Imágenes de páginas
PDF
EPUB

III.

al

Lord Cochranne, entre tanto, se hallaba ya frente del Callao proyectando uno de aquellos actos osados en que se juega la vida. Su pensamiento era apoderarse, si no de toda, de parte de la armada española, surta en dicho puerto, por un acto arrojado que no se dejara conocer por el enemigo sino cuando ya estuviera con todo el peligro a

cuestas.

1820. El 5 de noviembre por la noche se introduce efectivamente con veinte i cuatro hombres en medio de la escuadra enemiga. El centinela de la lancha que resguardaba la Esmeralda divisa el movimiento del bote que manejaba lord Cochranne personalmente, i da el ¡Quién vive! Cochranne se arroja de un salto sobre el centinela, le amenaza pistola en mano si se mueve o grita, i en un instante, como por encanto, rodean sus botes a la Esmeralda i la abordan por todos los costados.

Coig, el capitan de esta fragata, sorprendido de tan repentino lance, la defendió cuanto pudo hasta perder la vida, i Cochranne, sin embargo, llevó airosamente a remate su arrojada empresa. Los españoles, en su defensa, perdieron como cien hombres, i Cochranne apénas la mitad de su jente. Herido en el muslo de un balazo se desentendió de sí hasta no asegurar la presa, i aun despues no se aplicó otro remedio que el de ligar fuertemente la herida con un pañuelo. Sentóse sobre un cañon descansando la pierna averiada sobre una hamaca que encontró a la mano, ordenó la maniobra con toda serenidad, i en esta actitud se trasladó, a las tres de la mañana, a la O'Higgins que le esperaba.

El comandante del bergantin Pezuela, don Ra

mon Bañuélos, que habia podido escapar de la Exmeralda, defendió lo restante de la armada descargando metralla sin descanso contra los invasores. El bergantin Maipú hizo aun una resistencia mas heróica, pues se mantuvo firme contra el gran número de barcos que le asaltaron.

Con la fragata Esmeralda, de cuarenta cañones, perdió Pezuela todo el surtido de járcia i mas enseres navales que encerraba, provisiones para tres meses i repuestos para dos años.

Los movimientos del jeneral Sanmartin, como sucede casi en todas las campañas, alternaron entre victorias i reveces. Los combates de Chancai demuestran los esfuerzos que emplearon ambos partidos; pero la proclamación del batallon Numancia hecha en favor de las armas libertadoras, fué un acontecimiento de mucha nota para los dos ejércitos. Numancia, organizado en la provincia de Barinas (Venezuela) en 1813 por el comandante español Yáñez, habia sido traido de refuerzo para el Perú, i siguiendo por tierra el camino, ido aumen tando sus filas casi de pueblo en pueblo, con unos cuantos granadinos i ecuatorianos que voluntariamente se incorporaron. Compuesto, casi en su tota lidad, de colombianos al servicio de España, i viéndose en territorio estraño cuando ya tenia patria e instituciones propias que defender, era bien difícil que resistiese a la tentacion de pasarse a sus banderas. La llegada de las tropas chilenas vino a brindarle tan buena ocasion, i en la noche del 1o de diciembre dió el grito de rebelion contra el estandarte real. Los capitanes Tomás Héres i Ramon Herrera, i los tenientes Izquierdo i Gües fueron los primeros que dieron el grito: el grito despertó los afectos colombianos, i quedó consumada la defec

cion (*). Inmediatamente se embarcó el batallon en Chancai i pasó para Huacho.

El ejemplo del Numancia alentó a muchos oficiales i soldados peruanos, i dia a dia fueron aumentándose las filas independientes.

Mala era, en verdad, la situacion del virei Pezuela, i traíale justamente inquieto la opinion que iba cundiendo por todas partes en favor de la independencia. Su ejército, no obstante, era numeroso, i teniendo como seguros los resultados de un combate, pensó dar uno que fuera decisivo, a fin de que así volviera a rehacerse la opinion por las armas españolas. Con este intento reunió su ejército en Asnapuquio, distante una legua de Lima: Sanmartin se habia adelantado hasta la hacienda de Rétes, i sus avanzadas hasta el tambo de Copacabana; tanto que aun llegaron a cruzar algunos tiros con los partidos realistas.

