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vidual. Yo detesto un sistema, que no termina al bien general, y que no concilia los intereses de todos los ciudadanos.

¡O Perú! suelo apacible, en que ví la luz primera; suelo hermoso, que pareces destinado para habitacion de los dioses: no permitas, que en tu recinto se levanten templos á la tiranía, bajo la sombra de la libertad. No creas, que se trabaja por hacerte feliz, á pretesto de una falsa igualdad: desde el instante, que sucumbas, un poder colosal te oprimirá con el peso del mas cruel despotismo. Ahora mismo lo sufririan todos los Estados de América, si la suerte le fuese favorable. De la union sincera y franca de peruanos y españoles, todo bien debe esperarse: de Bolívar, la desolacion y la

muerte.

Lima, Marzo 6'de 1824.

El Marques de Torretagle No obstante los peligrosas defecciones, multiplicadas por la perfidia, por la cobardia ó por la falta de caracter, hubo honrosas excepciones de patriotas, que abandonaron las delicias del hogar, y se expusieron á toda suerte de sufrimientos, permaneciendo fieles á la república en las circunstancias mas críticas.

El animo de Bolívar, que en los dias mas aciagos se habia mostrado siempre superior á los mayores desastres, no habia de flaquear por accidentes pasageros en el movimiento irresistible hacia la independencia. Sabia muy bien, que una victoria har ia desaparecer como por encanto el desfallecimiento, y trasformaria en republicanos entusiastas al gran numero de los que entonces aparecian vasallos contritos de Fernando VII. En reve esperaba alcanzar triunfos esplendidos, por mas que los realistas anunciaran con jactancia, que pronto lo arrojarian del Perú, y aun que así lo temiesen muchos patriotas alarmados por la momentanea preponderancia del ejército ene

migo Con esa confianza, habiéndole replicado Mosquera en la entrevista de Pátivilca, con que medios creia poder triunfar, le contestó con la serenidad, que dá el sentimiento de 'a propia fuerza:”

"Tengo dadas las órdenes para levantar nna fuerte caballeria en el departamento de Trujillo; he mandado fabricar herraduras en Cuenca, en Guayaquil y Trujillo; he ordenado, que se tomen para el servicio militar todos los caballos buenos del pais; y he em bargado todos los alfalfares para mantenerlos gordos. Luego que recupere mis fuerzas, me iré á Trujillo. Si los españoles bajan de la cordillera, los buscaré infaliblemente y los derrotaré con la caballeria" Si no bajan, dentro de tres meses tendré una fuerza para atacar: subiré la cordillera y derrotaré á los españoles, que estan en Jauja"

Los caudillos realistas dificilmente habrian osado perseguir á los defensores de la patria en las provin cias del norte, especialmente en la costa: su tropa reclutada por lo comun en las serranias del centro y del sur bajo la presion de la fuerza y la sujecion secular, no hubiera podido sobrellevar las penosas marchas á pié por abrasados arenales; ni habrian encontrado medios de cubrir sus bajas en pueblos, que gozaban ya casi tres años seguidos de la independencia aclamada con entusiasmo. Allí les faltarian al mismo tiempo los elementos de movilidad y los medios de subsistencia; y entretanto la cooperacion de los habitantes los facilitaria en abundancia á los patriotas, quienes por otra parte tenian una solida base de operaciones en las inmediatas provincias de Colombia. Si en otras circuns-. tancias hubieran podido extender sus operaciones al norte del Perú; en aquella situacion tenian los mas poderosos motivos para no alejar de las provin cias meridionales la parte mas numerosa de su ejercito. Venia desde muy atras el profundo desacuerdo

entre los liberales, á cuya frente se hallaba el virey, y.. los absolutistas, cuyo principal caudillo era Olañeta, sabido por unos y otros el restablecimiento del rey absoluto, se desalentaron los primeros, y dando rienda suelta el segundo á sus resentimientos y aspi raciones, declaró por su propia autoridad la abolicion del sistema constitucional; alejando á los generales amigos de Laserna, se retiró hacia la frontera argen tina y llevandose todo el armamento, dió claros indi-: cios de querer suplantar á su rival, ó por lo menos de ponerse á la cabeza de otro vireinato. Los liberales le detestaban no solamente por sus opiniones politicas, sino por su orijen y antecedentes: como gefes nacidos en Europa y educados segun las reglas del arte militar, no tenian buena voluntad á un natural y antiguo comerciante del Alto Perú, elevado por sus proezas de guerrillero á General de ejercito, y que, no obstante su alta clase, procuraba enriquecerse ejerciendo escandalosamente el contrabando. Por sn par te Olañeta, ademas del antagonismo militar y politico contra el virey, era estimulado en los conatos de rebelion por su habil sobrinó D. Casimiro Olañeta, quien con la escísion de los realistas queria allanar el triunfo de las armas independientes. Para conjurar el peligro, de que veia amenazada su causa, envió el Virey al valeroso é inteligente Valdes, quien hizo grandes, pero vanos esfuerzos por conciliar los animos: proclamó con los disidentes el restablecimiento del rey absoluto, y no se tuvo fé en su declaracion; hizo presente, que Laserna estaba dispuesto á renunciar el mando despues de consultar á las autoridades subalternas y personas notables del vireinato, y tam bien se desconfió de esta abnegada conducta; se supo, que Fernando VII habia confirmado al Virey en su cargo, y el real nombramiento no pudo cortar la semilla de la desobediencia. En 9 de marzo se ha

