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tancia. Entre cuantas dictó ninguna merece mencion mas especial que la estirpadora del infame comercio de esclavos.

Si en otros pueblos i otros tiempos habia sido, por lo jeneral, introducida la esclavitud como consecuencia de las guerras, acá, en las colonias americanas, tuyo por fuentes las sujestiones de la codicia. La raza americana, jeneralmente endeble por constitucion, en particular para cierta clase de trabajos a que no estaba acostumbrada, se conceptuó por los colonizadores como incapaz, si no del todo inútil, para el laboreo de las minas i el cultivo de las tierras bajas; i sin otra razon se fueron tras brazos mas robustos a buscarlos en las playas de Africa para trasladarlos a las de América, a la manera que se trasportan cualesquiera cargas. Fundándose los reyes de España en que propiamente no se establecia la esclavitud, puesto que en Africa la constituian todos los prisioneros de guerra, i que antes bien, trasladándose a estos para América, se les libraba a lo menos de la muerte, sancionaron el comercio de ellos como lícito i legal por medio de unas cuantas cédulas. Cundian pues los esclavos negros en ambas Américas, i cundian los males causados por tan menguada como infamante industria, i sin embargo los males continuaron hasta los tiempos de la guerra de la independencia. Cuando ya esta se hallaba bastante adelantada, i cuando ya varios esclavos habian dejado de serlo, haciendo guerra a los españoles, entraron en cuenta las recomendaciones i deseos del congreso de Viena, en 1815, i el tratado hecho entre España i la Gran Bretaña, en 1817; i entónces Fernando VII prohi bió el tráfico de los negros de Africa, por cédula de 19 de diciembre de este año.

Esta cédula, que ya no podia tener en Colombia valer ninguno, por cuanto, por otra lei de la República, solo quedaban vijentes las espedidas hasta antes de 1808, necesitaba por consiguiente revivirse, i el congreso de 1825 la dictó sin oposicion, i el pueblo la recibió con sumo aprecio. Aun ántes de esto, ya el congreso de 1821 habia dado otra lei acerca del modo como habian de ir manumitiéndose gradualmente los esclavos.

IV.

Política, civil i aun moralmente habia entrado, pues, la república en el camino del progreso, i a fines del año que recorremos hasta se contaba con seguras esperanzas de que iba a realizarse la inmigracion de estranjeros, eficazmente promovida por el jeneral Santander, a trueco de darles tierras baldias. Habia iguales esperanzas por las compañias de colonizacion que se estaban formando en la Gran Bretaña, i por las de minas de oro i plata que tambien seguian organizándose. Parecia que la agricultura, industria i comercio tomaban algun vuelo, se hablaba de unas cuantas empresas útiles, i por los departamentos del centro circulaba en abundancia el dinero procedente del empréstito de Goldsmiht.

Los poderes lejislativo, ejecutivo i judicial cum. plian sus deberes, i se iban aclimatando las vir tudes de las antiguas repúblicas. El doctor Miguel Peña, ministro de la alta corte de justicia, fué condenado a la suspension de su empleo por un año, por haberse negado a suscribir el fallo que pronunció este tribunal contra el coronel Leonardo Infante, acusado de homicidio, a quien se habia

impuesto la pena de muerte. Peña, hombre de jé nio altivo i violento, habia querido salvar a todo trance la vida de Infante, i con su negacion para no suscribir la sentencia, venia a relajar el procedimiento de las leyes, la majestad de la corte i el derecho mismo de las partes. Fué, pues, demasia do justo que la cámara de diputados introdujese en contra del doctor Peña la acusacion ante el senado, i que este cuerpo le condenase como a violador de las leyes, de que el mismo Peña estaba encargado de aplicarlas.

Fué tambien destituido de la gobernacion de Loja el teniente coronel Juan Nepomuceno Castro, por haberse excedido en tropelias; i así, la accion de la lei o las resoluciones superiores comenzaban a tener su imperio, i a ejecutarse debidamente en oportuno tiempo.

