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Los sables "de lata"1 de los granaderos a caballo estaban embotados: les hizo dar hilo a molejón de barbero y los puso en manos de los soldados diciéndoles que eran para tronchar cabezas de godos, como lo hicieron. No bastaba que las armas tuviesen filo; era preciso que los brazos tuviesen temple 5 y que las almas fueran estremecidas por los toques de los instrumentos marciales que reemplazan en el combate la voz de mando, y pensó en los clarines, instrumento poco usado hasta entonces en la caballería americana. El ejército sólo tenía tres clarines. Al principio creyó suplir la falta fabricándolos 10 de lata, pero resultaron sordos. Al pedirlos al gobierno, decíale: "El clarín es instrumento tan preciso para la caballería, que su falta sólo es comparable a lo que era la del tambor en la infantería." Estos detalles minuciosos, que preparaban los triunfos finales, merecen ocupar la atención del historiador, 15 porque son como los tornillos que ajustan las máquinas de guerra. La previsión en los detalles abrazó un conjunto de cosas que iba desde las enjalmas de las acémilas y las herraduras de las bestias, hasta los puentes militares y los aparatos para arrastrar el material al través de las montañas.

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Había estudiado todos los aparejos de mulas adecuados a su objeto, teniendo frecuentes conferencias con los arrieros. Al fin decidióse por la enjalma chilena, "por cuanto," según sus palabras, “son las más adaptables al caso por su configuración, que da más abrigo a la mula contra la intemperie del clima, y 25 son forradas en pieles, exentas por lo tanto de que las coman las bestias." Para forrar los aparejos, pidió al gobierno seis mil pieles de carnero, en circunstancia que la expedición a Chile era considerada como una quimera (marzo de 1816). Pasaron

1 Los españoles propalaban la voz de que los sables patriotas eran de lata, por pensar que el gobierno era tan pobre que no podía comprarlos de acero. 2 Nombre despreciativo que daban los sudamericanos a los españoles.

ocho meses, y acordada ya la expedición, reiteró su pedida: "Tocamos ya la primavera, y antes de cuatro meses es llegado el tiempo de obrar sobre Chile. Faltan las seis mil pieles de carnero que deben emplearse en la construcción de mil apare5 jos, en lo cual deben emplearse tres meses, y no viniendo en la oportunidad debida, ni marcha el ejército ni proyecto alguno podrá ya adoptarse." Y un mes después, escribía confidencialmente: "Está visto que en ésa 1 los hombres toman láudano diariamente; hace ocho meses pedí las pieles de carnero para 10 los aparejos de la cordillera, y veo con dolor que ni aun están recolectadas, cuando por lo menos necesito un mes para forrar las enjalmas que ya están construidas."

El asunto que más lo preocupó, fueron las herraduras de las bestias. Para resolver el punto celebró conferencias con 15 albéitares, herreros, y arrieros, y después de escucharlos atentamente, adoptó un modelo de herradura, que envió al gobierno, encargando a un oficial la llevase colgada al pecho como si fuese de oro y la presentara al Ministerio de la Guerra. "Hoy he tenido," decía oficialmente, "una sesión circunstanciada 20 con tres individuos de los más conocedores en materia de cabalgaduras para el tráfico de cordillera, y unánimes convienen en que es imposible de todo punto marchar sin bestias herradas por cualquier camino que se tome, so pena de quedar a pie el ejército antes de la mitad del tránsito." Y pocos 25 días después agregaba: "Estoy convencido de la imposibilidad de llevar a Chile una caballería maniobrera (arma que nos da decidida ventaja por desconocerla en mucha parte el enemigo)

1 Es decir, en Buenos Aires, capital de la República Argentina, y la ciudad más importante de la América del Sud. Hoy día cuenta 1,500,000 habitantes. Es la cuarta ciudad del hemisferio del oeste, aventajándola en población sólo las ciudades norteamericanas de Nueva York, Chicago, y Filadelfia. Está en la orilla derecha del Plata, que mide en aquel punto unos 50 kilómetros de ancho.

sin llevar desde aquí caballos herrados." Necesitábanse treinta mil herraduras con doble clavazón, y en el espacio de menos de dos meses fueron forjadas, trabajando día y noche, en los talleres de la fábrica de armas de Buenos Aires y en las fraguas de Mendoza.

