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do por el Rey; y no llegó á obtener la confianza de Laserna; ni tampoco alcanzó la gracia de Bolívar despues de la victoria de Ayacucho.

A los desastres de la patria en el sur se agregó entonces la derrota del activo Otero, quien con los guerrilleros de Huánuco vino á atacar á Tarma, casi desamparada de tropas realistas; y siendo batido por los Tarmeños en las goteras de la poblacion, hubo de abandonar sus pertrechos de guerra.

Sabida la funesta retirada de Santa Cruz, se habian reunido en Arica, Orbegoso, Guisse, Portocarrero. Soyer y Postigo para solicitar la venida de San Martin, y en una carta lisongera escrita el 28 de setiembre le decian:

"Como amantes del Perú y amigos de las virtu des de V. E., nos unimos para exprimir los votos del pueblo, como los del ejército, los del Presidente de la República, como los del último ciudadano, los de los gefes, como los del último defensor de la causa; en fin los votos del Perú entero, que no desea otra prenda de su independencia, que de ver á V. E. volviendo á fijar la fortuna bajo nuestras banderas, y la prudencia en nuestros consejos.

"Dios guarde á V. E. muchos años.-Arica 28 de Setiembre de 1823. Mariano Portocarrero-Martin Jorge Guisse - Salvador Soyer- Luis José Orbegoso-C. Garcia Postigo-Pablo Longer Secretario de la junta.'

San Martin estaba en Mendoza, habiendose alejado de Chile por escapar á las acusaciones de Cochrane y á la inminente revolucion, que derribó á su amigo O'higgins; iba á partir para Buenos Ayres en busca de su hija, que habia quedado sin madre, cuando recibió dicha carta, y sin demora contestó acon sejando en estos términos la union para la salvacion del Perú:

"Con el coche á la puerta para marchar á Buenos Ayres, en busca de mi hija, recibo la de U. y demas şeñores, de 28 de setiembre, y me demoro lo preciso para contestarle, no haciéndolo con los demas señores en razon de la premura del tiempo; pero lo verificaré desde Buenos Ayres.

"U. mi querido amigo me ha tratado con inmediacion; U. tiene una idea de mi modo de pensar, y conoce hasta el punto, que llegan mis sentimientos, no solo con respecto al Perú, sino de toda la América, su Independencia y felicidad; á estos dos objetos sacrificaria mil vidas; y partiendo de este princípio tan sagrado, y de la amistad sincera, que siempre le he profesado, y lo mismo al almirante Guisse, tengo de de- . cir á U. mi opinion franca y sencillamente.

"El Perú se pierde, sí, se pierde irremediablemente, y tal vez la causa general de América; un solo arbitrio hay de salvarlo, y este está en manos de U., de Guisse, de Soyer, de Santa Cruz y Portocarrero: ya está dicho; estos solos individuos son ó los redentores de la América ó sus verdugos: no hay que dudarlo; repito, Vds. van á decidir de sus nombres.

"Sin perder un solo momento, cedan de las quejas ó resentimientos, que puedan tener; reconózcase la autoridad del Congreso, malo bueno, ó como sea, pues los pueblos lo han jurado: únanse, como es necesario, y con este paso desap irezcan los Españoles del Perú, y despues matémonos unos contra otros, si este es el desgraciado destino, que espera á los patriotas. Murámos, pero no como viles esclavos de los despreciables y estúpidos Españoles, que es lo que irremediablemente va á suceder.

“He dicho á U. mi opinion; si ella es aceptada por Uds. estoy pronto á sacrificar mi vida privada: venga sin pérdida de un solo momento la contestacion de haberse reconocido la autoridad del Congreso;

pues la espero para decidir de mi destino.

"Diga U. á esos señores, que tengan esta por suya, y de consiguiente es un equivalente á mi contestacion.

"Sí, mi buen amigo: yo reposo en el seguro de la honradez, que los distingue; y de que el Perú va á renacer de los males, que lo affigen.-A Dios: es y será siempre su mejor amigo.--José de San Martin.

