La poesía lírica en Cuba: (apuntes para un libro de biografia y de critica)

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Imprenta de Vallina y compañía, 1882 - 108 páginas
 

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Página 14 - Del precipicio altísimo: mil olas, Cual pensamiento rápidas pasando, Chocan, y se enfurecen, Y otras mil y otras mil ya las alcanzan, Y entre espuma y fragor desaparecen.
Página 27 - ¡Perla del mar! ¡Estrella de Occidente! ¡Hermosa Cuba! Tu brillante cielo la noche cubre con su opaco velo, como cubre el dolor mi triste frente. ¡Voy a partir!... La chusma diligente, para arrancarme del nativo suelo las velas iza y, pronta a su desvelo, la brisa acude de tu zona ardiente. ¡Adiós, patria feliz, edén querido! ¡Doquier que el hado en su furor me impela, tu dulce nombre halagará mi oído! |Adiós!... Ya cruje la turgente vela. . . El ancla se alza... El buque, estremecido,...
Página 14 - Sereno corres, majestuoso; y luego en ásperos peñascos quebrantado, te abalanzas violento, arrebatado, como el destino irresistible y ciego ¿qué voz humana describir podría de la sirte rugiente la aterradora faz?
Página 41 - ... rasgad de la calumnia el velo odioso, y arrancad este sello ignominioso con que el mundo manchar quiere mi frente. Rey de los reyes, Dios de mis abuelos, Vos sólo sois mi defensor, Dios mío; todo lo...
Página 13 - Torrente prodigioso, calma, acalla Tu trueno aterrador : disipa un tanto Las tinieblas que en torno te circundan ; Déjame contemplar tu faz serena, Y de entusiasmo ardiente mi alma llena. Yo digno soy de contemplarte ; siempre Lo común y mezquino desdeñando, Ansié por lo terrífico y sublime. - Al despeñarse el huracán furioso...
Página 18 - ¿No le veis? ¡Cuál desenvuelve su manto aterrador y majestuoso!... ¡Gigante de los aires, te saludo!... En fiera confusión el viento agita las orlas de su parda vestidura... ¡Ved!... ¡En el horizonte los brazos rapidísimos enarca, y con ellos abarca cuanto alcanzo a mirar de monte a monte! ¡Oscuridad universal!...
Página 13 - Dadme mi lira, dádmela : que siento En mi alma estremecida y agitada Arder la inspiración. ¡ Oh ! ¡ cuánto tiempo En tinieblas pasó, sin que mi frente Brillase con su luz !... Niágara undoso, Sólo tu faz sublime ya podría Tornarme el don divino, que ensañada Me robó del dolor la mano impía.
Página 55 - Aquella ingrata belleza Olvidóme con desdén. Vertí un mar de llanto: el alma No se me hallaba sin ella: Al fin una amiga estrella Dolióse y me puso en calma. ¡Oh, qué dolor tan agudo Es olvidar!... Pero al cabo, Rotos los grillos de esclavo Curóme el médico mudo: El tiempo, el tiempo veloz, Que tiñe nuestras cabezas De blanco, y tantas bellezas Deja sin luz y sin voz. De entonces acá me place Ver la escena matutina Segunda vez: — medicina Celestial que me rehace.
Página 91 - ¡Bien me acuerdo! ¡Hace diez años y era una tarde serena! ¡Yo era joven y entusiasta; pura, hermosa y virgen ella! Estábamos en un bosque, sentados sobre una piedra, mirando, a orillas de un río, cómo temblaban las hierbas. ¡Yo no soy el que era entonces, corazón en primavera, llama que sube a los cielos, alma sin culpas ni penas! ¡Tú tampoco eres la misma, no eres ya la que tú eras; los destinos han cambiado: yo estoy triste y tú estás muerta!
Página 37 - Su acento es divino. Sus labios de grana, Su cuerpo gracioso, Ligera su planta ; Y las rubias hebras Que a la merced vagan Del céfiro, brillan De perlas ornadas. Como con las gotas Que destila el alba Candorosa rie — La flor de la caña.

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