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"de una persona viva no es sostenible, pues "con frecuencia vemos burlada esa ley por "acontecimientos supervinientes; por ejemplo, "cuando un religioso profeso es elevado al Episcopado, recobra por su promocion á tal dignidad, su vida civil y entra á ser capaz de todas las funciones públicas, pudiendo comprar, vender, testar, etc. "

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Agrega-" que tambien son restituidos á la "vida civil los religiosos que obtienen dispensa de sus votos, lo que se observa con frecuencia;

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y por estas y otras consideraciones asegura "Pothier que Francia no reconoció tales dispensas aun cuando ellas emanasen del Sumo "Pontífice.

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Continúa recordando el codificador-" que "en los pueblos católicos se ha visto frecuen"temente á los religiosos, ser miembros de "los cuerpos legislativos nacionales y provin"ciales "-y concluye diciendo-" que cuando una sucesion es deferida á un religioso ó religiosa, pueden éstos hacer abdicacion voluntaria de ella con el debido conocimiento de

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que

armonía con la abolicion de la muerte civil, venimos á traer este nuevo material á las consideraciones apuntadas, demostrando cómo el lamentable suceso del terremoto, acaecido en Lima, abrió las puertas de los conventos, salieron las monjas y tuvieron por largo tiempo habitar con la sociedad profana, andar por los campos y las calles, procurarse los medios de subsistencia y practicar actos y asuntos relativos á la sociedad, falseándose así la tal muerte civil, no solo por el imperio de los sucesos, sino porque los mismos prelados de la iglesia, tuvieron que relevarlos de la clausura, de sus reglas monásticas y permitirles entrar de nuevo en el mundo profano.

Despues de esta pequeña digresion de derecho, continuemos nuestra narracion.

Por mucho tiempo se careció de todo en Lima. Los unos vivian con los otros en la mayor confusion y trastorno.

La justicia estaba en completa acefalía.

La autoridad sin elementos para ejercer su

saludable accion en favor de tantos infelices.

Los huérfanos casi abandonados y sin pro

teccion.

Los heridos y enfermos se hallaban sin tener quien les prestase los necesarios auxilios y so

corros.

Se veian personas de uno y otro sexo en trajes ridículos, atónitos, locos, sin la facultad precisa del raciocinio, vagaban de una á otra parte con el semblante descompuesto, los cabelles erizados y las lágrimas en los ojos. Los unos preguntaban azorados por sus esposas, otros por sus hijos, quienes por sus padres lloraban de una manera conmovedora, los llamaban á grandes y desesperados gritos, con la esperanza de ser oidos por aquellos, y que se les presentasen; corrian allá, miraban acá Ꭹ buscaban por todas partes á los objetos de su amor.

Aquellas escenas, aquel espectáculo era tan horrible como desesperante, y solo la accion lenta del tiempo y la mano benéfica de la Providencia, que vela por el infortunio y la desgracia, podria venir á imprimir algun órden en aquel general desórden.

CAPITULO XII

La madre, la hija y el cuarto desplomado.

En el cataclismo de la ciudad de Lima, que hemos narrado, se observó un hecho verdaderamente providencial; y separándonos un momento de estos acontecimientos, vamos á imponer al lector de él, puesto que no carece de interés, aun cuando nos será indispensable desviarnos de la ruta que nos habíamos trazado.

Al asunto.

En aquel terremoto quedó, entre otros tantos, sepultada una señora jóven y bella, con su hija de pechos, entre los escombros de la casa que habitaba, pues al desplomarse ésta, los maderos de los techos dejaron un vacío, que permitió á esa infeliz, conservar su vida y la de su hija, aun cuando aquella estaba herida en varias partes del cuerpo.

Ella hizo esfuerzos inauditos para salir de aquella tumba de vivos, donde se ahogaba, pues no tenia el aire suficiente para respirar, pero todo fué inútil.

La hija se alimentaba con el pecho de la madre, en tanto que ésta buscaba fuerzas en el amor de su hija y en Dios.

Una parte de la pared de la habitacion, que daba al patio, se abrió y el techo se desplomó de este lado, pero casi todos los tirantes resistieron al derrumbe; la pared de la parte opuesta al patio quedó en pié, y el techo con las alfajías y material prendido del muro, sin desplomarse de ese costado, formando un triángulo, el techo, la pared y el suelo.

Algunos ladrillos y pedazos de madera al caer, habian lastimado, segun lo hemos dicho, á la pobre madre, pues ella ponia su cuerpo para salvar el de su hija, y evitar así que no fuese á tocarle algun ladrillo.

No tenia á la mano instrumento ni herramienta alguna con que abrirse paso á traves del techo caido; de modo que sus manos débiles, bellas y delicadas, eran inadecuadas é impotentes para ejecutar trabajo alguno en aquel sentido.

Despues de tentar aquella infeliz, varios medios y hacer esfuerzos sobrehumanos, se convenció de que todo era inútil: sus fuerzas se

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