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El coronel Gala, jefe de la primera coluna, entra en efecto sin oposicion alguna en Barinas, pero la halla desierta, porque vecinos, armas, municiones i hasta los archivos públicos se habian trasladado a un punto fortificado. Se le privó, ademas, de todo bastimento, i luego se le requirió por el comandante de armas, Guerrero, i por el intendente del Orinoco, coronel Conde, para que la desocupase; i Gala, conocida la opinion de los habitantes de la provincia, tuvo que retirarse. Dias despues, el mismo Guerrero, de concierto con otros jefes, promovió el rehacimiento, en favor del gobierno, de algunos cantones i parroquias de la provincia de Apure, i se apresuró a reunir caballos i otros elementos de guerra para un cuerpo de mil llaneros montados.

Fuera de estos sucesos que iban a parar en daño de los facciosos, el jeneral José Tadeo Monágas, desde muchos dias ántes, organizaba un grueso cuerpo de tropas en el canton de Maturin para sostener la causa del gobierno. I luego, habiendo ocupado el jeneral Rafael Urdaneta, con trecientos hombres, la parte occidental de la provincia de Carabobo, se conmueven otros pueblos, se le pasan seiscientos voluntarios que comandaba el coronel Uslar, abandonan al coronel Torréllas los que capitaneaba, i Peña i Cistiaga son aprehendidos i enviados presos a Maracaibo.

El jeneral Paez, en resúmen, no contaba con otra fuerza efectiva en Valencia, donde se hallaba, que con el batallon Anzoátegui, ciento veinte Lanceros de la Victoria i cien Guias; pero Bolívar, que no conocia aun aquellos sucesos favorables, i temiendo siempre ver ya encendida

la guerra civil, se determinó a sufocarla por medio de un procedimiento, si no merecido de parte de los culpados, acertadísimo i prudente para la causa pública. Espidió, con fecha 1o de enero de 1827 un decreto, por el cual nadie podia ser perseguido, juzgado ni castigado por sus actos, discursos u opiniones, procedentes del deseo de las reformas; concedia la mas completa seguridad de los bienes i empleos de los comprometidos; continuaba a Paez en el ejercicio de su autoridad con la denominacion de Jefe superior de Venezuela; se reconocia al jeneral Mariño como intendente i comandante jeneral del departamento de Maturin; se disponia que, despues de publicado este decreto, se reconociese i obedeciese la autoridad del presidente de la república, debiendo castigarse todo acto de hostilidad posterior como delito de Estado; i prometia, en fin, dar el decreto de convocatoria para la convencion nacional. Espedido el decreto, se lo envió el mismo dia al jeneral Paez, que continuaba en Valencia.

Paez, o pagado de tanta jenerosidad, o por lo mal parada que andaba su causa, o arrepentido de los males que causara a la patria, escuchó la voz de su amigo i compañero, acató la de la razon, i espidió, a su vez, otro decreto reconociendo la autoridad del presidente, derogando el de convocatoria para la reunion del congreso de Venezuela, i disponiendo que se recibiese al Libertador en triunfo, con arreglo a lo dispuesto por la última lejislatura de Colombia para cuando este volviera del Perú.

Obtenida así esta muestra de respeto a la autoridad, Bolívar dió el 3 del mismo enero una

proclama anunciando el restablecimiento del ór den: "Ahoguemos, dijo, en los abismos del tiempo el año de 26... yo no he sabido lo do." ¡Cuánto decir con esta sola frase!

que ha

pasa

Tras término tan peregrino de una rebelion que habia ajitado a toda Colombia, i esperanzando a los enemigos de la tranquilidad pública, a los ambiciosos i pérfidos, ver ensangrentado el suelo de ella, i reñir a dos capitanes de los mas esclarecidos; el jeneral Paez aun tuvo el singular denuedo de pedir que le juzgasen por medio de un tribunal competente para vindicar su memoria. Bolívar, por otra especialidad de su índole, le dijo en contestacion que diese gracias al cielo por los triunfos obtenidos contra los enemigos de la patria, i que, léjos de conceptuarle culpado, le reconocia como al salvador de ia república. Casi es imposible dar crédito a este decir, i ántes habrá de confesarse que las prendas de los grandes hombres van frecuentemente acompañadas de estravagancias, i hasta de locos desatinos a veces.