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¿Cómo se salvarían los hondos barrancos del fragoso camino, se atravesarían los torrentes, ascendería y descendería el pesado material de guerra las ásperas pendientes de la montaña; y cómo, al fin, se sacarían de los precipicios las zorras y las cargas que se desbarrancasen? Hé aquí otros pro- 10 blemas más arduos, que fueron igualmente resueltos. Ideóse para el pasaje de los ríos, un puente de cuerdas, de peso y largo calculado (60 varas), y el pedazo de cable que debía ser presentado al gobierno como modelo, fué encomendado a un oficial con la misma solemnidad que la herradura. "No es 15 posible pasar la artillería y otros grandes pesos por los angostos desfiladeros y pendientes de la cordillera, ni restituir a las sendas lo que de ella se precipitase," dice el mismo San Martín, "sin auxilio de dos anclotes y cuatro cables, de un peso capaz de poderse transportar a lomo de mula.” Con este aparato 20 movido por cabrestante venciéronse las dificultades del paso.

Pero se necesitaba además cerca de un millón de tiros a bala; 1,500 caballos de pelea y más de 12,000 mulas de carga. ¿De dónde se sacaría todo esto para tenerlo listo en poco más de dos meses de término? El parque de Mendoza sólo tenía 25 a la sazón (noviembre de 1816) trescientos sesenta mil tiros de fusil a bala, y a razón de 20 paquetes por hombre para tres mil infantes, resultaba un déficit de trescientos ochenta mil cartuchos, que fué suplido por el gobierno con la pronta remisión de 500,000 tiros y 30 quintales de pólvora de cañón. 30 En cuanto a los caballos, se proporcionó novecientos, en San Juan y Mendoza, al precio de seis pesos uno, abonados con

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vales admisibles en las aduanas de Cuyo en pago de derechos, lo que era casi lo mismo que expropiarlos gratuitamente. Sólo Cuyo podía dar las mulas y los arrieros, como las dió; pero ya no era posible exprimir más la sustancia de la estrujada 5 provincia, y por lo menos los fletes debían ser abonados, y éstos importaban como ochenta mil pesos. Pero el tesoro del ejército de los Andes estaba exhausto, y el gobierno, solicitado por San Martín, contestóle que no podía dar más hasta mejor fortuna.

Fué entonces cuando el general de los Andes lanzó con su sencillez y gravedad habitual, sus gritos más heroicos que resonarán en la posteridad: — "Si no puedo reunir las mulas que necesito, me voy a pie. El tiempo me falta; el dinero ídem; la salud mala, pero vamos tirando hasta la tremenda. 15 Es menester hacer ahora el último esfuerzo en Chile." "Ya estamos en capilla para nuestra expedición! Por esto puede calcularse cómo estará mi triste y estúpida cabeza. Baste decir que para moverme necesito trece mil mulas, que todo es preciso proveerlo sin un real. ¡Pero estamos en la inmortal provincia de Cuyo, y todo se hace! No hay voces, no hay palabras para expresar lo que son estos habitantes." "Todo, y todo, se apronta para la de vámonos: en todo enero estará decidida la suerte de Chile." "Para el 6 de febrero estaremos en el valle de Aconcagua,1 Dios mediante, y para el 15, ya Chile es 25 de vida o muerte." ¡Y Cuyo dió las trece mil mulas, y el 8 de febrero (dos días después de la predicción) estaba todo el ejército de los Andes reunido en el valle de Aconcagua; y el 12 (tres días antes de lo calculado) el triunfo coronaba las armas redentoras de la revolución argentina!

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1 Se refiere al valle chileno en donde están San Felipe y Santa Rosa de los Andes; véase el mapa del Paso de los Andes, en el cual figuran también la mayor parte de los lugares mencionados en las páginas siguientes.

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EL PASO DE

LOS ANDES

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