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Salinas, quienes por manifestar honradez no quisieron fugar, aprovechando de la ocasion, i fueron bárbaramente pasados á cuchillo. La ciudad toda se cubrió de luto, llanto i amargura: nadie se atrevia á asomar ni aun á los balcones, porque era muerto en el acto, hasta que al otro dia el ilustrísimo señor obispo i los sacerdotes de mas respetabilidad, con cristos en las manos, pasaron á implorar del perjuro presidente la cesacion de los exesos que se cometian en un pueblo indefenso."

Parreño, en sus Casos raros acaecidos en esta capital de Quito. "Luego que la tropa de Lima hizo este asesinato, [el de los presos del cuartel], salió por todas las calles matando á cuantos se encontraban en ellas, sin distinguir personas, calidad ni edad, pues no se escaparon ni los niños tiernos. Hecha esta inhumana matanza, que pasan de docientos los que se han podido enumerar, i no llegaron á mas porque procuraron huir unos i esconderse otros. Salió la tropa á son de caja, i robó las casas mas ricas, tiendas de mercancias, vinos i mistelas; luego las pulperias i estancos, rompiendo las puertas á pulso i con las armas, sin haber majistrado que lo impida, porque miraron con indiferencia que se hagan los asesinatos i robos cometidos con nombre de saqueo. Se asegura que pasaron de docientos mil pesos, pues solo de la casa de don Luis Cifuentes se sacaron entalegados entre doblones i dinero ochenta i cinco mil pesos, fuera de muchas alhajas de oro, plata i piedras preciosas."

Hemos aglomerado á posta los pormenores que van insertos, pormenores tal vez escritos en la noche del mismo 2 de agosto, como lo demuestra lo desatinado del lenguaje, para correjir las apasionadas relaciones del español Torrente que, hablando

de los horrores i confusion de tan infausto dia, da á entender que el triunfo de las armas de Castilla fué obtenido en combate formal con el pueblo de Quito, cuando los mas de los asesinados pertenecian al número de los inocentes, i casi con autorizacion de los mismos gobernantes. El 2 de agosto de 1810 no fué sino una imájen del 2 de mayo de 1808 en Madrid, donde allá como aquí, el pueblo indefenso quedó sacrificado. Las armas de Castilla habrian triunfado, es por demas seguro, de las partidas mal armadas i peor fortificadas que se mantuvieron firmes hasta la entrada de la noche en la Cruz de piedra, en la Fama i en la Alameda; pero las tropas de Arredondo no eran tropas de arrojarse por donde habia peligros, i sus lauros fueron solo resultados de los asesinatos i robos.

En esa lucha desigual de algunos hombres del pueblo, en que la mayor parte, no mas que armados de cuchillos, palos i piedras, se sostuvieron por tres horas contra soldados provistos de cuanto era necesario para contar con la seguridad del triunfo, hubo sin embargo peores resultados para estos. Los realistas mismos, interesados en menguar el número de muertos de uno i otro partido, tanto por no hacer aparecer sus pérdidas, como para atenuar la enormidad de los asesinatos, confesaban que los suyos habian subido á ciento, i no mas que á ochenta los del pueblo, aun con inclusion de los asesinados en el cuartel. El comandante Dupret confesó que le faltaban como docientos de su cuerpo, i aunque esta baja pudo proceder de alguna desercion, lo cierto es que las tropas reales consumieron veinte mil tiros en esa tarde [*].

[*] Sal. Recuerdos.

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Así como así, i aun cuando no hubieran sido asesinados sino los presos del cuartel, fué siempre una agostada horrible que vino á reflejar en miniatura la setiembrada de Paris en 1792. Si va alguna diferencia, es que allá el actor fué el pueblo desenfrenado, sediento de sangre, por que hasta habia traspasado los límites de la mas furiosa anarquia, i acá fueron las autoridades, protectoras de la vida, las que decretaron los asesinatos, i las tropas regladas las que los ejecutaron.

Fortuna, i mui tamaña, fué para Quito que preponderase á la ferocidad la codicia de los soldados de Arredondo, pues merced á las vilezas de esta pasion dejó de morir mayor número de inocentes. Las casas i tiendas de los pacíficos i acaudalados don Luis Cifuéntes i don Manuel Bonilla, en que la cebaron á sus anchas, redimieron á buen tiempo la sangre del pueblo. El total monto del saqueo pasó de medio millon de pesos [*].

