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En medio de este triunfo, ¡creerá elgano que Iturbide reposa tranquilof ¡Ah! no se hizo la quietud para el malvado! Sus vacilantes pasos, sus mal seguras disposiciones, sus reservas, misterios, todo anuncia que su alma está envuelta de continuo en una atmósfera sombría, que solo le deja percibir en los obgetos temores y fatales agüeros. Los hombres de honor y respeto huyen de su lado y de su favor. Niugune de ellos lo ha ido á visitar voluntariamente; pues cuando alguno lo ha hecho, ha sido precisado de su representación pública, si ha sido empleado, ó necesitado de acompañar á la corporacion de que depende. Aun éstos solo han hecho las visitas de etiqueta, ahorrando las que han podido; y escapandose de todas los que han tenido oportunidad de hacerlo. Le ofreció el ministerio de guerra al teniente coronel de artillería D. José Bustamante, diputado por Megico, sugeto de ilustracion, talento y patriotismo, y lo rebusó. La conducta que ha observado el arzobispo D. Pedro Fonte, ha sido para Iturbide un golpe mortal. Este señor, cualesquiera que hayan sido sus opiniones á favor del Gobierno español, nadie duda en el reino de Mégico, que es un prelado digno de la primitiva igle sia, antorcha luminosa del divino cristianismo, sabio sin ostentacion, virtuoso sin

hipocresía, religioso sin supersticion, tolerante por natural inclinacion, justo por principios, amigo de los hombres honrados y enemigo de los malvados. ¡Cuán diferente es este ilustre arzobispo, del egoista y prostituido Perez de la Puebla, del caduco y autémata obispo Castañizas, y del bajo y avariento obispo de Guadalajara. Este digno arzobispo, firme apoyo de la religion, columna de la justicia y defensor de la verdad, indignado de la vergonzosa farsa que acababa de presenciar, no quiso con su residencia en Megico, sancionar tácitamente tan criminal usurpacion; renunciando á mas de cien mil pesos de renta se retiró sin ver al tirano a las inmediaciones de Mégico, para pasar de allí á la New-Orleans a deplorar la desgraciada suerte de su amada diocesis de Megico. Iturbide para alucinar enteramente al pueblo fanático, trató de ungirse; se negó el arzobispo á desempeñar esta ceremonia: el obispo de Durango, el imbècil D. Juan Francisco Castañiza, que estaba en Mégico con motivo de ser uno de los diputados á Còrtes por aquella provincia, se ofreció a hacerlo; pero como no podia egercer ninguna funcion episcopal en dioces sis agena, sin concentimiento del diocesano, fué indispensable pedir esa licencia al Arzobispo, quien constantemente se ha negado á darla. Iturbide quizá incómodo con este desaire, tanto mas

público cuanto que levantáron en la Cate dral los tronos en sus respectivos tablados para la ceremonia, se ha retirado & S. Agustin de las Cuevas con toda su familia, acompañado de su número 1, de sus granaderos imperiales, y demas satélites de la tiranía megicana. Y en vista de la negativa del Arzobispo, ya no se trató de que se le ungiera, sino solamente de que se le coronase. El dia de la coronacion era incierto, pues misteriosamente no se señalaba con fijèza, sino que se iba retardando poco à poco.

Conclusion.

He concluido mi ligerísimo bosquejo; por él verán mis conciudadanos quien es el vil americano que ha intentado usurpar la dominacion del Septentrion, y por los medios que lo ha conseguido. Sanguinario, ambicioso, hipócrita, soberbio, falso, verdugo de sus hermanos, perjuro, traidor á todo partido, connaturalizado con la intriga, con la bageza, con el robo y con la maldad; nunca ha rimentado una sensacion generosa; ignorante y fanático aun no sabe lo que es patria, ni religion; entregado al juego y las mugeres cuando no está empleado en alguna maldad, solo se complace en el vicio, solo tiene por amigos á los hom

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bres mas prostituidos, á los mas juga dores y mas infamados por su inmoralidad, como Cavaleri, Azcárate, Zozaya, Tamariz, Perez de la Puebla, y el monigote Herrera, actual ministro de Estado; su alma atroz solo se electriza al aspecto del crimen, de la tiranía y de la avaricia. Hé aquí, megicanos, el verdadero retrato de vuestro emperador. Cotejad ahora sus crimenes con las virtudes de Bolívar. Este verdadero héroe de la América, al instalar el Congreso de Colombia en Cúcuta, retira toda la tropa de sus inmediaciones; jamas quiere admitir no solo una silla en el Congreso, mas ni aun asistir á ninguna sesion, temiendo, como él mismo publicaba, que embriagado con el triunfo y la victoria, y estimulado por algun vil adulador, se le exaltasen las pasiones á que está sujeta la miserable humanidad, é hiciese algo que no fuese digno, ni conforme con los verdaderos derechos y absoluta libertad de su patria. Bolívar retira de los contornos del Congreso de Cúcuta hasta el último soldado; Iturbide introduce su pagada tropa y la inmunda leperada hasta dentro del sagrado y soberano recinto; aquel no quiere aun solo sentarse en el puesto que le corresponde como gefe de su nacion; este etro lo usurpa al mismo presidente de la representacion nacional, y se coloca

despues entre los diputados, rodeado de su faccion y de asesinos pagados, con uniformes bordados; aquel, en una palabra, aspira únicamente á la felicidad y gloria de su patria, y éste solo desea esclavizarla, y satisfacer la europea y pueril vanidad de ponerse encima de la cabeza una mezquina redondela de oro, llamada en el vocabulario gótico corona imperial; Bolivar bien merece los elogios que en este año de 822 acaban de tributarle Jouy* Pradt y los sabios li

*En todos los paises en que ha perecido la libertad, ha sucumbido á los golpes de los gefes militares. Las guardias de Pisistrato y Dionisio la encadenáron en Aténas y en Syracusa ; fué desterrada de Roma por César, de Milan por Francisco Esforza, de la Inglaterra por Monk; Filipo la arrebató á los Tebanos, que lo habian nombrado general por la muerte de Epaminondas; antes de César, Mario y Syla habian entrado en Roma al frente de sus egércitos último tuvo la funesta gloria de enseñar á los generales romanos á violar el asilo de la libertad. Para arrastrar los soldados á cometer este gran atentado político, los corrompió repartiéndoles las tierras y los bienes de los ciudadanos, inquietándole poco el conocer que con seme jantes prodigalidades y despojos, introdu

, y éste

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