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Por muerte de este, los votos de los elec-lo y hacerle menos pesado su cautiverio, tores se acordaron en Quauhtemoc, sobri- | asegurándole que lo conservaria como reno de los reyes precedentes, y cuñado de henes, hasta que su soberano Carlos V, el Moctezuma, hombre de espíritu y dotado mayor rey que había en la Europa, dispude tal grandeza de ánimo, que aun sus siera de su suerte, que desde luego seria enemigos lo estimaron. Este fué el que que se le volviera su libertad, y se le ressoportó los trabajos del largo sitio de Mé- tituyera su reino, que con tanta gloria hajico, en el cual considerando sus genera-bia defendido. Creo que Quauhtemoc reles que no se podia por mas tiempo de- cibiria estas expresiones como puro cumfender la plaza, lo obligaron á salvarse en plimiento de aquel general; entre tanto, una canoa que fué apresada por Holguin, le pidió hiciera cesar las hostilidades Corá quien Quauhtemoc conjuró que tratara tés en cambio, y que mandara á los suyos con el respeto debido á la reina y damas rendir las armas. Mutuamente convinieque la acompañaban. ! Llevado Quauh-ron en estas demaudas, y se dieron las órtemoc a la presencia de Hernan Cortés, denes. á le habló en estos términos: "Habiendo

cumplido con los deberes de rey, defendiendo á mi nacion, por voluntad de los dioses vengo cautivo á tu presencia:" y extendiendo la mano al puñal que Cortés traía á la cintura, le dice: "Ea, español! con este puñal pásame el corazon, y quítame la vida, que es ya inútil á mis pue

blos."

y no

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4. Aquella noche llevaron á los bergantines que andaban en Acachinanco á Quauhtemoc, y á los reyes de Tetzcoco y Tlacopan, con los demás prisioneros de cuenta, de donde al dia siguiente todos fueron conducidos al espacioso palacio de Coyohuehuetl, en el barrio de Amaxac, en compañia de Cortés y de sus soldados. Subidos todos á las azoteas, que estaban

3. Esta accion sucedió el 13 de agos-entoldadas y colgadas de vistosos tapices, to del año de 1521, y desde ella comenzó en lo mas desembarazado ocupó Cortés un la historia de la ciudad de Méjico, por ha- solio ya dispuesto, haciendo tomar asienber pasado entonces el imperio de aquel to á su derecha á Quauhtemoc, á su iznuevo mundo á los españoles. Este dia quierda á los otros reyes y caciques, y por se celebra anualmente con un paseo á ca- medio de su fiel intérprete Marina abrió ballo en que marchan los tribunales el congreso pidiendo á aquellos señores bleza llevando con gran pompa á San Hi- que restituyeron á los españoles todas las pólito el pendon que sirvió á la conquista albajas de valor que habian juntado la de la ciudad, que se couserva en las casas de cabildo. Es digno de notarse que en toda la carrera no se ven mejicanos, como lo aseguran hombres de verdad. ¡Tan profunda está en sus ánimos la herida que despues de mas de dos siglos parecia ya curada! Luego, que Cortés vió delante de si al rey Quauhtemoc, procuró consolar

1 Torquemada, Monarquia indiana, página 1, lib. 4, cap. 101.

primera vez que estuvieron en Méjico y que se vieron precisados á abandonar por huir del peligro en que se hallaban á mas de esto, los grandes tesoros que les constaba tenia Moctezuma. Quauhtemoc, deseoso de obedecer al conquistador, hizo partir con diligencia varios mensajeros, que despues de tiempo, cargados de piedras preciosas, oro y plata, volvieron; pe

