenciosa i únicamente, como a las tres de la tarde, al coronel Moráles que habia quedado de comandante jeneral. Moráles le prohibió que la revelase, pena de la vida si llegaba a traslucirse por él ántes de una hora, i Orámas se guardó bien de propalarla. A las cuatro, al toque de tambores i exitando el mayor ruido imajinable, publicó por bando la derrota con todos sus incidentes sin omitir ninguna circunstancia, e invitó a los ciudadanos a que se inscribiesen como soldados para la defensa de la patria. La ciudad de entónces era mucho ménos poblada que ahora; i con todo, a las siete de la noche se corrió ya una lista de setecientos hombres voluntariamente acuartelados. El pueblo que no se para en sus desastres, sino olvidándolos pronto, se alienta nuevamente, no puede ménos que conquistar los derechos que apetece.

que,

« AnteriorContinuar »