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leyes que dictaran los congresos (veto impertinente que no puede tener cabida en las repúblicas democráticas), en el caso de ser objetadas, hasta que dos lejislaturas sucesivas insistiesen en la sancion con el voto de las dos terceras partes de sus miembros; i el consejo de gobierno debia componerse de los secretarios del despacho i de seis individuos nombrados por el presidente de la república, previo consentimiento del senado. Tocaba al mismo majistrado nombrar a todos los empleados, con la facultad de removerlos libremente; hacer uso de las facultades estraordinarias, pudiendo el congreso variarlas i estenderlas temporalmente segun las circunstancias; i los presidentes debian durar en sus funciones ocho años, sin mencionar ni el derecho ni la prohibicion de que pudieran ser reelejidos.

Talvez para ese tiempo en que habian transcurrido pocos años desde que Colombia dejara de ser colonia, i que aun no estaba afianzado el saborcillo democrático, eran mas adaptables i convenientes; i tal vez tambien, solidada así la accion del gobierno, se habria conservado íntegra la gran república, gozado de órden i paz, i adelantado en su prosperidad. Pero no se trataba de esto, sino de dar una constitucion cuya instabilidad habia de brotar de seguro la separacion del mando de Bolívar, de quien querian descartarse del modo que fuese. Santander habia dicho que se haria hasta musulman, con tal de salir de Bolívar, el supremo perturbador de la república, i es harto natural que los abanderizados hubiesen acojido esta idea con entusiasmo por agasajar al caudillo de la oposicion.

Parecióles, pues, por demas atrevido el pro

yecto de constitucion presentado por los Bolivaristas, los cuales apénas, i mui apénas, lograron que se admitiera a discusion. Combatiéronle sus adversarios con firmeza i con teson, i combatiéronle con mejores armas i con mayor resolucion, porque hablaban a nombre de la libertad, hasta ahora mal comprendida, i a nombre de esos principios utópicos, tan seductores i embelezantes, viéndolos escritos en los libros i periódicos, como irrealizables, si no dañinos, en la práctica.

En el trance en que se vieron los Bolivaristas de no poder hacer surjir sus opiniones, ocurrieron al arbitrio de desconcertar a lo menos las de sus contrarios. Reducidos a una minoria imposibilitada de poder luchar con algun provecho, i convencidos de que solo iban a servir de ayuda para legalizar los actos de la mayoria, proyectaron desertar de la asamblea, para que, privada del número de diputados que necesitaba para la continuacion de las sesiones, no pudiera seguir con sus trabajos. Los hombres de bien, entre los cuales sobresalia el señor Joaquin Mosquera, patriotas verdaderos que preveian los males que iban a levantarse en torbellino, procuraron, al traslucir tal atentado, reconciliar los partidos, i provocaron con este fin a que tuvieran algunas conferencias privadas los hombres de mayor suposicion. Prestáronse, en efecto, a dos o tres conferencias; mas quedó visto que no fué con la intencion de ceder o escojitar arbitrios para un avenimiento, sino para sostener siempre aferradamente sus principios i opiniones. Acaso los ánimos se exasperaron mas cuando se vieron privadamente i en confianza, porque hablaron con mayor desenfado i sin miramientos ningu

nos, i desde la última de sus conferencias quedó resuelta la disolucion de la asamblea, sustentadora de la esperanza de los pueblos.

Azorados los Santanderistas con el disgusto de que iba a escapárseles la ocasion de obligar a sus enemigos a que concurrieran, no mas que con la asistencia, a la sancion de su proyecto de lei fundamental, apresuraron los trabajos, como quien dijera a sobre peine, i presentaron el 6 de junio una Acta adicional a la constitucion del año undécimo, que solo era un resúmen del proyecto anterior con otro ropaje i forma. Mas en este mismo dia se leyó la comunicacion oficial de los Bolivaristas, en que franca i desembosadamente anunciaron su separacion, resueltos, dijeron, a no prostituir el encargo confiado por sus comitentes, autorizando los apasionados actos de la mayoria. Adjunta a este oficio acompañaron una esposicion fechada el 2 del mismo, en la cual nos ocuparemos mui luego.