En medio de esta bienandanza que hasta cierto término satisfacia la vanidad de nuestra independencia, en medio de que el brillo de nuestras armas difundia su luz por do quiera que sonaba el triqui-traque de ellas, la república rodaba por rápidas pendientes e iba a sumirse en el abismo i laberinto de sus deudas. El ejército i marina, los intereses de los empréstitos estranjeros, la deuda doméstica, la avaricia de los logreros i la codicia de algunos empleados sin pundonor; se absorbian todas las rentan del Estado, i dia a dia seguian caminando de mal en peor. Ya vimos el oríjen i estado de la deuda estranjera, i ahora añadiremos que se juntó a este mal el de las maquinaciones i codicia de varios gobernantes, i el influjo de ciertos usureros que aprovechándose de su representacion política o social, obtuvieron letras de cambio para

Lóndres, i se enriquecieron por este medio a costa de Colombia.

Creia el gobierno que satisfaria el cuarto dividendo, correspondiente al primer empréstito, soluble en mayo de 1828, con las 550,000 libras esterlinas que debian parar en poder del ministro Hurtado, i resultó que, hallándose depositadas en la casa de Goldsmiht i Ca., habian quebrado los que la representaban, i quedaron perdidos 2.750,000 pesos. I no por esto queremos decir, como lo aseguraba entonces la prensa de Venezuela, que estos daños debian atribuirse a los señores Arrúbla i Montoya, cuanto mas al vice-presidente Santander, cuyas cuentas i conducta fueron aprobadas por el mismo congreso de 1825. No damos sino los resultados, pues las causas no bien averiguadas todavia, se andaban por el mismo laberinto que las deudas.

Se perdieron, asímismo, cuantos enseres de guer ra o de marina, se mercaron con el dinero de dicho empréstito a exajerados precios; se perdieron, por inservibles, las fragatas i doce goletas pequeñas compradas en los Estados Unidos en 1,245,589 pesos; pues, aunque las primeras sirvieron por algun tiempo, luego comenzaron a podrirse, í hubo de venderse puramente los cascos; se perdió la corbeta Bolivar, comprada en 156,519 pesos, que por mui mala apénas llegó a venderse en 5,454, despues de solo tres años de servicio; se perdió el bergantin Independencia, mercado en 48,000 que, por la misma razon, solo se vendió en 2,261 pesos; se perdió el navio Libertador, tomado en Europa por 80,000 pesos, que sin haber servido absolutamente, se vendió por 4,565 (*). No culpemos a nadie de

(*) Resúmen de la Historia de l'enezuela.

tanta pérdida; culpemos al tiempo en que ajentes por demas novicios, mercaderes por demas avarientos i de mala fe, i usureros por demas ansiosos de enriquecer, no podian ménos que concurrir todos al daño comun de la república. Entremos sí en cuenta la libertad con que obraban los militares, procónsules romanos a quienes se delegaban facultades ilimitadas, i quienes, repitiendo sin tregua el haber sido los libertadores de la patria, manejaban a su antojo los caudales públicos. Agreguemos a lo dicho el fraude i los contrabandos, i todo comprobará que la república no estaba comprendida, ni comprendidas las nuevas instituciones, ni los intereses de la comunidad colombiana, i ni aun las glorias adquiridas en los campos de batalla. ¿Qué importaba, en efecto, que se conquistaran tantos laureles, cuando no habian podido recojerse los frutos, estableciendo la paz de un modo firme e inspirando amor a los principios, al órden i al trabajo?

Antes de dar fin a este capítulo debemos referir dos sucesos de bastante nota, correspondientes al año de 1825. Venida la noticia de la victoria de Ayacucho, poco despues de reunido el congreso, se ocupó este al punto en conceder honores i premios a los vencedores. Dispuso que se obsequiara a Bolívar una medalla de platina, cuyo anverso debia llevar el símbolo de la victoria en actitud de estar laureando al Jénio de la libertad, i esta inscripcion: "Junin i Ayacucho, 6 de agosto i 9 de diciembre de 1824." En el reverso debia llevar una guirnalda formada de olivas i laureles, i este letrero: "A Simon Bolívar, Libertador de Colombia i del Perú, el congreso de Colombia; año de 1825." A Sucre se le obsequió una espada de oro, que debia presentársele a nombre del congreso, i a los oficia

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