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corona de España, en aquella parte del mundo llamada Perú.

Pizarro, en posesion de tales elementos, títulos y poderes, pasó á Panamá, donde tomó á sus hermanos Hernando, Juan, Alcántara y Gonzalo Pizarro, así como á su infatigable compañero el famoso Diego de Almagro; pero éste no quedó satisfecho de la mision de Pizarro, pues veia que no figuraba en ella para nada, y que todo se lo habia absorbido aquél; mas, viendo Pizarro la justicia de las observaciones de Almagro y no queriendo disgustarlo, le ofreció, que, á mas de la parte que le correspondiese en la espedicion, con arreglo al contrato ajustado entre ambos y Luque, se comprometia á solicitar inmediatamente de Su Magestad su real permiso, á fin de investirlo con el título de Adelantado Mayor y confiarle el mando de un pueblo que Almagro eligiese de los que conquistasen.

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Así se calmaron los desagrados de don Diego, y reanudada la buena armonia, se embarcaron todos con mas 180 soldados, 38 caballos navios, dándose á la vela, llenos de fé peranzas, en Febrero de 1531.

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de es

Despues de muchas peripecias, llegó la espedicion al Perú, donde á la sazon reinaba Atahualpa (hijo de Huaina Capac) que infamemente habia arrebatado el trono á su hermano mayor Huáscar, á quien tenia encerrado en estrecha prision, y que mas tarde lo hizo matar inhumanamente por haber llegado á sospechar, ó pérfidamente supuesto que su hermano solicitaba la alianza y proteccion de los españoles invasores.

Los espedicionarios penetraron hasta el Cuzco, capital entonces del vasto imperio del Sol ó de los Incas se encontraron en aquellas regiones con animales, que aun no eran conocidos en España, ni en ninguna parte de Europa, como la vicuña, los huanacos y otros, productivos útiles al hombre; sobre todo con los preciosos y apetecidos metales de oro y plata, que á la verdad estaban tan prodigados en los templos, monumentos y palacios, como si fuera argamasa de cal y arena; tal era la exagerada abundancia que habia de esos famosos metales.

y

Agregaremos, que se observaba una gran cantidad de esmeraldas riquísimas y de un tamaño notable, así como de otras piedras preciosas, que se usaban con marcada prodigalidad,

no solo tambien.

por las

mugeres, sino por los hombres

Aquél era, hasta cierto punto, un imperio floreciente, con tradiciones y símbolos que revelaban la mas remota antigüedad; pues conocian las artes sociales; tenian un sistema regular de gobierno, compilacion de disposiciones en forma de códigos y otros adelantos por el estilo.

CAPITULO III

La india Coraní y Emil-Capul.

El caudillo Salimaú, tio del emperador Atahualpa, tenia una hija de diez y ocho años de edad, llamada Coraní, de una belleza tal, que era reputada por los naturales la vírgen mas hermosa de aquel vasto y rico imperio-Era alta, esbelta, formas redondas, abundante cabello, ojos tan hermosos que alumbraban como las estrellas del firmamento, su boca, el óvalo de la cara, su abultado seno, la estension de sus caderas, el contorneamiento de sus bellas piernas y por fin, todo, todo era un conjunto de prodigiosa hermosura.

Atahualpa amaba perdidamente á esta jóven, pretendiendo satisfacer sus impuros deseos, pues, en aquel imperio, nada escapaba ni resistia á sus temerarias pasiones; mas el implacable Salimaú la defendia como la furiosa tigre á sus amados cachorrillos, y esta natural resistencia le habia acarreado el enojo y encono del monarca que lo perseguia tenazmente, para apo

derarse de aquella codiciada y bella criatura. El caudillo se presentó al victorioso español, á quien le pidió su proteccion, ofreciéndole obediencia y sumision, siempre que no lo obligára á él, ni á los suyos á pelear contra sus hermanos, aun cuando era enemigo mortal de su sobrino Atahualpa.

Coraní era una de las vírgenes consagradas al culto del Sol, dios adorado por los Incas; pero su padre la habia sustraido del templo, para ocultarla y salvarla de la frenética pasion de su odiado perseguidor.

Pizarro quedó sorprendido de la belleza de aquella vírgen, que se le presentaba como una vision celestial, en un traje voluptuoso y en semi-desnudez segun el uso y costumbre del pais, lo cual producia un efecto mágico y exaltador en los europeos no acostumbrados á ver en ese estado las bellas obras de la naturaleza.

Tomando la palabra don Francisco de Pizarro, le dijo á Salimaú¿ estais realmente decidido á llevar á cabo la resolucion que habeis tomado?

Sí, don Francisco, he tenido que abandonar precipitadamente el altar de mi Dios, patria, familia y amigos,—dijo Salimaú con rostro grave

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