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miento de Bolívar pudo por entonces conservar a Colombia, inclinada desde su nacimiento a dividirse i cambiar de ser, a causa de su propia grandeza i estension, despues ya fué imposible.

CAPITULO VII.

Levantamiento de la tercera division en Lima.-Su regreso para Colombia.-Insurreccion de Guayaquil.-Conducta del gobierno vice-presidencial.-Contra-revolucion en Cuenca.-Campaña contra Guayaquil.-Restablecimiento del órden.-Congreso de 1827.-Convócase la gran convencion.-Bolívar se hace cargo del gobierno.-Susurros de una guerra internacional.-Motines de las tropas colombianas en Bolivia.

I.

Mientras en Colombia se daba fin a la insurrec cion que hemos referido, se levantaba otra militar el 26 de enero de 1827 en Lima, promovida, lo que parece increible, por los mismos oficiales de la tercera division ausiliar que estaba acantonada en esa capital. Fuera que se dejaran seducir por los enemigos de Bolívar; fuera por que el caudillo de la insurreccion se vendiera por dinero a los que intentaban agregar al Perú los departamentos meridionales de Colombia; fueran sanos i simples deseos de restituirse a su patria; fueran nobles i verdaderos celos contra la opinion de los pocos que en Co

lombia querian plantear la constitucion boliviana, i mas cuando se añadia que bien pronto ceñiria una corona la frente de Bolívar; ello es que el jefe de Estado mayor, José Bustamante, natural de Socorro, con ayuda del oficial retirado, Mariano Castillo, hijo de Ambato, poniéndose de acuerdo con los oficiales de los cuerpos Vencedor, Rifles, parte del Araure i el cuarto escuadron Húsares de Ayacucho, levantó el estandarte de la rebelion, i arrastró tambien a sus banderas al batallon Carácas que habia tratado de resistir. Estos cinco cuerpos, que estaban a órdenes del jeneral Lara, soldado valiente i de conocida moralidad, pero, por desgracia, de escaso talento i mui poca cultura: se haHlaban, es cierto, disgustados i aburridos de vivir en forasteras tierras, donde eran patentes los odios con que los pueblos los miraban sin poder disimular, i ansiaban sobre todo, que les satisfacieran sus haberes para volverse a Colombia. Los peruanos, valga la verdad, tenian tambien motivos suficientes de aborrecer a huéspedes que, siendo ya innecesarios para la guerra, andaban provocando i armando pendencias cuasi todos los dias i vejando al pueblo, por mas que los oficiales mayores se esmeraban en mantenerlos a rigurosa disciplina. Por fortu na, si esta escandalosa rebelion militar podia servir de fatal ejemplo para nuestras recientes instituciones, fué, por otra parte, mesurada; pues no se cometieron vejaciones ni violencias, como lo confesó aun el mismo ministro de guerra del Perú en su comunicacion de 7 de junio, dirijida al secretario de igual despacho de Colombia. Se redujo a lo mas, a la formacion de una acta, en que los seis jefes i los ochenta oficiales que la suscribie ron, manifestaban que, movidos por los trastornos

de Venezuela i actas de las municipalidades de Guayaquil, Quito, Cuenca, Cartajena etc., ofrecian i protestaban ser fieles a su patria e instituciones juradas, i servir al gobierno contra los ajitadores que intentaban aceptar un código estraño que venia a desquiciar los fundamentos del de Cúcuta.

Dejaron que el Perú se constituyese libremente sin injerirse para nada en sus negocios, i despues de haber sido satisfechos de una parte de sus ajustamientos, los cuales montaron a 220,000 pesos, i recabado vestuarios i trasportes, se hicieron a la vela el 16 de marzo, en número de dos mil cuatrocientos, con rumbo al sur de Colombia.

El gobierno del Perú, que desde mui atras deseaba, i con razon, descartarse de tan peligrosos huéspedes, obró con suma actividad i dilijencia para satisfacer los deseos de los insurrectos; i aprovechándose de tan buena coyuntura para sacudirse de ellos sin riesgo ni violencias, quedó así a cubier to de los cargos de ingratitud que pudieron hacérsele, i de las malas interpretaciones que de seguro se habrian dado sobre su conducta. Mas que probable, aunque no bien averiguado, es que el jeneral Santacruz i otros peruanos de cuenta no estuvieron del todo inocentes de aquella insurreccion; mas, aun siéndolo, hai que convenir en que supieron aprovecharse con suma destreza de la ocasion para librarse de los estranjeros cuya influencia, en todo caso, les habria causado embarazos para constituirse del modo que quisieran.

II.

Bustamante, que habia mandado prender al jeenral Lara i a otros jenerales i jefes, los envió con

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