Firme, sin duda, debió ser la resolucion de los desertores de la asamblea; mas tambien pudieron asimismo arrepentirse, modificarla o, cuando ménos retardarla, a no ser por la intempestiva solicitud de los señores Santander, Azuero i Soto que, dándolas de mui independientes, pidieron se les permitiese separarse de la convencion, por cuanto sus principios desfavorables a la libertad del hombre, i de los que no podian prescindir, causaban embarazos para emprender las reformas.

V.

El dia 10 efectivamente se apartaron de Ocaña los diputados Pedro Briceño Méndez, Fran

cisco Aranda, José Maria del Castillo, Juan de Francisco Martin, Joaquin José Gori, José Ucros, Domingo Brusual, Rafael Hermoso, Pedro Vicente Grimon, José Félix Valdivieso, José Matías Orellana, J. Fermin Villavicencio, Manuel Aviles, Fermin Orejuela, José Moreno de Sálas, Francisco Montúfar, Miguel Maria Pumar, Martin Santiago de Icaza i Pablo Merino. Luego se unió a estos el diputado Anastacio Garcia Frias; i el diputado Vicente López Merino, recientemente llegado a Ocaña el dia 7, hizo lo mismo. Reunidos diez i siete de estos en el pueblo de la Cruz, dirijieron al Libertador una representacion informándole de su separacion, i de que en Ocaña no quedaba el número suficiente de diputados para poder continuar las tareas lejislativas. Efectivamente no quedaron sino cincuenta i cuatro miembros, cuando eran necesarios cincuenta i cinco para que hubiera quorum; i los presentes lo declararon así el 12, i dirijieron al al gobierno la comunicacion respectiva, dando cuenta de ese triste al par que escandaloso resultado.

Pese cada cual del modo que le parezca el peregrino término que dieron a ese congreso que en conclusion vino a parar en romeria política, i resultará en todo caso que las enconadas opiniones de sus miembros fueron el orijen del desquiciamiento de la gran república; pues un antecedente como el de Ocaña no pudo ménos que dar las consecuencias que se siguieron. Si hubieran obrado de buena fé, diríamos que uno i otro bando tenian razon; los Bolivaristas escudándose en lo intempestivo de las reformas, en el atraso de nuestros pueblos, en su falta de há

bitos de órden i moralidad, en la poca firmeza que por entonces tenia la independencia de la patria, i en la esperiencia de los años vencidos bajo la constitucion de Cúcuta; los Santanderistas, aunque no hubiera sido en otros motivos, escudándose en la simple propension de progresar por el camino de la libertad, impulso ejecutivo i tenaz de todo cnerpo social. Pero no fueron los principios, mas sí las personalidades las que les arrastraron a ese estado de suma irritacion; i esta irritacion, subiendo de punto a cada consecuencia que brotaba un antecedente, solo vino a desaparecer con la desaparicion de Colombia.

Por exajerada que se tenga la esposicion de los desertores de Ocaña, arroja una luz bastante clara para hacerse cargo de la irritacion de los partidos. Quéjanse los espositores de que Santander i los de su partido, arrogándose el epíteto de liberales, habian calificado a sus contrarios de serviles, liberticidas i tiranos desde el primer dia en que no concurrieron a ensanchar el ruedo de su sociedad; de que la junta preparatoria de calificaciones habia acordado una accion de gracias al jeneral Padilla por los sucesos punibles de Cartajena, sin otro im pulso que el de lastimar la dignidad del gobierno; de que el acta en que constaba la declaratoria de este acuerdo, no se habia mandado publicar sino despues de otros muchos posteriores de ménos importancia, ni insertádose tal declaratoria sino en fuerza de sus reiteradas solicitudes. Quéjanse de la mayoria por la esclusion parcial que habia hecho de algunos diputados sin tacha, por el empeño con que sostuvo la eleccion de otros notoriamente incapaces, i por la astucia con que lograra conser

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