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premio de sus crueles servicios lo hi ciéron comandante del Bagio; llámase Bagio en Nueva-España, á unas llanuras fertiles, y acaso las mas cultivadas y fructíferas, situadas desde casi las orillas de Querétaro hasta Guanajuato, y comprenden a capi toda la jurisdiccion sugeta á la intendencia de ese nombre, parte de la de Valladolid, y corregimiento de Querétaro. Están sembradas de ciudades, pueblos, villas y haciendas, que ofrecen á cualquiera tropa muchos recursos mútuos, por su localidad y abundancia. Este fué el sangriento teatro de la guerra de independencia, contra la cual se distinguió tanto Iturbide referiré algunos de los hechos mas célebres y mas sabidos, que por su misma notoriedad en el Bagio no pueden ponerse en duda,

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En la ciudad de Guanajuato prendió a vários patriotas, como catorce ó quince : entre ellos a D. Juan Sein, hijo de uno de los sugetos principales del lugar, y entroncado con las familias de primera distincion; los demas prisioneros eran tambien jóvenes distinguidos por su nacimiento, aunque de cortas facultades. Condenados todos à muerte (que era la pena corriente que aplicaba Iturbide, fa

dió el de patriotas á los europeos y des naturalizados americanos que seguian voluntariamente las banderas del despotismo,

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cultado como todo comandante para ha cerlo impunemente, sin dar siquiera aviso á ningun tribunal superior); hizo sus gestiones D. Juan Sein, por medio de sus allegados para libertarse la vida; moviò empeños los mas poderosos, pero nada se consiguió, hasta que se echó mano del poderoso resorte que tiene imperio en todo corazon anti-americano. Ocho mil pesos que ofreciéron y se repartiéron entre el virey Calleja, su secretario Villamil è Iturbide cambiaron en destierro la pena capital que debia sufrir Sein. El hecho hasta aquí es indecoroso y execrable; pero lo es mucho mas la circunstancia que le acompañió. Los demas reos, idénticos en la misma clase de delito que podia imputarsele á Sein, y acaso en la práctica de él mucho mas inculpables, no teniendo proporciones para exhibir cada uno ocho mil pesos, propusieron entre todos tres mil, única cantidad que pudiéron proporcionar. No diré que la justicia, la caridad ò la natural compasion exigian que Iturbide les conmutase la pena, sino que el amor propio, el interes que todo hombre tiene de cohonestar sus mas criminales acciones, lo obligaban a perdonarlos, así como á Sein, para que no se digése que la sordida codicia era el mó vil de su corazon. Pero ¡qué lèjos están de encontrarse aun los vislumbres de la

virtud en alma tan corrompida! Sin consideracion alguna, ni aun á su propia reputa çion, exigió de cada uno de los reos igual cantidad á la que habia dado Sein; y como no pudiéron ministrarsela, los pasó á todos por las armas, casi á la vis-, ta de sus familias y allegados; por cu ya accion lo lleno de improperios públi camente D. Florencio Camargo, uno de los reos, poco antes de morir, los que Iturbide sufrió con la frialdad de quien yá no reconoce ningun estímulo de ho nor ni de virtud. No le es ménos indecorosa la conducta que observó con el padre Luna, condiscípulo y amigo suyo, habiéndolo hecho prisionero por patrio ta. Lo llevò á su lado, le habló en es tilo familiar el mas corriente, y con que siempre se habian tratado desde la infancia; le ofreció chocolate, ó lo que gustase: él admitió lo primero, y se le sirvió al momento. El padre se daba interiormente las gracias por ha ber caido en las generosas manos de su condiscípulo y amigo. Iturbide, en, tre tanto, usando con él de la mayor afabilidad, no tenia otras miras que las de escudriñar con este engaño los secre tos de su corazon: consiguiò en efecto su intencion; pues el padre prendado de la generosidad de su amigo, no dejó de descubrirle várias cosas interesantes. Cuando Iturbide hubo conseguido su ob◄

geto, y no tuvo ò no esperó yá sacan mas, le preguntó ¿qué le parecia el cho colate que habia tomado y el trato que le habia dado? El padre Luna le contestó con la mayor efusion de un al ma agradecida, y entonces Iturbide le dice pues mas te sabrá la muerte: aho ra verás como trata Iturbide á los ene migos del rey disponte para morir den. tro de dos horas. Tan inesperada vas riacion y tan crudo fallo, no pudo mé, nos que parecer al padre Luna una burla amistosa por pasatiempo; pero viendo que Iturbide seguia seriamente su idea, no tuvo otra cosa que hacer sino disponerse para morir, y fué en efecto pasado por las armas dentro del térmi no prescrito, á pesar de los ruegos de muchas personas de respeto y estimacion de Iturbide, que sabedores del lance, se interesaron con él para impetrar el perdon, ó á lo menos la dilacion del castigo. ¡No es este un indicio de un alma negra que se complace en destruir á sus semejantes? La prision de Alvino García y los partes de Salvatierra y Celaya lo prueban hasta la última evidencia.

Con fecha 17 de abril de 1813 escribe de Salvatierra al general Cruz* dándole parte de la victoria que habia conseguido, y regocijándose de haber san

* Este documento se halla en la nota n.1.

tificado el Viernes-Santo, enviando á 300 miserables escomulgados á los profundos abismos y así habla un americano? ¿y podrá llamarse cristiano el que así profana la sublime religion, que tiene por base la caridad? ¡Ah! semejante monstruo no fué, ni es discípulo del Divino Salvador, el Augusto Padre de las misericordias; ese bárbaro realista solo conoce la doctrina del despotismo, y solo sigue el sanguinario culto de la criminal ambicion.

En el parte que dirigió desde Celaya con fecha 6 de julio de 1812, al comandante en gefe de la division, brigadier D. Diego García Conde, dice.* "Para hacer algo por mi parte, con ob"geto de quitar la impresion que en al"gunos estúpidos y sin educacion exis"te, de que nuestra guerra es de euro"peos à americanos, y de éstos á los "otros, digo que en esta ocasion ha "dado puntualmente la casualidad de que "todos cuantos concurriéron à ella han "sido americanos, sin escepcion alguna, "y tengo en ello cierta complacencia, porque apreciaria ver lavada por las "mismas manos, la mancha negra que al'gunos echáron en este pais español, y "convencer de que nuestra guerra es de "buenos á malos, de fieles á insurgen"tes, y de cristianos álibertinos."

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* Nota número 2.

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