Santa Cruz quiso, pero no consiguió, que los ge. fes del ejército le dieran un informe favorable sobre las causas del desastre; desde Moquegua reconoció el gobierno de Torretagle, y para ponerse bien con el Libertador le envió á Gamarra. Ya á bordo del bergantin Catalina escribió á Riva Agüero el 19 de oc tubre, procurando disimular la extension de sus pérdidas y atribuyéndolas á causas extrañas: "el no haber encontrado en el transito del Desaguadero á Puno, como creia, las fuerzas de Sucre, causó el mas grande desaliento en muchos gefes y oficiales cobardes, y despertó en otros el deseo del desórden.... El ejército subsiste y puede trabajar. El contraste, que ha sufrido, es reparable, si no tenemos mayores males, que nos ataquen el corazon." Despues considerando la llegada del Libertador, cuyas comunicaciones habia recibido, como una proteccion de la suerte para el Perú y viendo en su mediacion lo único capaz de terminar la terrible cuestion de guerra civil, añadió: "Yo estoy lleno de esperanza, que lo conseguirá, por que despues de contener el curso violento, que llevaba, creo que encontrará muy buena disposicion en U. para ceder al término, que se haya propuesto, siendo asi que lo contemplo decoroso y propio de él y de U."

Riva Agüero era harto cauteloso y activo para haber descuidado la via de las negociaciones: cuando todavia se creia irresistible por poseer la fuerza del estado, procuraba entenderse con Chile, con el Virey

y con Bolívar. Su espíritu inquieto y precavido le movia á idear y poner en ejecucion, cuanto apareciera favorable á sus planes, sin detenerse por el riesgo de enredarse en sus propias intrigas. A Chile envió al Coronel Iturregui con el objeto de proporcionarse auxilios y desacreditar á Salazar, que representaba al gobierno de Torretagle. El gobierno de Santiago hizo vanos esfuerzos para cortar la escandalosa discusion entre los opuestos regentes del Perú, y convino en reconocerlos á ambos, fundandose en que de hecho existian dos Presidentes, el uno obedecido en Trujillo y el otro en Lima.

Era muy expuesto á la sazon entrar en sospechosas negociaciones con los realistas; asi lo hizo presente á Riva Agüero su Ministro y amigo Novoa, y el senado no las autorizó sino con mucha repugnancia despues de estar iniciadas. Pero deseando ganar tiempo para recibir los refuerzos de Santa Cruz y disciplinar el ejerci to del norte, quiso el expresidente aprovechar la ocasion, que le ofrecia la venida de comisionados españoles á América y el convenio ajustado ya con Buenos Ayres. Los liberales, que dominaban en el gabinete de Madrid, entre ellos el limeño Pando, llamado á ser ministro de Estado, no podian sin inconsecuencia con sus doctrinas desconocer el derecho, con que los americanos habian proclamado su independencia; y ademas de no hallarse con suficiente poder para retenerlos bajo el yugo colonial, deseaban recibir de ellos auxilios pecunarios para sostener una desigual lucha contra la Santa Alianza, declarada en favor del Rey absoluto. Desgraciadamente, por esa politica á medias y sin prevision, fatal á nuestra raza, los comisionados, que se nombraron para abrir relaciones pacificas y cordiales entre España y los nuevos estados hispano americanos, ni traian autorizacion para reconocerlos, explicitamente como independientes, ni siquiera esta

ban investidos con un verdadero caracter diplomatico; sacrificando el fondo á una impertinente exigencia de formas, venian con un simple nombramiento del Ministro español, como si hubieran de desempeñar sus cargos en dominios españoles; y esta falta de consideracion no podia menos de producir impresiones desfavorables en pueblos de la misma raza, sujetos á las mismas susceptibilidades de la dignidad propia. Solo el gobierno de Buenos Ayres, á cuya cabeza estaba el politico Rivadavia, y que buscaba en la paz esterior el medio de sobreponerse á la espantosa anarquía de las provincias Argentinas, pasó por encima de los escrupuÏos, ajustó un armisticio de diez y ocho meses, estableció las relaciones comerciales, y para celebrar tratados sobre la base de la independencia acordó dirigirse á los Gobiernos de Chile y de el Perú, esperando, que la accion comun de las tres repúblicas allanaria las negociaciones de neutralidad, de paz, ó de comercio: al efecto comisioné cerca del Virey al General LasHeras, y ante los gobiernos chileno y peruano al ciudadano Alzaga. En Santiago fué considerada la convencion de Buenos Aires como una indigna humillacion, y en Lima no logró la mejor acogida: el congreso resolvió, que no se tomara ninguna resolucion sin previo acuerdo de Bolivar.

Riva Agüero, con las primeras noticias recibidas por los periodicos, se habia apresurado desde el 26 de agosto á escribir á Santa Cruz, autorizandole plenamente para entrar en arreglos con el Virey y aprobando anticipadamente los artículos del armisticio, que él pudiera negociar. El 8 de setiembre envió desde Huaraz al coronel Remigio Silva para que propusiese una suspension inmediata de hostilidades, un armisticio de 18 meses ó por el tiempo que se pactara, la celebracion, de tratados al llegar los comisionados de S. M. C, y el compromiso de no renovar las hostilidades,

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