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conforme al órden de llamamientos que establece el mismo plan: si hay alguno que admita la corona, se le ofrecers bajo la precisa condicion de obedecer ciegamente á la Constitucion formada: ó admite la condicion ó no: si lo prime ro, queda atado en incapacidad de damar; y si lo segundo, queda Mégico en entera libertad, sin haber nunca faltado á su palabra, en aptitud de elegirse el gobierno que quiera. Lo mismo sucederá en caso de que ninguno de los llamados quiera venir, aun antes de que se les presente la Constitucion. El temor de que la monarquía moderada se convierta en despótica, como sucedió en España con Fernando, no puede tener lu gar en nuestro caso. El Rey, paisano de sus súbditos, tiene en su mismo reino y patria parientes, amigos, y co nexiones que le pueden servir para cualquier intento; pero un rey aislado con una pequeña comitiva en medio de un pais estrangero, no tiene recurso algu no; pues à todos los supone con mas interes recíproco entre sí, que no res pecto de un rey, que para ellos: vie ne á ser un obgeto estraño y desconocido.

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Opinion de los liberales sobre el Plan de Iguala.

Algunos otros aseguraban simplemen te que el plan era una estratagema para engañar à los españoles. Los hombres sensatos y de cálculo político raciocina ban de esta manera. La conducta que siempre ha manifestado Iturbide hace increible que sea capaz de una obra buena. Aun cuando ha practicado alguna ac◄ cion aparentemente virtuosa, lo ha hecho con obgetos relativos à su propio interes. Así lo vimos cuando tomó egercicios espirituales en la Profesa, sin otra mira que la de acallar á su muger, justamente irritada con la calumnia que le levantó, y por el trato ilícito que mantenia con la señora ya antes citada. Jamas ha egercido en sus mandos la generosidad, la conmiseracion, ni otra alguna virtud laudable, sino por miras particulares, ya de seducir á alguno para que entregara ó denunciara á los insurgentes, ya para que le descubrieran sus proyectos, y ya para que le sirvieran de emisarios en sus correrías. En una palabra, es un hombre connaturalizado con el crímen, con la hipocresía, con la bageza, con la maldad y con la intriga. Tanto la virtud come el vicio se

adquieren por grados, y no de repente, Jamas hubo hombre alguno que fuese samamente vicioso desde el dia mismo que quiso ser malo, ni perfectamente virtuoso el dia que quiso ser bueno: uno y otro se consigue por hábitos: es de consiguiente imposible el tránsito momentaneo del vicio á la virtud, y mucho mas cuando este tránsito ha de ser de estremo á estremo. El desempeñar con toda la dignidad de un héroe la empresa que ha tomado Iturbide entre manos, es obra de la virtud mas acendrada. ¡Y tendrá lugar ésta en su corrompido corazon? ¿Será posible que Iturbide haya adquirido instantáneamente este fondo de perfeccion, sufocando sus perversas inclinaciones, arraigadas con el egercicio de sus hábitos? ¿Podrá repentinamente haberse convertido de cruel en piadoso, de tirano en filantrópico, de sanguinario en humano, de ambicioso en liberal, de codicioso en desinteresado, de entusiasta defensor de la tiranía española, en enemigo de su dominacion; y finalmente, de enemigo acérrimo de la libertad de su patria en su mas decidido protector ¿Qién pudo hacer tan imposible metamorfosis? Es preciso confesar que si ella se ha verificado, solo puede ser un prodigio. Sin embargo, no será temeridad dudar de un milagro cuyo crédito depende aun. del tiempo y de la esperiencia. Por tanto

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el hombre racional debe sacar en con clusion este resultado. Si Iturbide efectivamente está convertido de corazon* por un arcano de la Providencia, ya no hay mas que desear; pues sujetándose enteramente á la voluntad de la nacion espresada por su Congreso, libre y legitimamente constituido, está ya conseguida la libertad del Estado megicano. Mas si Iturbide nó lleva, como es de creerse, otro fin que sus miras particulares, para obtenerlas ha de ir por necesidad valiéndose poco a poco de sus maldades, tanto mas abominables, cuanto es ahora mayor su trascendencia pública, que la que tenian cuando era un comandante de poca representacion. Entonces podia ocultarse á los ojos de muchos : ahora á los de ninguno , pues Iturbide es el punto de vista de toda la América y de todas las naciones. Entónces habia un gobier

* Los partidarios de Iturbide esparcian, y acaso él mismo fingió que se habia convertido leyendo la obra del Dr. Mier, escrita en Londres, sobre la revolucion de Nueva-España, que le habia prestado amigo y paisano el licenciado Navarrete, la cual hace una pintura horrorosa de él, que, segun decian, le hizo esclamar : el Padre Mier me ha pintado aquí como un monstruo sanguinario: lo he sido en efec to, pero yo haré por enmendarme.

no español interesado en solapar sus crîmenes: ahora falta éste, y en su lugar hay infinitos ojos interesados en descubrirlos y publicarlos para la felicidad comun. Convengamos, pues, en que debemos unirnos á Iturbide para hacer nuestra independencia: si obra bien, nada hay mas que pedir; y si mal, él mismo se labrarà su ruina, de que nacerá nuestra felicidad, aunque se retarde un poco en el segundo caso.

Confusion de ideas en la capital, despues del grito de Iguala.

Tales eran los discursos que se oían en Mégico á toda hora y en todas par tes. Jamas se habia visto aquella capital en tanta confusion de ideas y de sentimientos como entonces. El odio á Itur. bide estaba tan reconcentrado, que muchos decian que preferian la mas tiránica esclavitud à la libertad venida por sus manos: muchos repetian lo mismo que le ocurrió al Conde de Toreno cuan, do dijo en las Cortes españolas, que si fuera americano liberal no quisiera la independencia como la proponia Iturbide en el Plan de Iguala: esa era en efec to la opinion de todo patriota megicano, Aun los mismos que se lisongeaban con alagüeñas esperanzas esclamaban: ¡qué

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