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no os volveré á ver retoñar, no recojeré vuestras fragantes flores, ni comeré sus agradables y sabrosos frutos. ¡Adios! ¡ Adios!

Su tia carnal doña Juana Lara, hermana menor de su madre, viendo el desamparo de esta sobrina, la tomó á su cargo, no tanto por cariño, sino por conveniencia, pues creia que aquella chica le podia ser muy útil para sus miras ulteriores.

La tal tia materna era una mujer de conducta irregular, vulgar en su modo de ser, y por fin de costumbres desarregladas, todo lo cual, lejos de ser una garantía ó conveniencia para la huérfana era un grave peligro para su porvenir y felicidad; pero la pobre jóven no podia, por sus pocos años, juzgar estas cosas ni salvarse de tales asechanzas.

La pobre Lina pasó los buenos años de su juventud, tomando tan tristes como repugnantes ejemplos, que bien pudieron corromper su corazon y su espíritu; pero felizmente ella tenia una inclinacion decidida á la virtud, y una alma tan pura como la de un ángel.

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Asistia de continuo á la iglesia, leią con frecuencia historia sagrada, geografia y otros libros útiles Ꭹ morales, que enriquecian su imaginacion y le inculcaban sanas é importantes

ideas.

Gustaba acompañarse con las señoritas bien encaminadas y de buenas costumbres, aun cuando ella era la mas pobre y mas humildemente vestida de sus amigas.

Poseia el don especial de hacerse amar de todas las personas, con la suavidad y dulzura de su carácter y la elevacion de su alma candorosa.

El cabello de Lina era abundante, ondeado y de un castaño oscuro delicioso; su cútis fino, blanco y ligeramente pálido, talle esbelto y flexible, dejando ver y codiciar un seno albo, redondo y muy desarrollado, que arrebataba magnéticamente las miradas de los que la veian, tal como el iman que atrae al acero y por su accion propia se dirije invenciblemente al norte; su cuello y brazos torneados como los de la célebre Cleopatra de Guido Reni; las manos y piés escesivamente pequeños, lo que por otra parte es muy general en las peruanas; sus ojos

negros eran grandes y rasgados, su mirada tenia á veces una cierta vivacidad elocuente; pero ordinariamente una dulzura y languidez encantadora, las cejas un tanto pobladas y arqueadas con simetría artística, y sus pestañas, largas y tupidas, daban á su mirar una sombra y un interés inefable, su boca parecia hubiese servido de modelo al inspirado Raffaello Sanzio para su Madona del Cardellino de la galeria de Florencia, sus labios, aun cuando eran un tantogruesos ó abultados, tenian una gracia verdaderamente seductora, y cuando se sonreia, parecia derramar la felicidad y el placer, pues los rasgos de esa boca pura y dulcísima como los de la Magdalena de Cárlos Dolci, revelaban claramente que su alma no concebia sino ideas nobles y santas y que esos labios de rosa, frescos como el rocio perfumado de la mañana, jamás profirieron sino castas palabras.

Dibujad en vuestra imaginacion una nariz correcta y espiritual, con dos ventanillas un poco abiertas de ordinario, pero mucho mas cuando suspiraba ó sentia una emocion cualquiera, pues en aquel sér se anidaba un alma ardiente y sensible. En fin, era difícil mirar á

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