2 Torquemada, p. 1. lib. 4, cap. 102.
3 Hoy barrio de la Concepcion.

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ro aquel cúmulo de riquezas le pareció fiado en buenas memorias, asegura que á tan poco á Cortés, que dijo públicamente, manos de los españoles y confederados, pe. que aquello ni equivalia á lo perdido, ni recieron mas de cien mil mejicanos, fuemenos podia ser el tesoro de Moctezuma: ra de los muchos que mató el hambre; por y así resueltamente mandó que se le hi-lo cual enterrados aquellos cadáveres, se ciese traer. 1 Quauhtemoc entonces le encendieron por toda la ciudad luminarias, representó que los vecinos de Tlaltelolco que purificando el aire la hicieran habitadurante el sitio de la ciudad habian saca- ble. Cortés, entre tanto, no omitia dilido en sus canoas casi todo lo precioso que gencia por descubrir los tesoros de los mese halló, lo que oido por varios caciques jicanos; pero estos, siempre constantes en de aquel barrio, respondieron que ellos la máxima de no revelarlos, frustraban sus no habian intervenido en la extraccion de pesquisas. No obstante, habian llegado los tesoros, que todo habia sido manejado á sus noticias por la voz comun de los adipor los tenochas, quienes por las calzadas vinos que del Oriente vendrian naciones los habian puesto en salvo. De aquí se que los sojuzgarian, habian los mejicanos suscitó una disputa entre los vecinos de zampuzado en la laguna de Méjico las pieambos cuarteles, que Cortés interrumpió dras preciosas y alhajas de oro y plata, hidejando aquel negocio para mejor ocasion. zo Cortés venir los buzos mas diestros Entre tanto pasó á informarse de aque- que se hallaron; pero sus diligencias fueHos reyes del modo con que tenian repar-ron vanas, porque fué tan poco lo que se tidas las provincias de su gobierno, y para terminar aquella junta con alguna cosa plausible y ganarse á los mejicanos, hizo á Quauhtemoc señor de aquella parte de la ciudad, que llamaban Tenochtitlan y de Tlaltelolco á Ahuelitoc; pero este no quiso recibir aquel favor sino obligado de mandamiento de su rey Quauhtemoc.

5. Acabada esta junta, dió órden Cortés de que los vecinos de Méjico salieran de la ciudad, lo que se ejecutó en los tres dias siguientes, con gran lástima de los españoles, testigos de espectáculo, al ver caras macilentas de los hombres, mujeres y niños, que parecian esqueletos por la gran constancia con que habian sufrido el hambre, y el hedor pestífero de los cuerpos muertos que yacian insepultos, 2 cuyo número fué tan excesivo, que Torquemada

1 Este pasaje está referido á maravilla en el P. Sahágua; véase la petulancia, la codicia y el orgullo de Cortés, como si se tuviera presente; es inimitable en su línea.

2 Torquemada, p. 1, 1. 4, cap. 103,

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sacó, que ni menos se compensaron los gastos. Visto esto por Cortés, pasó á destruir los sepulcros de los caciques, que se veian en varias partes, sabedor de que los mejicanos enterraban á sus muertos con lo mas precioso que poseian, y una piedra preciosa en la boca. De estos es verdad que sacaron alhajas de valor, y algun oro; pero no por eso se embotaron ni en Cortés ni en los demás españoles los deseos de adquirir los tesoros de aquella nacion; antes bien se aguzaron de tal manera, que se amotinaron los soldados pidiendo su parte, que decian haber ocultado Cortés de inteligencia con el tesorero del ejército. Agregábase á esto, que el mismo tesorero Alderete amenazaba á Cortés con el emperador, por haber escondido las riquezas que secretamente habia recibido de los mejicanos. Ni le valió á Cortés el protestar que era falso cuanto se

3 Es decir, metido de golpe en el agua. Es voz castellana, aunque no de uso comun.

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decia, ni menos que no queria hacerse á padre comun, le tributaban sus respetos aborrecible de aquella nacion ni atraerse siempre que pasaba delante de ellos, y de la ira del cielo haciendo nuevas extorsio- este honor que le hacian se creia Cortés nes. Esto no satisfizo á los soldados, que participar. 5 Entre tanto repartió este hicieron que Cortés perdiera la paciencia, los despojos de los mejicanos á los indios y casi desesperado, como el decia, con confederados, que eran hasta veinte mil, acuerdo de varios, se determinó á cometer á quienes tocaron muchos vestidos de aluno de los hechos mas bárbaros en la his- godon y medidas de sal. Para el rey se toria: al valeroso Quauhtemoc, rey de los apartó el quinto, con muchos esclavos de mejicanos, y á un caballero, ó su confiden- ambos sexos, que fueron marcados con te ó secretario, mandó dar el tormento de el hierro real, costumbre que aun dura en fuego lento, aplicado á las plantas de los las islas de América con los negros bozapiés ungidas; inhumanidad que se usaba les: tambien se le destinaron las joyas mas en aquellos tiempos. Este tormento lo exquisitas y piedras preciosas: eutre estoleraron aquellos dos héroes con tal silen- tas habia una esmeralda de la grandeza de cio y constancia de ánimo, que los espa- la palnia de la mano, las perlas del mas que asistian quedaron atónitos. El bello oriente, las pinturas de pluma, en caballero, despues de tiempo volvió la ca- que aquellas naciones eran singulares, los ra á Quauhtemoc; pero este, pareciéndole tejidos mas finos de algodon y pelo de coque aquella demostracion era efecto de nejo, las vestiduras de los sacerdotes, y en delicadeza, le dijo: Hombre muelle y de una palabra, lo mas precioso y raro que la poco corazon, ¿estoy yo acaso en algun de- naturaleza y el arte producian: á esto se leite? Poco despues expiró aquel, y Cor- agregaron dos mil cuatrocientos marcos tés, casi avergonzado de su inhumanidad, de oro en tejos. Pero todas estas preciomandó con despecho á aquellos ministros sidades tuvieron la desgracia de ser emque dejaran de atormentar á Quauhtemoc, barcadas en un navio que fué apresado del y de allí en adelante echaba siempre la corsario francés Florin, ó como sospecha culpa de esto á Alderete. nuestro Fabrega, del famoso Verazano, que por haber nacido en Florencia llamaban Florin, 6 Florentin. Pasó Hernan Cortés el resto de año en recibir las embajadas de los príncipes comarcanos, que fúcilmente se le sujetaban, y en ordenar sus conquistas.

