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de Maracaibo una ciudad que llamó Nueva Zamora (1),) en recuerdo de su patria, despues de largas y penosas excursiones en todo aquel territorio, del cual puede decirse casí se hizo dueño.

Con menos fortuna corrieron las armas españolas al oriente de la provincia. La ciudad de Nueva Córdoba, á pesar de su bella y conveniente posicion, no solo no habia adelantado nada, sino que se hallaba reducida á unas cuantas familias presas de grande miseria. Y hubiera desaparecido por completo, á no ser por la llegada de Don Diego Fernandez de Cerpa, que con 400 hombres de flor, venia á conquistar la Guayana, segun negociacion que habia celebrado con la Corte en 1568. Aunque Nueva Córdoba pertenecia á la provincia, juzgó Cerpa estar comprendida en sus dominios, y como no halló oposicion, aseguróse mas de ella; lo que vino á ser muy en beneficio de la moribunda ciudad, pues trajo á ella 23 familias, y juntándolas á las allí existentes, cambió el sitio de la ciudad á fines del año de 1569 por otro mas elevado á orillas del mismo rio Manzanares, en donde actualmente se halla Cumaná. Hecho esto, púsose en marcha á su conquista, al frente de 400 hombres, entre los cuales habia muchos avezados á la guerra y que habian asistido en Europa á crudas batallas. Fundó á su paso una ciudad cerca de las orillas del Neveri, llamándola Santiago de los Caballeros, y en ella dejó las mugeres y los niños que con él venian. Mas, los Indios Cumanagotas, al ver aquel establecimiento, uniéronse con los vecinos y tramaron su ruina. Cerpa, entretanto, quizas confiando demasiado en sí mismo y sus compañeros, se internó hasta donde los Indios le esperaban, y allí pereció con casi toda su (1) Hoy Macaraibo.

gente á manos de ellos. Pocos pudieron escaparse, cubiertos de heridas, y llegados á la ciudad se apercibieron á la defensa. Pero cuerdamente se decidieron sus habitantes á abandonarla primero, antes que en ella trabar lucha con tan numerosa y aguerrida gente. Así, se trasladaron á Cumaná, que con esta emigracion vino á engrandecerse hasta el punto de formar pro vincia separada. Tal era el estado del pais, cuando llegó á Coro Don Diego de Mazariego, que habia sido nombrado por las Cortes para suceder á Ponce de Leon. Era Don Diego hombre de bellas prendas; pero entrado ya en muchos años, no podia por si mismo atender á los crudos negocios de la colonia, y así valióse de otros, no solo para la administracion del gobierno, sino para llevar á cabo las empresas que le sugeria su mente. Nombró, pues, á Don Pedro Calderon, por su teniente en Santiago de Leon, y en Don Diego de Montes descargó el peso de los principales asuntos, confiándole lo que se relacionaba con el ramo de conquistas y poblacion, con el carácter de teniente general de la provincia.

Poco hicieron estos en favor de ella, cumpliendo sus respectivos encargos, á no ser la fundacion de San Juan Bautista del Portillo de Carora, entre Barquisimeto y el lago de Maracaibo, hecha de órden de Móntes por un tal Salamanca, en sitio nada adecuado. para el efecto, y el sometimiento de los Mariches, efectuado con el asesinato del cacique Tamanaco, que despues de haber resistido como un hijo de la antigua Grecia, cayó prostrado en tierra y hecho prisionero.

La muerte que dieron los españoles á este esforzado Indio, merece que nos ocupemos en ella. Pedro Alonzo, á quien habia hecho Calderon jefe de una expedicion

que siguiendo la corriente del Guaire se internó en el Tuy, y precisamente con quien habia luchado el infeliz Tamanaco, decidió que el desgraciado Indio pereciera defendiéndose contra una fiera. Tenia Garci-Gonzalez un perro de ferocidad poco vista, á cuyas garras}› y colmillos decidieron entregar el pobre cacique. Dispusieron al efecto un palenque y allí le arrojaron ~ con el bravío animal, que no tardó en arrancar del cuerpo la cabeza de Tamanaco, en presencia de Alonzo y de otros crueles expectadores, que la conciencia, universal condenará siempre á eterna abominacion. Mas no por esto los demas Indios dejaban de seguir en su camino de defensa de la pátria; ni entre ellos dejaba de haber hombres dignos de haber figurado con Scévola y los primeros patricios de la héróica Roma. Veamos un ejemplo. Garci-Gonzalez habia recibido el encargo de someter á los Teques, en cuyos dominios nuevamente hallaron las minas de oro que ya se habian comenzado á explotar; y en momentos en que, haciendo una excursion contra estos Indios, Garci-Gonzalez se viera atacado por la espalda por numerosa gente, envió á uno de sus prisioneros á que, hablando con sus compatriotas, les intimase cesar en la pelea, so pena de empalarlo á él y á algunos mas que tenia en su poder. Llamábase este Indio Sorocaima; veamos cómo cumple su encargo. Adelántase hasta donde pudieran oirle y lejos de pedir lo que se le encargara, á grandes voces les invita para que siguiesen con mas brio y teson el ataque; visto lo cual por el español, mandóle cortar una mano para que cumpliese bien su comision. Con gran serenidad extendió el Indio su diestra para que la mutilasen. Prendado GarciGonzalez de tanto heroismo ordenó su libertad y lo

