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bia, y tampoco se ocultaban á su clara inteligencia las poderosas y evidentes razones, que debian inducirle á dejar el Perú árbitro de sus destinos, una vez cumplida con inmortal gloria la mision libertadora. Pero el apego á la autoridad suprema era en su ánimo mas fuerte, que la conviccion; altivo y necesitando de grandes emociones, no sabia resignarse á la modesta y apacible igualdad republicana, y ademas queria conservar la amplia autocracia sobre el antiguo imperio de los Incas para realizar gigantescos proyectos, cuya grandeza era á sus ojos suficiente escusa para retener sin escrupulo tan extraña autoridad en una república independiente; pretendia persuadir á los demas y por momentos se persuadia á si mismo, que necesita a predominar en la América del sur para libertar á los nuevos estados, asi de los ataques extraugeros, como de sus querellas reciprocas y del azote de la anarquía. Muchos hombres asustadizos participaron de esa opinion; y el concierto de los aduladores era bastante fuerte para no dejarle oir las debiles protestas de la oposicion liberal.

En las pocas semanas, que faltaban para la reunion del Congreso, fijada para el 10 de febrero, no tomó la administracion ningun acuerdo de influencia radical: espléndidas fiestas por la victoria de Ayacu cho, la publicacion de los decretos expedidos despues del triunfo de Junin, el nombramiento de una sociedad economica de amigos del pais, la incorporacion del departamento de Huancavelica al de Guamanga; ciertos arreglos militares ó financieros y otros medidas de interés secundario fueron los principales actos oficiales, que llamaron la atencion hasta fines de enero; pero el asesinato de Monteagudo acaecido en la noche del 28 produjo en el pueblo impresiones vehementes, é hizo recaer sobre el gobierno acusaciones muy graves.

El antiguo ministro de San Martin, aunque esta

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ba puesto fuera de la ley, no habia vacilado en regresar al Perú, escudado con la amistad de un protector mas poderoso; acompañó á Bolívar en la campaña de Junin, regresó con el á la costa, y entraba en sus consejos mas intimos. Dadas las nueve de la noche, que era de las mas claras del verano, se retiraba de casa de unas amigas suyas, cuando cerca del hospital de San Juan de Dios, donde habia una guardia de prevencion, fué asaltado por los negros, Moreira y Colmenares, y este le dió una puñalada mortal, dejandole clavado en el pecho el bien afilado cuchillo. Monteagudo exhaló un grito de agonia, huyeron los asesinos, y un oficial de la guardia, que acudió, le halló muerto, y tomó de su pecho un valioso prendedor. Si hubo intencion de robarle de parte de los negros, como muchos han creido despues, no la llevaron á cabo sobrecogidos de un súbito terror; la murmuracion pública, no pudiendo calificar el atentado de un crimen vulgar, le atribuyó un caracter político, y supuso, que los asesinos habían sido instigados por Bolívar ó por Sanchez Carríon. Las sospechas contra el segundo se fundaban en su conocida hostilidad y en sus presun tos celos con Monteagudo; y como á poco enfermó gravemente y murió en junio siguiente, se supuso tambien, que habia sido envenenado para castigar un presunto delito con otro mayor; la autoxia del cadá ver no justificó las últimas hablillas, y es casi cierto, que el eminente hombre de estado sucumbió á una antigua enfermedad del higado, producida por los excesos del trabajo y del placer. Bolívar dió peso á los cargos dirigidos contra él por el inicuo partido, que quiso sacar del asesinato. A la vista del cuchillo homicida, dijo un barbero, que aquella arma habia sido afilada en su tienda, y que, si se le ponia delante, reconoceria al negro, que se la mandó afilar; habiendo sido reunidos todos los de la capital, bajo pretexto de

entregarles cedulas, que les eximirian del reclutamien to, el barbero, que estaba oculto, designó al asesino sin vacilar; y apresado este, fué inducido por el gobier no con ofrecimiento de perdon á complicar en la causa á dos hombres inofensivos, el abogado Colmenares, que pertenecia al partido liberal, y el noble Moreira, adicto al Rey. Presos ambos, se turbó Moreira hasta el extremo de no poder descargarse de las mas calumniosas y absurdas imputaciones; pero Colmenares confundió al calumniador, haciendole incurrir en contradicciones manifiestas acerca del lugar y de los supuestas instigaciones. La causa fué cortada, desde sobre ella no podian basarse los planes de una politi ca maquiavelica, y el negro fué enviado con las tropas de Colombia en la clase de sargento. Su compli ce, el negro Moreira, aseguró en Guayaquil en 1854 á un coronel peruano, que, mientras ellos atacaban á Monteagudo, aguardaba el resultado del ataque en las iumediaciones un ayudante del Libertador, y San Martin atribuia tambien al asesinato un origen polí tico. Mas los jueces mas competentes lo tienen por un crimen vulgar.