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6. Se admirará quien viera á Cortés acompañado de Quauhtemoc, despues de convalecido de los tormentos, ora marchar á caballo, ora á pié, y creeria que el motivo de esto era dar alguna satisfaccion al rey de Méjico de la injuria que le acababa de hacer; pero Torquemada, muy versado en las historias mejicanas, juzga que estas demostraciones nacian en el conquistador del propio interés; porque los Mejicanos, venerando á su rey como

1 Torquemada, p. 1, lib. 4, cap. 103. 2 Gomara, Crónica de N. E., cap 145. 3 Torquemada, p. 1, lib. 4. cap. 104. 4 Andaba poco á pié, pues quedó estropeado para siempre.

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Méjico, juntos los conquistadores, nombra- obispos y sacerdotes que convirtiesen á la ron alcaldes y regidores de los mas bene- fé á aquellos innumerables pueblos; tamméritos de entre ellos. Los nombres de bien labradores con ganados, plantas y seestos se ignoran por haber perecido en el millas, no permitiendo que pasaran á aqueincendio del año de 1692 el primer libro las tierras letrados, médicos ni tornadizos. capitular de aquella ciudad, con muchos En el pliego del general, incluyó el ayundel siguiente siglo. Entre sus soldados re- tamiento de Méjico carta al emperador, enpartió Cortés aquellas tierras, señalándo- grandeciendo las acciones del conquistales porcion de indios que las labraran. Es-dor. Para llevar estos pliegos y el quinto tas concesiones que llamaban repartimien- del botin, se nombraron por procuradores tos se inventaron en las islas, así por pre- á Alfonso Dávila y Antonio Quiñones: con mio de los conquistadores, como tambien ellos se embarcaron tambien Juan de Ripara darles á los pueblos protectores que vera y Diego de Ordaz. los defenderian de las vejaciones de los sol- S. Mientras que estos procuradores nadados, y tuvieran cuidado de que se les en-vegaban en demanda de España, Cortés señara la ley de Jesucristo; pero despues, con sus soldados, movido de religion como por vicio de los hombres, degeneró en ti- otras veces habia hecho, declaró la guerra ranía. La distribucion que Cortés habia á los ídolos de los mejicanos, y con este hecho de aquellas tierras, le acarreó gra- pretexto aquellos hombres ignorantes desves pesadumbres, principalmente de aque- truyeron á sangre y fuego todo lo que juzllos que viéndose pospuestos á otros me- gaban tenia alguna relacion á las supersnos dignos, ó al menos tambien iguales, ticiones de aquellas naciones. Entonces tuvieron á mal el olvido de sus servi-los códices mejicanos, apreciables así por cios: de aquí tambien nacieron discor- las materias de que trataban, como tamdias, que pusieron el reino de Méjico á ries-bien por la lindeza y colores con que esgo de perderse. Ordenado de este modo taban pintados, fueron pábulo del fuego, el gobierno de la capital y de las provin-y si algunos individuos de aquellas naciocias veciuas, Cortés dió parte al emperadores, amantes de sus ritos, historias y cienCárlos V de todo lo acaecido antes y des- cias, no hubieran ocultado algunos, á riespues de la conquista, pidiéndole por premio de sus trabajos y del de sus soldados, que aquellos reinos, que tenia por los mas felices y ricos del mundo, conservaran el nombre de Nueva-España, con que ya la nombraban, ' sin permitir que en algun tiempo se enagenaran de la corona de Castilla: que aprobara el nombramiento que habían hecho de oficiales de policía sus soldados, y los repartimientos que les habia dado: que enviara á aquellas partes persona de confianza que lo cerciorara de cuanto escribia; por último, que remitiese

1 Solis, Hist. de la N. E., lib. 1, cap 5.

de estos monumentos; pérdida que los ligo de perder quizá la vida, careceriamos teratos lloran, por el detrimento que aque llos conquistadores con celo de piedad causaron á las artes y ciencias, particularmente á la historia natural y astronomia, en que se señalaron los mejicanos. Se admiran al presente dos de estos que por fortuna escaparon á las pesquisas de los españoles, que pintados en pieles de ciervos bien adobadas y unidas con toda exactitud, están plegadas en forma de piezas de paño y se conservan en Roma en las bibliotecas Vaticana y Borgiana. En explicar este

2 Torquemada, p. 1, lib. 3, cap. 6.

criollo D. José Fabrega el mas inteligente que la Europa tenia en este género de ciencia, y cuya temprana muerte aun lloramos. Doy este testimonio á la posteridad, de un amigo á quien soy deudor de muchas noticias que me han servido en esta obra. Pero volvamos á la historia.

