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derechos, ni esceder en ella los limites de una moderacion razonable, ni mucho menos preparar en su término glorioso el gèrmen de las facciones aristocrati cas, ò el principio de la fermentacion y tumulto a que propende la democra cia; ¿cómo habia de dejar abierta la en-, trada á los inconvenientes mas graves, y alborotos que suelen acompañar á la eleccion de un monarca en un estado electi vo? Designé, pues, en primer lugar ia persona del principe que hasta allí ha bia reinado en Nueva-España; y para ocurrir á toda dificultad, y no pasar mas allá de lo que fuese preciso en la es plicacion de la voluntad presunta de la nacion, me ceñí á manifestar la preferencia de ciertas personas de la dinastía del Sr. D. Fernando 7.o de España, no por un orden hereditario, sino suce. sivo, con reserva á la nacion, para que por sus Cortes determinase las condiciones de la venida de aquella persona, y en su defecto, llamase la que tuviese por mas conveniente.

Me he visto obligado á hacer estas breves indicaciones, porque en la exaltacion de un entusiasmo fàcilmente degeneran los afectos patrióticos. He notadoefectivamente con sentimiento, que en algunos impresos la gratitud se ha esce-, dido á invitarme con la diadema de este imperio; y arguye al mismo tiempo, que,

no tuve investidura alguna concedida por la nacion que me constituyera su apoderado, y esto para apoyar en favor de la invitacion, que el Flan jurado en Iguala no obliga á la nacion, porque ella no lo hizo, y yo ignoraba entonces su voto. Yo convengo en que todos los que por aquel tiempo enmudeciéron, y ademas todos los que quieran, deben hablar en el dia francamente la verdad; pero la verdad es, que yo he obrado con la opinion y voluntad presunta de la nacion; que nada ofendí los derechos que todos los publicistas y las naciones cultas reconocen en los pueblos para formar, mantener, perfeccionar y mudar Su constitucion , segun convenga á su salud y felicidad; y que ésta fué únicamente el obgeto que me propuse en todas mis operaciones, y con particularidad en las importantes bases del gobierno que debia succeder al antiguo español.

Despues de esto, no es solo una verdad, sino un hecho incontestable y notorio, que la nacion ha ratificado con las demostraciones mas enérgicas, y con la aclamacion mas solemne, lo que practiqué en su nombre y con su representacion en Iguala y Córdoba. Y ¿cómo la nacion podria impugnar, permaneciendo, las mismas circustancias, lo que tan solemnemente ha autorizado con su voto

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público? ¿Qué cosa podria ser éstable en la fe de los pueblos y de sus representantes? ¿Qué garantía, qué juramento pres→ taria seguridad?

Advierto bien, y me complace, que no se desconocen los principios que ha cen justificada la mutacion de un gobierno. Esta con efecto pertenece esclusivamente á la nacion, y no es dado á un corto número de ciudadanos poner en confusion al Estado; pero ademas debo dese hacer equivocaciones de trascendentales consecuencias, en òrden á la legitimidad de mis actos y debo mostrar tambien lo que me toca en lo personal en las insinuaciones ó proclamaciones que me consignan la corona.

El que estableció las bases referidas del Plan de Iguala y tratados de la vi lla de Córdoba, tenia derecho á que se le creyera, que sobrepuesto a todo espiritu de ambicion, no aspiró á otra gloria que la de la libertad de su patria, ni á otra retribucion que la que encuentran las almas generosas en el gozo de haber hecho un bien de importancia. Pero testimonios tan auténticos poco sirvièron para preservar, no mis operaciones, sino mis íntimos pensamientos de una suspicacia calumniosa. En esta capital, cuan... do existia en ella el que se tituló Gobierno español, se publicó en un periódico cierto artículo bajo el nombre del

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un Patriota megicano, en que no pudiéds dose decir cosa alguna de mi conducta que manchase mi reputacion, se avanzó la temeridad á internarse en mis pensamientos, haciendo estas notables interregaciones:,,¿Sucesos mas bien debidos ,, la fuerza irresistible de la opinion ,,que á la de las armas, habrán acaso ob,,cecado á vuestro gefe hasta el punto „de pensar en una corona, que le lle,,naria de oprobio, dificilísima de conse ,,guir, y que aun lograda se desploma,,ria bien pronto con gran fracaso de sus ,sienes? ¿No debe lisongearle mas la de laurel y de encina, que le destinan sus ,,hermanos de armas?" Pues si esto sex escribió en el tiempo em que no resonaban ni habian elevado tanto su tono las aclamaciones populares, ¿qué querria decirse de ese mismo gefe si calla se y permitiese que se arguyera de insubsistente lo que estableció en su plan y ajustó en los tratados?

No estarà ciertamente en mi mano acallar las murmuraciones de la maledi cencia, ni los susurros de la malignidad. Tampoco me es dado puntualizar el su ceso de las predicciones políticas que se forman sobre la repulsa que hagan de la oferta del trono el emperador y demas personas de su real familia llamadas en su caso; pero sì puedo afirmar de mí mismo, que cuando la nacion megicana

disponiendo legitimamente del cetro de su imperio llegase a ofrecérmelo, como &. Wamba ofreció el suyo la nacion española, seria necesario para que corriese la paridad del egemplo, que tercera vez se repitiese el prodigio de la vara de Aaron, que segun algunos historiadores fué el que hizo que ese dignisimo príncipe cediese á la instancia de los electores; y que aplicándome en el figurado caso alguna parte de lo que contestó Numa á los embajadores de Roma que le presentaban la corona, no cesaré de responder, que si en mi persona se reconocen algunas prendas apreciables, seran puntualmente las que mas me deben alejar del trono; esto es, el amor al reposo, y una vida retirada.—Iturbide.

NOTA. Despues de escrito este papel he visto el que salió á luz con el título siguiente: El mas sublime heroismo del Escmo. Sr. Iturbide y sus dignos com pañeros de armas, contra el llamado Importante voto de un ciudadano. Como las ideas de este impreso en el asunto directo están en consonancia con las mias, solo me ha parecido oportuno hacer esta indicacion.

En este manifiesto se ve el artificio con que aun todavía trata de sostener el Plan de Iguala, insistiendo en que sua, garantias fuéren las que condugéron la

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