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de su inteligencia, la sensibilidad de su corazon el culto que profesaba á la memoria de su cara madre.

y

Así cruzaban los dias de Lina, cuando, he aquí, que, sobreviniendo una penosa enfermedad. puso fin á la vida de Antonio Montalvan,” de aquel amoroso padre, de aquel hombre honrado, tan estimado de todos, por sus virtudes, su buen carácter y laboriosidad.

En consecuencia, quedó Lina huérfana y desamparada, con recursos de poca importancia, y en esa edad juvenil, en que son tan necesarios la proteccion, los cuidados y la direccion, para encaminar el corazon de una jóven por los buenos y rectos senderos que convienen á ese delicado sexo.

El carácter de nuestra Stellina se habia tornado taciturno y melancólico despues de la muerte de su padre, por quien tenia, segun lo hemos dicho, respeto, veneracion y un cariño acendrado.

Lina creia afectada su conciencia, bajo la

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sola consideracion de que acaso no amó y complació lo bastante á su padre; y esta idea, que en el fondo carecia de fundamento, pesaba sobre su corazon incesantemente.

Lina tenia la imágen y el amor del autor de sus dias grabados en su alma; pues su padre habia sido para ella su amigo verdadero, su compañero y el consuelo de su vida; de modo 'que su muerte vino á herir profundamente su corazon, y solo así se encuentra la esplicacion del por qué se tornó su carácter taciturno y triste. Creia Lina que ya habia vivido mucho y sufrido demasiado en esta vida, y por consiguiente, no la estimaba, ni se cuidaba de ella; y antes al contrario, estaba siempre dispuesta á arriesgarla y prodigarla á sus amigas, como una cosa para ella sin valor alguno, y cuya pérdida por otra parte la reputaba un bien del cielo, porque le permitiria ir á reunirse con sus padres.

Ella sacrificaba fácilmente y sin pena, su voluntad á la de las demás, y se ocupaba del bienestar de los otros antes que del suyo propio.

Cuando trató de dejar la casa donde habia vivido largos años con su padre, aquellos cuartos, aquellos sitios caros, que tanto conmovian.

su corazon, entonces fué que se encontró aun mas sola y abandonada, apoderándose de su espíritu la hipocondría.

Desde entonces su vida se deslizaba pesada y sin relaciones con los objetos que la rodeaban. No encontraba en sí bastante energía, para resolverse á abandonar el hogar paterno, donde le parecia que aun sobrevivian los manes del autor de sus dias.

¡Oh! ¡quién sabe, repetia la huérfana, si en eşte momento no me recuerda y me llama ! mas ¿por qué entregarme de contínuo á la meditacion? ¿por qué amargar mi vida con tan melancólicas reflexiones?

Forzoso es que abandone esta mansion de recuerdos gratos, pues ante la necesidad deben subordinarse todos los sentimientos, por sagraque ellos sean.

dos

¡Adios, recinto querido, donde se mecieron los sueños de mi infancia !

¡Adios, jazmin y enredadera, que mis manos plantaron !

¡Adios, árboles queridos, bajo cuya sombra pasé momentos dichosos acariciando á mi buen padre, que presidia mis infantiles juegos! Ya

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