á

último ha trabajado estos años nuestro sas arboledas á gatas, afianzando con clavos las manos, poco a poco caminaban al término, no sin gran peligro, pues que un soldado por un resbalon cayó ocho estados, y á no haberse atajado entre los carambanos duros como acero, se hubiera despeñado. A otros menos animosos hubieran aterrado los continuos precipicios que hacian desvanecer las cabezas y el ruido que causaban las nieves derretidas; pero estos intrépidos soldados marcharon hasta que los comenzó á faltar la luz. Para repo

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2 En estos últimos tiempos se ha celebrado en los periódicos con expresiones de mucho elogio, el reconocimiento que algunos extranjeros ban hecho de este volcan de Popocatepetl; pero es menester hacer justicia y confesar que tamaña gloria estaba reservada á los castellanos puestos en el duro conflicto de practicar esta operacion, porque en ella les iba la vida, careciendo de pólvora con que defenderse en un pais recien conquistado, po

9. La extension de las conquistas de Cortés le hacian crecer sus ocupaciones, y no pudiendo adelantar aquellas como deseaba por falta de pólvora, notablemente se angustiaba. Conocia muy bien que sin ella, así como no hubiera podido sujetar á los mejicanos, tampoco podría conservarlos en la obediencia: por esto practicó todas las diligencias que le sugeria su necesidad para hallar azufre; pero todas fueron vanas, porque los sugetos que envió por las provincias vecinas con esta comision, ó eran poco inteligentes, ó los mexicanos, que conocian muy bien aquel mi-blado de enemigos, y que acechaban el moneral, maliciosamente se lo ocultaron. 1 Dudoso Cortés del partido que tomaria, oportunamente le vino á la memoria que cuatro años antes Ordaz babia subido á la cima del volcan de Popocatepetl, que queda al Oriente, doce leguas de Méjico, y habia percibido el hedor del azufre, y de esto coligió que de sus entrañas se podria sacar. Para este fin llamó á sí dos intré

pidos soldados que se nombraban Monta-
ño y Mesa, á cuyo cuidado puso aquel ne-
gocio, y para hacer mas pública esta em-
presa é instilar en los mejicanos un alto
concepto del arrojo de los españoles, hizo
que los acompañaran cuatro mil indios. A
la madrugada comenzaron á subir aquel
monte, y al anochecer aun no habian lle-
gado á su cumbre, porque estando este
volcan muy descollado y cubierto de nie-
ve por
las otras partes, solamente
por el
Sur fué accesible. Por allí, pasadas visto-

1 Herrera, década 3, lib. 3, cap. 2.

mento de una justa venganza. En esta sazon puede decirse que lucharon á brazo partido con la ruda naturaleza y con la muerte. La dientes de unas cuerdas, reconociendo la boimaginacion se aturde al, contemplarlos penca del cráter sobre su abismo, expuesòs á morir con las exhalaciones fétidas del azufre, ó con una erupcion repentina que podria hacerse; pnes que en aquellos tiempos, aunque periódicamente, ardia el volcan, como dice Cortés á Carlos V en sus cartas, lo que motivó que mandase reconocer dicho volcan á Diego de Ordaz. No menos admira el valor de aquellos hombres que rifaron su vida por acometer tan grande empresa, sin tener testisiendo un pobre fraile franciscano, reconoció gos de su gloria. Tambien el P. Sahagun, este volcan, como lo asegura con su general candor en el tom. 3, de su historia, é hizo lo Toluca, de cuyo manantial, que está en la mismo con la Sierra nevada y el volcan de cima, da perfecta idea. Paguenos, pues, á fuer de hombres honrados, un justo tributo de admiracion al valor castellano, como lo hicie ron los indios, cuyo hecho les causó una impresion profunda. El P. Cavo, en comprobacion de este suceso, cita á Morillo en el Hist. de Méjico, lib. 3, cap. 4, á Gomara, libro nueve de sn Geografía, cap. 2, á Solis, Crón. de esta Nueva-España, cap. 147; у yocito por todos al Antonio Hererra, el histo

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