Cambiadas estas recíprocas muestras de reconciliacion, el presidente se puso, el dia 4, en ca. mino para Valencia, i el jeneral Paez salió a recibirle al pié del montezuelo Naguanaga, i se dieron cordialmente estrechísimos abrazos.

1827. Dias despues, salieron juntos con direccion a Carácas, donde entraron el 10, en medio de la algazara con que el pueblo quiso festejar a sus dos ídolos i la concordia. Bolívar volvia a su techo despues de unos cuantos años de ausencia, i sus paisanos contemplaron con admiracion i orgullo a ese hombre fundador de tres grandes

naciones, i de una fama que ya cundia por el mundo.

El Libertador habia regalado al jeneral Paez una hermosa espada, i es lengua que, brindando este en un convite de los muchos que se repitieron, dijo: "La espada de Bolívar está en mis manos. Por vosotros i por él iré con ella a la eternidad."¿Quién hubiera dicho a Paez que la posteridad recordaria sus palabras para echarlas a la cara, llegado el tiempo en que se aquilatan las acciones de los hombres?

Principiaba el Libertador a ocuparse en reparar los males causados por la discordia, cuando, con motivo de haber querido algunos satisfacer enconos orijinados por la revolucion que acababa de sufocar, cambió enteramente de su política conciliadora; i él, que solo habia hablado de reconciliacion; él, que aun prohibiera se hablase por la imprenta de lo pasado que decia no haber sabido; él, olvidando lo prometido i aun llevado a ejecucion; comenzó primero por dispensar una decidida proteccion a los comprendidos en la revolucion, luego por agazajarlos, despues por premiarlos con ascensos i, en fin, por desdeñar, si no despreciar, a sus verdaderos amigos i leales servidores del gobierno. Compréndese bien que fueron resultados de los chismes i acaso calumnias levantadas contra el jeneral Santander i los de su partido, indiscretos murmuradores de las opiniones de Bolívar; pero ni esta es razon que vale, ni pudo sobrevenir otra ninguna que haga disculpable tan desatentada conducta. No queremos que se hubiese castigado a los culpados, pero debió a lo menos contemplar i halagar

a todos juntamente, mantenerse, tambien respecto de todos, con la fria dignidad que demandaban los ultrajes hechos al gobierno, i buscar mas bien la reconciliacion de los partidos, que no irritar a sus conciudadanos con semejantes deferencias i distinciones.

Esta conducta, por demas desatinada, no solo amancilló su buena fama, sino que turbó su reposo; pues desde entónces se levantaron enemigos audaces que le tildaron de querer militarizar i tiranizar la patria; contándose, entre ellos, el mismo vicepresidente que no pudo sufrir con calma ni sin celos los triunfos de Paez, i ménos que Bolívar, ántes predicador i defensor ardiente del gobierno vice-presidencial, anduviese ahora deprimiéndole públicamente por la inversion. i manejo de los empréstitos i demas rentas nacionales, de que el jeneral Santander no era absolutamente culpado. Cúpole, pues, tambien a Bolívar el que le echásemos, como al jeneral Paez, sus protestas e inconsecuencias a la cara.

Por lo demas, los cuidados del presidente respecto de lo gubernativo, en el tiempo que permaneció en Carácas, fueron, como siempre, dilijentes i eficaces. Los ramos civil, de hacienda i militares, i principalmente el de instruccion pública, objeto constante de sus desvelos en todo el largo período de su mando, fueron atendidos con

acierto.

Así terminó la insurreccion de Valencia; insurreccion que si quedó olvidada i perdonada, brotó siempre odios i enconos entrañables que no debian parar sino en la completa disociacion de la república. Si el númen i superior entendi

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