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bia celebrado un tratado conciliatorio, en virtud del que dejaron el Alto Perú los defensores de Laserna bajo la promesa de que las órdenes superiores serian obedecidas por los partidarios de Olañeta; pero Valdes hubo de regresar á aquellas provincias para ase gurar con las armas una obediencia, que, estipulada de una manera solemne, no, tardó en ser desmentida con los hechos. De esa suerte la colision sangrienta, que iba á estallar en los ejercitos realistas, no podia menos de paralizar sus operaciones contra los patrio tas y de nenoscabar el prestigio de la autoridad real, última ancora del coloniage. Bolívar supo sacar par tido de esa excision, no solo activando libremente sus 7 aprestos para la campaña libertadora, sino inspiran do mayor confianza a su hueste con proclamas, en que daba por cierta la adhesion de Olañeta á la causa de su patria.

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Por la necesidad de concentrar las fuerzas rea listas del norte fué llamado Monet al inte. ior, y salió de Lima para la sierra el 18 de marzo, habiendo de 1 jado de Gobernador en la capital al tristemente cele- i bre brigadier D. Mateo Ramirez, y en el Callao al tenaz Rodil con la guarnicion indispensable y las precauciones convenientes. Como si la vuelta al absolutismo hubiera amortiguado los sentimientos de una cultura superior; y como, si no obstante la distancia de tres mil leguas se hubieran comunicado á los realistas del Perú los furores, que los defensores del rey absoluto estaban desplegando contra los constitucionales; Monet, tenido antes por moderado, y Camba, su ilustrado gefe de estado mayor, cometieron en San Mateo contra, indefensos prisioneros un acto cruel de fria barbarie. Llevaban consigo á los patriotas caidos en su poder por la traidora entrega del Callao; y en el Tambo de . Viso favorecidos por la oscuridad y espesos matorra les de aquella quebrada lograron fugarse el coronel

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Estomba Ꭹ el comandante Luna. Para impedir la fude otros patriotas decidió el mal aconsejado Mo.. net fusilar á dos patriotas sacados por la suerte. En vano el coronel Videla y el auditor de guerra Aldana protestaron en nombre de la civilizacion y del dere cho, y en vano el honrado Vivero, que era uno de los prisioneros quiso entrar en el fatal sorteo. Camba contestó al antiguo brigadier español, “esto no reza_con U. señor Vivero," y no hizo caso de su noble replica: "Debe rezar, por que yo debo participar de las desgra cias y prosperidades de mis compañeros." A las observaciones incontestables de Aldana y Videla, se contestó con palabras sarcasticas y risa sardonica. Los capitanes D. Domingo Millan y D. Manuel Prudan designados por el azar fueron fusilados tras de la iglesia de San Mateo, delante de sus camaradas. El primero murió como un heroe: se le habia concedido vestir su uniforme de gala, arengó á los prisioneros, y dió con firmeza á los soldados la voz de descarga. "Compañeros, dijo, como si fuera á entrar en combate, he vencido á los españoles en San José, en San Lo renzo y en Suipacha y he peleado contra ellos en otros campos de batalla: he estado en Casamatas prisionero siete años y meses, y hubiera estado setecientos antes que transigir con la tirania española, que ahora mas que nunca va á dar una prueba de su ferocidad. Mis compañeros de armas, testigos de este infame asesinato, algun dia me veugaran: y si ellos no lo hacen, lo hara la posteridad." Dirigiendose luego á los que iban á fusilarle, y abriendose la casaca, les gritó con voz estentorea," al pecho, al pecho, viva Buenos Ayres." Una descarga ceri ada puso fin á sus heroicas palabras.

Procederes tan barbaros levantaban contra los realistas la opinion pública, comunicando mayor decision al ejercito de la patria. La armada nacional,

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