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- DE

JOSE M. GEY

INTRODUCCION

Entre las varias calamidades y castigos del cielo que, desde remotos siglos, han asombrado á las humanas sociedades, ocupa un lugar remarcable la destruccion del Callao de Lima, que vamos á narrar con datos históricos, tomados del archivo de la oficina que fué de la Audiencia Pretorial de esta Ciudad de la Santísima Trinidad, Puerto de Santa Maria de Buenos Aires.

Sobre este lamentable acontecimiento se ha escrito muy poco, y lo que existe ó se conoce, no está, por cierto, basado sobre datos trasmitidos por la pluma de testigos oculares, que son los que han podido dar testimonio verdadero, acerca de todas las desgracias y pérdidas esperimentadas en esos infortunados pueblos, que parece fueran castigados por la mano de la Providencia.

Nuestra narracion tiene un interés positivo,

porque ella reposa sobre la autoridad irrecusable de una persona que se encontró en ese cataclismo y que salvó providencialmente, sin duda para que pudiese referir á las presentes y venideras generaciones, cómo la justicia de Dios trata á los pueblos, que, olvidando sus preceptos, se lanzan en los vicios, la licencia y la corrupcion, encenagándose en los placeres que las libidinosas Evas saben ofrecer, para envenenar al hombre y trastornar el órden moral de las sociedades cultas.

Es fuera de duda que la mujer tuvo su época de esplendor y elevacion, segun la espresion del inspirado Homero.

Lo es tambien que mas tarde las heróicas espartanas y las distinguidas damas de la democratizada Grecia daban brillo y valimiento á su sexo, particularmente en aquella época homérica, en que concurrian al Partenon de Atenas ó templo consagrado á Minerva, donde el génio fecundo de la misma Grecia brillaba esplendorosamente bajo los embellecimientos que Pericles realizó en aquella célebre ciudad, levantando soberbios monumentos, modelo de arquitectura, que hoy aun sirven de estudio y admiracion.

Mas, ellas como ángeles caidos y prevaricadores, descendieron débiles y criminales del templo de la virtud, para arrastrarse sin pudor por el fango inmundo de los placeres polutos, coadyuvando así á precipitar las sociedades en su enervacion y decadencia y provocando al mismo tiempo las iras del Cielo.

Las antiguas sociedades han debido su ruina á sus propios vicios, y con ellos contribuyeron, por decirlo así, al suicidio del cuerpo políticosocial, á la vez que á la degradacion y muerte del hombre inismo.

Verdad es que el hombre solo muere en su forma arquitectónica y mecánica, porque se opera el divorcio de la materia con el alma, volviendo el elemento perecedero á la tierra, para servir así en el grande y complicado elaboratorio de la naturaleza visible; en tanto que el alma, como esencia, espíritu, calor, fuerza ó potencia divina, se eleva á las celestiales regiones de su orígen, en obediencia á los coeternos propósitos de su inefable inmortalidad, donde recibe su recompensa ó castigo, segun la bondad y perfeccion de sus actos, ó sus vicios y crímenes, en su perigrinacion por este planeta.

Suspenderemos estas consideraciones filosóficas, que darian abundante materia, si entrásesemos á meditar sobre la influencia poderosa que, en las antiguas sociedades y aun en las modernas, ejerció y ejerce la mujer en el hombre, en la sociedad y en el mundo entero, y continuaremos con nuestro iniciado propósito.

CAPITULO I

El pliego cerrado, el Perú, y una mirada retrospectiva sobre este hermoso país.

En años anteriores tratábamos de arreglar la antigua oficina que fué del ilustre Cabildo ó Ayuntamiento de Buenos Aires, para organizar su archivo, dotarlo de índices claros en órden alfabético, segun los progresos modernos, y por último de levantar el polvo pesado y húmedo, que las revoluciones de nuestras conmociones pasadas habian dejado caer, al cruzar de los tiempos, sobre esos vetustos legajos, que encierran la historia de nuestra riqueza territorial de nuestras eternas é interminables cuestiones judiciales.

y

Empezábamos á remover los primeros legajos de lo que se llama archivo de testamentarías, cuando hé aquí que viene á nuestras manos un pliego perfectamente cerrado, del siglo pasado, cuya cubierta ó carátula nos llamó grandemente la atencion, pues ella estaba concebida en los términos siguientes:

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