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Compárese imparcialmente la con ducta de estos pretendidos libertinos con la de este buen cristiano. El general Bravo, gefe distinguido de estos patriotas llamados insurgentes, benemérito en grado heróico de la patria, por su constancia y sublime generosidad, cogió en una accion á 300 españoles que hizo prisioneros precisamente en el momento de recibir la noticia de que su amado y tierno padre habia caido en poder de sus enemigos los realistas, y lo habian pasado por las armas. ¡Cuál fué en este momento de acerbo dolor el primer impulso de la alma de Bravo, quién lo podria creer sino un verdadero cristiano! Su primer impulso fué dar la liber tad a los 300 españoles enemigos suyos, que acababan de dar tan mortal golpe á su sensibilidad: los manes de mi vir tuoso padre, dijo él, no se sacian con sangre española, solo exigen de mi actos de caridad, nobleza y generosidad: que todos sean libres; humanidad, religion y libertad debe ser la divisa de todo buen patriota.

¿No es este pretendido libertino, que perdona tan generosamente á 300 espaMoles enemigos suyos, cuyo partido acaba de matar á su padre, un poco mas digno del nombre cristiano, que el vil americano que solo por congraciarse con los tigres realistas santifica el Viernes

Santo enviando a los infiernos á 300 hermanos suyos, que su supersticiosa igno rancia considera efectivamente como es comulgados? ¡Ah, cuántas veces el hombre mas indigno de la consideracion pública se halla á la cabeza de un gobier no ó de un imperio! La fortuna parece burlarse de la prevision humana, colocando en el primer rango al que no me rece ni siquiera el último de la sociedad, verdad admirablemente espresada en es tas célebres palabras de Tácito.

Mihi quanto plura recentium seu veterum revolvo, tanto magis ludibria rerum mortalium cunctis in negotiis obser vantur; quippe famá, spe veneratione potius, omnes destinabantur imperio, quam quem futurum principem fortuna in ocul to tenebat.

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Ni aun el bello sexo pudo escaparse de su crueldad; dígalo la cárcel dè Guanajuato, á donde fueron conducidas multitud de mugeres, entre ellas muchas señoras delicadas, sin otro crímen què ser esposas, hijas, madres ò hermanas de algun patriota; saciando en estas víc timas miserandas la rabia que no podia desahogar con los hombres. Muchas de ellas en cinta pereciéron, otras á impul so de la miseria ò de la enfermedad, y todas generalmente acabaron sus dias las

timogamente ʼn causa de los daños y atra. 808 que les originó tan injusta y moles fa prision. Las enérgicas súplicas que se le hicieron por su compadre el inten dente de Guanajuato, por el sabio y elo cuente cura Lavarrieta, y por otras mu chas personas de distincion, quienes con el motivo del nacimiento de un hijo suyo se interesaron con él, pidiendo su misa y energicamente la libertad para aquellas inocentes mugeres, no produ geron en el la menor sensacion. Lavar rieta lastimado de su desgracia y de lá injusticia con que padecian, viendo qué nada habian podido los ruegos, hizo una representacion fundada, elocuente, ver dadera y patética al rey sobre este in justo procedimiento; pero todo lo sofocó el oro y el valimiento que Iturbide tenia en Mégico con el virey Calleja y el oidor Bataller*, los dos monstruos mas sanguinarios y mas anti-criollos que han venido de la Península; solo un vil americano como él pudo merecer tal pros teccion.

Si su crueldad ha sido estremada, no lo ha sido menos su codicia: he habla do dé aquella, trataré algo de ésta pafa darlo a conocer en todos sus vicios. El hecho de Sein que referi al principio, es bastante prueba del lugar què

Véase la nota 3.

tiene en su alma esta vergonzosa pasior; sin embargo, aun es nada en comparacion de otros. A mas de las pensiones que estableció en todos los lugares del Bagio, á pretesto de sostener à la tropa, exigió á los guanajuateños un préstamo de 60.000 pesos sobre su palabra, sin mas recurso que dar el dinero, à ir á la cárcel, y con tal descaro, que ni aun el pretesto de la tropa y su mantenimiento esponia, sino solamente que necesitaba dinero para comerciar, y que se le habian de dar á viva fuerza. Yà se verá cual seria la injusticia de este préstamo, cuando à pesar de las arterias de que se valió en Mégico, por medio de sus resortes europeos y valimiento estraordinario, fué condenado á pagar este dinero que debia, entre tanto resareirse con la rebaja de los quintos á los acreedores, que introducian barras de plata en las cajas de aquella ciudad. Es verdad que él nada ha pagado ; peTo Do por eso queda ménos comprobada la injusticia de la exaccion. El daño que ocasionó en el Bagio con la conducion de comboyes es incalculable. F】 riesgo ya efectivo, ya exagerado que corrian los pasageros con los patriotas, les obligaba á ir siempre custodiados de alguna tropa; por lo que se juntaban muchos comerciantes, y todos comboyados por una guarnicion suficiente, se diri

gian los pueblos que querian, pagan do unos derechos muy cuantiosos. El Go bierno español para aprovecharse de estos derechos, no dejaba á nadie caminar sino en comboy. Los comandantes para sacar fruto con estas conduciones, aparentaban, y aun fomentaban el ries go de ser sorprendidas por los 'patrio tas. Hé aquí un campo nuevo que se abrió á la codicia de Iturbide. El Go bierno de Mégico prohibió que los co mandantes comerciasen, para impedir los abusos que bajo tal pretesto conducian. Iturbide no hizo caso de esta prohibi cion. Sacaba de Mégico el comboy, en él incluia, bajo nombre de otro, los efec tos que mas necesitaba el Bagio. En el pueblo que mejor le parecia detenia el comboy, y con cualquier pequeño mo. tivo salia con su tropa, llevando única mente su cargamento; abastecia los luga res principales con sus efectos, que como necesitados de ellos, se los compra ban á preciós muy caros. Despues vol via á conducir el comboy, y los pobres comerciantes encontraban ya los lugares abastecidos, teniendo que malbaratar sus efectos, o regresar con ellos. Son incalculables los males que resentia el páblico y los particulares con este ilícito comercio de Iturbide. Aquellos pueden considerarse divididos en dos clases, co merciantes del Bagio y de Mégico., Los

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