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CAPITULO IX.

Campaña de los treinta dias.-Batalla de Tarqui.-Pacificacion del Cauca.-Campaña de Buijo.-Insurreccion del jeneral Córdova.-Proyecto de establecer una monarquia. La circular del 14 de octubre.-Revolucion de Venezuela.

I.

El jeneral Lamar, acampado últimamente en Tambo-grande con cuatro mil seiscientos soldados, invadió al cabo el territorio colombiano a fines de 1828, i se posesionó de la provincia de Loja, donde encontró algunos desleales que favorecieron la causa de los invasores. La fama i los papeles públicos de entónces atildaron tambien de infidelidad a la patria al señor Manuel Carrion i Valdivieso, gobernador de dicha provincia, i, sin embargo, el tiempo ha venido a desmentirlos.

El señor Carrion, mientras se conservaban las tropas colombianas en Loja, habia servido a su pa

tria con cuanto pudo, i hasta dando oportunamente a las autoridades superiores las noticias que sabia adquirirlas, o por medio de espías o por las conexiones de parentesco i amistad que tenia con tantísimos peruanos. Al aproximarse ya a Loja las tropas del jeneral Lamar, desocuparon las nuestras esta plaza, i Carrion, resignando su empleo ante la municipalidad, se retiró para el campo. Ocupada Loja por Rodil, destacó este al comandante Pórras con veinte i cinco hombres para que fuesen a sacarle de su retiro, i volviese á encargarse del destino; i el señor Carrion se negó a ello, manifestando que no podia desempeñarlo desde que las tierras de Colombia habian sido invadidas por un ejército estranjero.

Cuando el jeneral Plaza entró en la ciudad con la primera division, volvió a dirijirle igual intimacion, i el gobernador se negó tambien de nuevo. El jeneral Lamar, su antiguo amigo desde que estuvieron juntos en España, se empeñó en lo mismo; i Carrion todavia tuvo resolucion para resistir, hasta que habiéndose atumultuado el pueblo i manifestádole que se aprovechase de la amistad del presidente Lamar para librarle de los males que sobrevendrian con otro gobernador, se dió a partido i volvió a ocupar el destino. Su decision por Colombia le hizo sospechoso para con otras de las autoridades peruanas, que se quejaron de él i aun le acusaron oficialmente, i con tal mo tivo se retiró de nuevo para el campo, mucho ántes de la batalla de Tarqui. Despues de esta, fué sometido a tela de juicio como conspirador, se le conservó preso i se le trajo para Cuenca, donde, no obstante la índole de Urdaneta que hacia de comandante jeneral del departamento del Azuai, i la

mala voluntad que le tenia, tuvo que absolverle de tan atroces imputaciones. [*]

I no por lo ocurrido con Carrion decimos que faltaron traidores en Loja, pues fuéronle en efecto muchos de sus parientes, i aun otros de los que, comerciando con los pueblos del Perú finítimos con la provincia, tenian por el gobierno de Lamar una mui decidida inclinacion.

La marcha de las tropas de este jeneral fué intencionalmente pausada, por dar tiempo a que se le incorporasen los tres mil docientos hombres que traia el jeneral Gamarra, quien se reunió en efecto con ellas en Saraguro por el mes de enero de 1829.

El jeneral Flóres tenia establecido el cuartel jeneral en Cuenca, i su ejército montaba a cuatro mil seiscientos hombres. Pocos eran, en verdad, para oponerlos a un ejército cuasi doble por el nú mero, i Bolívar no llegaba con los cuerpos que traia, detenido acá por los facciosos del Cauca i los despeñaderos de Pasto. Pero contábase con que esos pocos eran soldados aguerridos con veinte años de fatigas en una lucha ensangrentada, de guerra a muerte, en su propia tierra o en otras le

(*) "Cuenca abril 25 de 1829-Vistos: teniendo en consideracion: 1o que el ciudadano Manuel Carrion fué obligado por el gobierno del Perú a admitir el de Loja, a pesar de las ecepciones que opuso, segun resulta de las declaraciones de los testigos C. Agustin Riofrio i C. José Maldodonado, i los certificado de la municipalidad i vicario de aquella ciudad: 2o que no prestó al ejército enemigo todos los ausilios que necesitaba, como aparece de la nota del ministro Castro, se declara no estar comprendido en el delito de conspiracion, ni sujeto a las penas prescritas por el decreto del caso, pues que no ha obrado con deli beracion; i dése cuenta a S. E. el Libertador presidenteLuis Urdaneta,"

janas, con capitanes merecidamente acreditados, i con el héroe de Ayacucho, nombrado dias ántes jefe superior del sur i director de la guerra.

El jeneral Sucre, enfermo i retirado a la vida privada, no habia podido oír con indolencia los rumores de la invasion contra su patria, i por noviembre último dirijió al ministro de la guerra, un oficio, con insercion del que pasó al jeneral Flóres con la misma fecha, en que le decia: "He oido rumores de que las provincias del sur de Colombia sufrirán dentro de breve la invasion de tropas enemigas. Sin datos para juzgar sobre la verdad de estas voces, me anticipo a rogar a US. que, si la tierra de Colombia fuese pisada por algun enemigo i se dispusiese una batalla, se digne US. participármelo o hacerme alguna lijera indicacion. Cualquiera que sea el estado de mi salud, volaré al ejército, i en el puesto que se me señale partiré con mis antiguos compañeros de sus peligros i de la victoria."

Seguro estaba el gobierno de contar en estas circunstancias con los oficiosos servicios del jeneral Sucre; mas, sin aguardar a que le hiciera tales ofertas, le habia llamado ya, con fecha 28 de oc tubre, a la direccion de esta guerra, invistiéndole de cuantas facultades eran necesarias para semejantes conflictos. Pagado estaba el gobierno de los servicios del jeneral Flóres, el jefe del ejército, con cuya discrecion, arbitrios i actividad habia sabido, no solo mantener la moralidad i disciplina, mas tambien aumentarle i medio vestirle, a pesar de la absoluta escasez de rentas públicas. Pero habiendo acá un capitan, como el que en Ayacucho selló la independencia de América, bien natural

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