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Sí, señor, repitió Alvaro con viveza-luego giró sobre sus pies y salió.

Al mismo tiempo el indio se inclinó respetuosamente, y despues de dar las gracias á don Francisco, por la manera protectora y amistosa con que lo recibiera, siguió silencioso al escudero, aunque con el corazon oprimido al separarse de su amada hija, á quien abrazó tiernamente besándola con dulzura en la frente.

Aquel beso paternal hizo despuntar algunas perlas cristalinas de los ojos de Coraní, que rodaron sobre sus frescas y purpúreas mejillas, viniendo á dar á su rostro mayor interés y en

canto.

Aquellas lágrimas eran el significado positivo de su incertidumbre y de sus temores, pues se hallaba ruborizada delante de su nuevo señor, con el corazon agitado sobre su futuro destino, ignorando la suerte que tenia que correr, sometida á una voluntad estraña y pode

rosa.

En aquel momento cruzó por su conturbada mente el recuerdo de Emil-Capúl, su amado, el ⚫ habitante de la selva verde al pié de la monta

ña de Oncártaga. Sí, aquella deliciosa selva,

donde conoció al hermoso mancebo que habia cautivado su corazon juvenil, aquella selva, donde se levantó en su pecho el primer latido de amor; mas¡ oh fatalidad! todo tiene que concluir para ella; amor, gloria, patria, alegría y ventura, pues todo se eclipsó de improviso, naufragando su estrella y sus caras ilusiones, para quedar solo, delante de sus ojos, sombras, escollos, desolacion y olvido.

¡Oh Emil-Capúl! amigo mio, recoge mi última lágrima, pues mi alma va al suplicio, pero yo te juro que mi cuerpo lo tomarán los hombres, mas mi corazon, jamás.

Yo les arrojaré mi lira destemplada sin écos, ni armonías, pues mis cantos solo á tí consagrarlos puedo.

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Por qué mi padre de los altares santos de nuestro Dios separóme un dia? ¿Por qué llegué á comprender del amor las dulces impresiones? porque sin duda fuí nacida para amar, creada para la dicha; y no obstante, mis ojos no te volverán á ver, Emil-Capúl, mis oidos no percibirán de tus ecos las insinuantes armonías. ¡ Adios, horas venturosas, ya no volvereis para

mí!

La infortunada Coraní dejó caer los brazos visiblemente abatida y cabizbaja, los ojos clavados en tierra, como embebida y absorta en algun grave pensamiento, vertiendo sin cesar abundantes lágrimas.

Don Francisco de Pizarro observaba extasiado á la interesante india, atribuyendo su dolor y afliccion á la separacion de su padre; así es que la trató y recibió con la mayor dulzura, entusiasmo y adoracion, pues no podia convencerse de que tanta felicidad le estuviera deparada.

Dejemos al afortunado español gozar de los tesoros preciosos, con que el díos vendado lo regalara; dejémosle envuelto en las frescas hojas de las acapulladas flores que la vírgen peruana le brindara; por fin, dejémosle libar feliz la rosada copa de embriagadora ambrosía continuemos nuestro relato.

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Así cruzaron los tiempos que se deslizaron suaves y rápidos para el conquistador de aquel valioso pedazo del Nuevo Mundo.

CAPITULO IV

Fundacion de la ciudad de Lima por Pizarro.

Pizarro, despues de la batalla de Cajamarca, se apoderó fácilmente de aquel vasto y hermoso imperio, tan codiciado por las riquezas que se proponian hallar, cuyas esperanzas no salieron por cierto fallidas, pues los tesoros encontrados escedieron á todo cálculo.

El victorioso y afortunado conquistador español aprisionó al Inca ó sea el emperador Atahualpa, con sus numerosas y bellas mujeres, pues en su córte se encontraban realmente beldades dignas de admiracion, de color moreno algo bronceado, tan simpáticas como seductoras, de ojos negros como el azabache, veladas por largas y tupidas pestañas, sus labios, por lo general gruesos, rojos y graciosos, parecian destinados para las libaciones de los dioses del Olimpo.

Las formas de aquellas mujeres eran contorneadas y las ostentaban al natural bajo un vestir que dejaba entrever al ojo avaro y escu

driñador del europeo, que, como el Lince de la fábula, queria penetrar en los secretos y misterios de aquellas modernas Evas.

Se apoderó tambien de sus vastas riquezas de oro, plata y piedras preciosas, de sus palacios suntuosos, alhajados y decorados con fantástico esplendor. Tomó la grande angarilla ó silla portátil de oro purísimo, tachonada de diamantes y ricas esmeraldas, en que se sentaba Atahualpa bajo el dosel de su trono, en los actos de audiencia; y por fin, de cuanto poseia aquel desventurado monarca.

El poder de Pizarro se consolidó en todo el país con sus repetidos triunfos, y sobre todo con el resultado de esta última y decisiva batalla.

En 1534, dia 6 de enero, aniversario de la adoracion de los Reyes Magos al Divino Mesias, fuente inagotable de luz y de consuelo, el espuesto don Francisco de Pizarro echaba, en presencia de sus súbditos y en nombre de Su Magestad, el Rey de España, á quien representaba, los primeros fundamentos en la parte izquierda de las riberas del riente y famoso Rimac, de una villa, que tomó como nombre primitivo "Ciudad de los Reyes", pero este nombre no

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