IV.

Hallábanse los ejércitos en este estado, cuando los jenerales i mas jefes españoles fraguaron la deposicion de su virei, poniéndole en la necesidad de resignar el mando, por motivos que no nos toca referir. En su lugar, fué puesto a la cabeza del vireinato el teniente jeneral don José de la Serna.

Acosado el nuevo virei por la escasez de víveres tanto para el ejército como para la populosa Lima, i acosado tambien por las enfermedades que comenzaron a cundir entre sus filas, queria, como su antecesor, abandonar la ciudad e internarse en la

(*) Oficio del jeneral Sanmartin al Libertador, de 26 de marzo de 1821, datado en Huaura.

sierra; pero, igualmente como Pezuela, comprendia las dificultades de la marcha, i no podia dejar de discurrir, que, perdida la capital, venia a quedar espuesto el vireinato. Mientras se vencieron algu nos meses en esta fluctuacion, llegó el capitan de fragata don Manuel Abreu con instrucciones del rei, relativas a la pacificacion del Perú. El jeneral la Serna, con arreglo a ellas, estableció la Junta de pacificacion, i como presidente de esta se dirijió al jeneral Sanmartin empeñándole a un nuevo armisticio. Aceptada la proposicion, se reunieron en Puncharica los señores Tomas Guido, Juan Garcia del Rio i José Ignacio de la Rosa, comisionados por parte del jeneral Sanmartin; i don Manuel de Llano, don José Maria Galdiano i don Manuel Abreu, por la del virei. Despues de cruzadas muchas comunicaciones, relativas a la seguridad o cumplimiento de lo que pactasen, vinieron a parar por último en un armisticio de veinte dias, que fué firmado el 23 de mayo. Por el artículo 3.° del armisticio se convinieron en que tendrian una entrevista los jenerales Sanmartin i la Serna, la cual se verificó efectivamente el 2 de junio. En tal entrevista presentó Sanmartin la propuesta de un vasto i bené fico plan que conciliase las miras e intereses de todos (*); i sin embargo no pudo ajustarse, porque el virei la Serna, bien o mal fundado, alteró las bases de tal plan, i las tareas de los comisionados volvieron a parar en la prolongacion del armisticio por otros doce dias.

En cuanto al vasto i benéfico plan, escojitado por Sanmartin, consistia, como enunciamos al ha

(*) Oficio de los comisionados del virei datado en Miraflores.

blar de su entrevista con Bolívar, nada ménos que en el establecimiento de una monarquia, debiendo, mientras llegara el príncipe de la familia real de España que habia de fundar la dinastia, gobernarse el Perú por una rejencia presidida por el virei [*]. Curioso es a la verdad por muchos respectos el documento que encierra las proposiciones del jeneral Sanmartin [33].

Abreu, mas certero en conocer el estado de la opinion i de los asuntos de América, aceptó contento tan inesperadas proposiciones: el jeneral la Serna i los jefes que le rodeaban, ora porque no las juzgaran sinceras, ora porque opinaran que menguaban la dignidad de la corona de España, o por otra causa que no se nos alcanza, las esquivaron en son de consultar al ayuntamiento i diputacion provincial de Lima. Reservada así la propuesta, mandó el virei al dia siguiente otra proposicion circuns crita a "que se suspendiesen las hostilidades por el tiempo que se considerase necesario para el viaje de ida i vuelta a la Península: que desde el rio Chancai, al norte, gobernasen los enemigos; i que el virei, despues de haber nombrado una junta de gobierno a este intento, se embarcase para Europa a instruir de estas transacciones al gobierno de la metrópoli; pudiendo el jeneral Sanmartin hacer el mismo viaje en su compañia, si lo tenia por conve niente.

Esta proposicion fué desechada, i el jeneral la Serna vino a perjudicar, en resolucion, a la corona de España en la mayor coyuntura que hubo para hacer factible su reconciliacion con los americanos. Acaso, Colombia, grande i fuerte por su unidad,

(*) Torrente: Ib.

« AnteriorContinuar »