eximió del castigo; mas no por eso dejaron de cortarle la mano otros españoles muy principales que allí se hallaban. Hiciéronlo sin conocimiento de Garci-Gonzalez y tuvieron ocasion de ver á un hombre á quien se desollaba una parte del cuerpo, guardar el mas profundo silencio durante su martirio. En efecto, sin exhalar siquiera un suspiro, el valeroso Sorocaima esperó á que terminase la cruel mutilacion, y luégo, con voz serena, pidió la mano desmembrada á sus verdugos, y con ella majestuosamente se retiró al seno de sus compatriotas. Sublime ejemplo este de grandeza de alma, que nos recuerda á Régulo, y de que más tarde veremos nuevos imitadores en la guerra de la independencia patria.

VII

DON JUAN PIMENTEL.

TRASLACION DE LA CAPITAL á Caracas. GARCI-GONZALEZ MARCHA CONTRA LAS CUMANACOTOS. HORRIBLE PESTE DE VIRSUELAS. DON LUIS DE ROJAS. - SU MAL

GOBIERNO. DON DIEGO DE OSORIO.
REFORMAS ÚTILES QUE HIZO.

SU BUEN GOBIERNO. EL CORSARIO INGLÉS DRACKE SAQUEA Á CARÁCAS. - GONZALO PEÑA LIDUEÑA.

Diez años cumplidos, sin embargo, tuvieron que luchar los españoles contra los Indios que ocupaban el pais de los Carácas; al cabo de los cuales depusieron las armas al peso de grandes infortunios y miserias.

Entretanto, un nuevo gobernador, Don Juan de Pimentel, habia sido nombrado para suceder á Mazariego, y en los últimos meses del año de 1577, habia llegado á Coro. Ocupóse en el primer año de su gobierno en mudar la capital de la provincia á Carácas, punto á su parecer mas conveniente para el efecto. Así, Coro, que desde el principio de la conquista gozara de esta prerogativa,

vióse despojada de ella en 1578, no pudiendo ni conservaralli el asiento del Obispado, pues en 1613 se vino tambien á Carácas su prelado, Fray Juan de Bohorgues, y en 1635, el obispo Don Juan López Agurto de la Ma ta trasladó á su vez el Cabildo; cuyas disposiciones fueron aprobadas, á despecho de los hijos de Coro, por las autoridades de España, expidiéndose en el mismo año una cédula que las autorizaba, confirmada despues en 1639. Hecho esto, comisionó á Garci-Gonzalez para que sometiese á los Cumanagotos, que jactanciosos de los triunfos que habían adquirido anteriormente, se atrevían ya á infestar el comercio de aquellas costas. Marchò, pues, Garci-Gonzalez con tal propósito, en 1579, acompañado de cerca de 600 hombres, de los cuales 130 eran españoles y los demas indígenas. Veinte dias despues de haber salido de Carácas llegó á las márgenes del Unare, en donde renovó una alianza que anteriomente hiciera con el cacique de Crecrepe; mas en esta expedicion no tuvo Garci-Gonzalez la fortuna que otras veces le habia acompañado, pues aunque venció en ocasiones á los Cumanagotas que tanta fama tenian de valientes, y aunque llegó á fundar en las márgenes del Unare un establecimiento, los Cumanagotas, Chacopatas y Choymas se juntaron para defender su territorio; y habiendo marchado Garci-Gonzalez á atacarlos, fué completamente derrotado á pesar de los esfuerzos que hiciera por impedirlo, habiendo de retirarse á Píritu bajo la persecucion de los enemigos que no desperdiciaban momento propicio de inquietarlo. Mas á pesar suyo tuvo que volver á Crecrepe, ya por este fatal suceso, ya por otras causas dependientes del clima y la escasez de recursos. Allí, desesperanzado, decidió abandonar la conquista, que si no

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