III.

Corridos, asesinados i robados los del pueblo, i luego perseguidos con tenacidad i espuestos á caer en manos de quienes no habian de perdonarles la vida, era natural, cuando no justo, que pensaran tomar venganza. Las violencias del 2 de agosto se habian echado á volar por los pueblos inmediatos, acaso con exajeracion, i los pueblos comenzaron á concertarse i reunirse para caer sobre sus enemigos.

El digno prelado de la diócesis, testigo de los exesos cometidos en la ciudad, lastimado de las desgracias de su rebaño i teniendo como segura una nue

[*] Continuador de Ascarai.

va lucha, si no adoptaba el gobierno un temperamento conciliador; se presentó en el palacio i, ayudado del provisor, señor Caicedo, i del orador don Miguel Antonio Rodriguez, eclesiástico mui distinguido por su elocuencia, ofreció calmar las ajitaciones de los pueblos, siempre que los gobernantes se resolvieran á hacerles algunas concesiones. El presidente, los oidores, los jefes militares i mas altos empleados meditaron debidamente i discutieron con serenidad acerca de las providencias que convenia dictarse, i celebrada la junta que convocó el primero se dió el acuerdo de 4 de agosto, que se publicó el dia siguiente [10]. A juzgarse por el contenido de sus articulos, el gobierno recibió la lei que le impuso la revolucion, i Quito, aunque vencido, sostuvo sus derechos, i quedaron abatidos los vencedores.

Obtener que se corriese un velo á la transformacion hecha en 1809 i se cortase la causa remitida al virei, de la cual no se sabia aun cosa ninguna, pudiendo en consecuencia volver á sus hogares todos los conjurados que andaban ocultos: obtener que se corriese otro velo al orijen i autores del asalto á los cuarteles el dia 2: que las tropas de Arredondo, sobre las cuales pesaba el rencor del pueblo, salieran de la ciudad i la provincia dentro de breves términos: que el nuevo cuerpo que debia levantarse en reemplazo se compusiera de los vecinos de la ciudad: que se ofreciera recibir al comisionado Montúfar con la estimacion i honores que le eran debidos; i que los incidentes ó dudas que ocurrieran sobre las causas 6 procesos reservados habian de tratarse en real acuerdo; fué obtener del gobierno la justificacion de los actos mirados como

revoltosos hasta entónces; fué imponer, hasta cierto punto, condiciones al vencedor.

En cuanto al orijen i responsabilidad de los acontecimientos del 2, fueron recíprocas las inculpaciones que se hicieron el pueblo i el gobierno; i los historiadores mismos, dejándose Ilevar de sus pasiones, hablan en sentido contradictorio. Píntalos Torrente como resultados i castigo de una segunda conjuracion tramada por los mismos presos desde los calabozos, i nuestros cronistas como consecuencias de un lazo tendido por los mismos gobernantes. Acaso uno i otros tengan razon, porque en la complicacion de los sucesos que se cruzaron no faltan, de cierto, datos en pró i en contra que dejan vacilante el ánimo para poder resolver la duda con acierto. La visita de las hijas de Quiroga, hecha desde mui ántes que sonara la campana de rebato, las visitas de las esposas de Larrea, Berrazueta i Olea (quienes naturalmente no habrian querido esponerlas á un riesgo manifiesto, caso de pertenecer ellos á la conjuracion), la circunstancia de que los cinco presos del presidio se negaron á salir, i el corto número de asaltadores; hacen discurrir que, en efecto, no estaban complicados en la conspiracion que se concertaba para libertarlos de las prisiones. No obstante lo dicho, el tiempo ha venido á revelar que Salínas, Moráles, Quiroga i otros de su partido, sabedores del piadoso deseo de sus conciudadanos para libertarlos, i celosos de la popularidad é influencia del comisionado rejio que venia á robustecer la de su familia, i á defraudar en cierto modo las glorias del 9 de agosto; fueron, si no los ajentes principales de la revolucion del 2,

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