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El Generalísimo almirante á sus

conciudadanos.

No necesitan los habitantes del grande imperio mis insinuaciones, para ser justos y generosos: la naturaleza les dotó de un espíritu elevado , y de aque. lla apreciable sensibilidad que forma las delicias de toda sociedad culta: mi deber es, sin embargo, recordarles, cuando las circunstancias lo exigen, esos mismos sentimientos de que les considero animados, sin temor de equivocarme: desempeñar, pues, una obligacion es el obgeto y no otro, de dirigirles la palabra. Ya tuve el honor, mis amigos, de deciros otra vez, que estaba penetrado de la necesidad y conveniencia de que el público estuviese instruido de los acontecimientos políticos que tuviesen una directa relacion con su prosperidad ó su infortunio. Voy á daros conocimiento de los últimos sucesos, que ya, sin duda, se han traslucido y desfigurado, como sucede ordinariamente. El general D. José Dávila, insistiendo en su resolucion de prolongar nuestra dependencia mas allá de los limites que la naturaleza y las luces permiten, se desvela por honrarse á lo heróico, alucinándose con la idea

de que ni sabemos, ni podemos ser inde

pendientes, libres, soberanos. La espe riencia hasta ahora le enseñó lo contrario: viónos sacudir el yugo, viónos formar un gobierno provisional: vióse obligado á abandonar la plaza que le confió el que llamó Señor hasta sus últimos años: vió instalado nuestro Congreso: vió que sabiamos y podiamos; pero le restaba aun el último esfuerzo, y acaba de hacerlo en daño de sus compatriotas; pero ¿ á qué ambicioso sirvió de obstáculo el sacrificio ageno? Tuyo este general la debilidad (edad y pasiones merecen indulgencia) de prevenir á los cuerpos espedicionarios emprendiesen su marcha para Veracruz, sin esperar mas òrden del Gobierno: su señoría sabrá con qué obgeto, pues aunque no es dificil de conocer el éxito que pudo proponerse, es tan incierto, que tiene lugar entre los imposibles. Sin reflexionar que los militares no tienen otro patrimonio que el honor, y éste lo pierden cuando perjuros y faltos de fé rompen su palabra, olvidan lo que prometiéron, y prófugos cuales bandidos, salen de un pais qu no les hizo mas que bienes, en vez de marchar á su patria con decoro y los honores de la guerra. Supe con oportunidad esta intriga muy traqueada y, para que pudiera sorprender en el siglo diez y nueve, y tomé mis medi-, das en minutos para cortar el desòr¬

den: * saliéron fuerzas de todas armas á tomar las avenidas para impedir la fuga y la reunion recordé á los gefes peninsulares su deber, previne á las autoridades á quienes convenia estar con cuidado, y quedé tranquilo esperando el término de esta aventura de los españoles, propia de su genio emprendedor: hasta ahora solo el regimiento de Ordenes merece los elogios del Sr. Dávila, porque es el único que emprendió su movimiento el dia 2 á las dos de la tarde. El primer gefe y varios oficiales se han presentado en esta corte, dando una nueva prueba de su honor y delicadeza: muchos soldados han vuelto á Tezcoco, otros van viniendo solo quedarán â las órdenes del Sr. Buceli, digno gefe de la prófuga espedicion, los miserables que no tienen espíritu para decidirse por lo que ellos mismos piensan, y los exaltados que no conocen otra virtud que el atrevimiento irreflexivo; pocos serán todos; pero aunque fuesen muchos mas, mas son los imperiales, y defienden la causa de su libertad. El Congreso soberano tiene yá conocimiento de estas oc

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* Sí: están muy traqueadas ya las intrigas de Iturbide, para que puedan sorprender en el siglo 19: por eso todos conocen sus crímenes, y el atroz atentado de su usurpacion.

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rencias: su sabiduría dictará las medidas que mas convengan para la seguridad del Estado. No estamos, sin embargo, en el caso de abandonarnos; tal vez si hasta ahora nada han discurrido que pueda sorprendernos, lo consigan en adelante vigilancia, pues, conciudadanos, y no nos degemos seducir con alhagueñas esperanzas; no hay enemigo débil: unámonos, y seremos invencibles: tengamos virtudes , y nos respetarán : seamos tolerantes é indulgentes, y nos amarán aun aquellos que maquinan arruinarnos. Cuando hablo de union tengo presente que es una de las bases del gobierno que jurasteis. Las faltas ó llamémosles por su nombre, los delitos de algunos no alteren la opinion de otros : no cometamos tal injusticia. Los europeos que están entre nosotros son nuestros amigos, han dado pruebas inequívocas de su liberalismo, y de su adhesion al imperio; ellos ocupan dignamente lugar en nuestro Congreso, en nuestro egército : nos son conocidos su valor y su sabiduría: somos conviene y lo seamos. Me distinguisteis con vuestra confianza, y eń prueba de mi gratitud os aconsejo con el mismo interes que á mis hijos: mé disteis autoridad, y para manifestaros que vuestra eleccion no la desmerezco, debo preveniros que habrá suplicios pa ra el insensato que en un accidente en

unos

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que

cuentre el motivo de alterar las bases del Gobierno. Repito que los buenos europeos son nuestros verdaderos amigos, y que deben ser tratados como tales, decidirse á sufrir el rigor de las leyes el que se opusiere á esta garantía. El Congreso la juró, y S. M sabrá sostenerla. Mégico 3 de abril de 1822. Iturbide.

Reflexiones que nacen de la anterior proclama.

Bien se echa de ver en esta procla ma, qué cuidadosa y artificiosamente se deja traslucir una situacion peligrosa para la patria, á pesar de la confianza que su autor trata de inspirar en sus medidas. Sin embargo, quieren decir mucho en boca de un hombre que debia tener conocimiento del estado actual de Mégico, aquellas enérgicas espresiones:,,no es ,,tamos, sin embargo, en el caso de aban ,,donarnos; tal vez si hasta ahora nadá ,,han discurrido que pueda sorprender,,nos, lo consigan en adelante: vigilan,,cia, pues, ciudadanos, y no nos de,,gemos seducir con alhagüeñas esperan ,,zas; no hay enemigo dèbil: unámonos, ,,y seremos invencibles: tengamos virtu,,des, y nos respetarán : seamos toleran„,tes é indulgéntes, y nos amarán - aun

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