que

Aunque el proceso no llenó enteramente las miras de la administracion, por lo menos difundió en la sociedad manifiestas alarmas y secretos terrores: para unos corria la república el riesgo de la mas cruel reaccion ó de la sangrienta anarquía, puesto que segun ellos no se detenian los emisarios de Rodil ó los revolucionarios ante los mayores crimenes; para los que creian ver mas claramente los peligros de la situacion, era evidente, que la dictadura procuraria afirmarse, destruyendo, cuanto le obstruyese el camino, ya fuesen consejeros peligrosos, ya pasaran por peruanos inofensivos. Sin necesidad de ser objeto de tales recelos, inspiraba ya Bolívar suficiente terror por el recuerdo de sus represalias en la

guerra de Colombia, por sus rigurosa disciplina militar y por sus arrebatos de colera, que hacia temblar á cuantos por cualquier motivo pudiesen incurrir en su indignacion.

Juntese al ascendiente de tan formidable poder la admiracion, que excitaban la hazañas del Titan venezolano, y la gratitud inspirada por beneficios inestimables, y entonces no se juzgará con excesiva severidad el degradante entusiasmo, con que el congreso constituyente resolvió la prolongacion de la dictadura el dia mismo de su reistalacion. Se habia procu rado alejar á muchos diputados liberales, y los vacios dejados por la ausencia, defeccion ó muerte de otrcs, se llenaron con hechuras del Gobierno. Pedemonte Unanue y Larrea lo dispusieron todo para arrancar á la asamblea por sorpresa la prolongacion del poder dictatorial. Reunidos los representantes á las ochō de la mañana el 10 de febrero, y admitidos en su seno algunos suplentes, se resolvió á propuesta de Pedemonte; que, si, como era de suponer, hácia el Libertador dimision de la dictadura, se le suplicaria que continuara en el ejercicio de sus funciones. El mismo diputado, que fué á palacio al frente de una comision, apoyó sus propuestas ante el Dictador en los terminos mas vehementes, llegando á decir:

"El Congreso espera impaciente á V. E.; y aunque con anunciarselo, parece, que la comision habia llenado su presente objeto; yo creo, señor, no faltar á la relijiosidad de nuestro encargo, si me tomo la li bertad de prevenir á V. E., que el Congreso se estre mece al considerar, que pueda hoy ver V. E., una espresion sola alusiva á la dimision de esa autoridad suprema, en que ahora un año libramos nuestra suerte, y á que V. E., ha sabido corresponder con uua clase de he: o smo desconoc do en la historia, haciendo, que á su lado aparezcan monstruos de tirania, aun en el

acto mismo de salvar á Roma, los Cincinatos y Camilos. La comision se avanza á rogar á V. E., que al dirijir su voz á los representantes y al pueblo reuni dos, se digne leer en sus semblantes los ardientes votos, que abriga cada uno, por la continuacion de un gobierno, que tan costosa, como inutilmente hemos buscado por tres años. ¿No permita el cielo, que, habiendose cubierto de gloria el Congreso peruano en el dia 10 del pasado Febrero, con solo el decreto de la dictadura, pase hoy por la debilidad de aceptar la dimision de su poder al que sin ejemplo debemos leyes, patria, libertad y existencia!"

Bolívar contestó ofreciendó su espada en servicio de la causa americana, despues de manifestar, que la dictadura era tan peligrosa, como incompatible con su calidad de Presidente de Colombia y con el estado del Perú Llevado al congreso con pompa triunfal, y victoreado con las mas vivas demostraciones de jubi lo, leyó este elocuente mensage.

¡Señores!

Los representantes del pueblo peruano se reunen hoy bajo las auspicios de la esplendida victoria de Ayacucho, que ha fijado para siempre los destinos del Nuevo Mundo.

Hace un año, que el Congreso decretó la autoridad dictatorial, con la mira de salvar la República, que fallecia oprimida con el peso de las mas espantosas calamidades. Pero la mano bienhechora del Ejército Libertador ha curado las heridas, que llevaba en su corazon la patria: ha roto las cadenas, que habia remachado Pizarro á los hijos de Manco Capac, fundador del imperio del Sol; y ha puesto á todo el Perú bajo el sagrado réjimen de sus primitivos derechos.

Mi administracion no puede llamarse propiamente, sino una campaña: apenas hemos tenido el tiempo necesario para armarnos y combatir, no de

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