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-Oh! sí, le contestó, tanto, cuanto he cono

cido el cuarto de mi cara madre.

-¿ Luego habeis estado muchas veces aquí?

-Sí, sí, siempre, desde mis primeros años, he frecuentado este templo con mi madre y despues que ésta murió, con mi padre.

-i

esto?

Y cómo es que no me habeis referido todo

-Ese secreto no era mio, don Francisco, y por consiguiente no podia revelarlo á nadie, pues habria hecho traicion á mi Dios.

-Sin embargo, Coraní, Salimaú vuestro padre, me lo ha revelado todo espontáneamente. -El es responsable de sus actos, y en ello no me mezclo en manera alguna.

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Os desagrada acaso, mi querida Coraní, que yo conozca ese secreto?

-No, don Francisco, no me habeis comprendido bien, no he querido decir que me desagrade, nada de eso, sino que yo no me creí autorizada para haceros tal revelacion.

-Bien, mi Coraní, agregó con afecto don Francisco, tomándole la mano, estoy satisfecho y admirado de la rectitud y firmeza de vuestro carácter,En seguida abandonaron aquel tem

plo prodigioso, que parecia un sueño ó cuento de hadas, y no una realidad, formando, por tanto, Pizarro grandes proyectos, y repitiendo á Salimaú sus agradecimientos por aquella importante revelacion.

Desde aquel dia Salimaú fué para Pizarro su brazo derecho, pues ya no podia dudar de su lealtad y fidelidad, y por otra parte, aquel caudillo era hombre esperimentado, de alguna instruccion y, sobre todo, gran conocedor del país, de sus habitantes de su carácter, por lo que estaba en condiciones de prestarle buenos servicios que él sabria utilizar de un modo conve

niente.

y

CAPITULO VI

Muerte de Coraní y de Emil-Capul.

y

Despues del desaparecimiento de Salimaú su hija Coraní, Emil-Capul no cesó de averiguar el paradero de su querida, pero jamás pudo suponer que su padre despechado de odio contra Atahualpa, perseguidor de su hija, habria tomado la horrible determinacion de ir á ponerse bajo la proteccion del invasor de su patria y que le hubiese entregado su hija.

Cuando descubrió todo esto el ardoroso jóven de la selva verde, cayó en la mas lamentable desesperacion, formando los proyectos mas temerarios de venganza contra Salimaú, Pizarro y Coraní, no obstante que reconocia que ésta no era culpable; pero no podia conformarse con que aquel ángel de candor y pureza, aquella vírgen, que levantó en su pecho el primer latido de amor, estuviese en manos del enemigo de su patria y de su Dios.

Formó el proyecto de introducirse en el alcázar del usurpador español y matarle, para librar

así al Perú de su verdugo y á Coraní de su tirano.

Esta idea lo agitaba de dia y de noche, rondaba el palacio de Pizarro bajo diversos disfraces, esperando un momento propicio para llevar á cabo su designio temerario.

el

Un dia, en que Pizarro daba una comida á sus compañeros de armas, se detuvieron en la sobre-mesa mas de lo de costumbre; luego pasaron al gran salon, donde habia mucha gente; en tanto que Emil-Capul vagaba furtivo por parque observando todo, con su corazon oprimido; cuando, hé aquí, que se presenta á sus ojos Coraní del brazo de un hombre-El indio con una actitud salvaje echó mano instintivamente al puñal, con un gesto de ferocidad, haciendo rechinar sus dientes.

y

Coraní iba vestida y ataviada como una reina : estaba hermosísima como jamás la habia visto, el hombre que la acompañaba tenia un continente audaz y arrogante, ceñia larga espada al cinto, y creyó por consiguiente que aquel hombre era su odiado rival.

La sangre se agolpó á su cabeza, la horrible pasion de los celos, y la sed de vengarse se le

vantaron en su corazon, como una furiosa tempestad se puso iracundo y ciego de furor.

En aquel momento notó que aquel personaje dejaba á Coraní y se dirijia con otro al parque, en busca, sin duda, de fresco; de modo que, así que le vió cruzar á cierta distancia, salió el indio de entre las sombras, como el tigre enfurecido, y cayó sobre aquel hombre, que marchaba alegre y descuidado, hundiéndole en el pecho su puñal hasta el cabo, traspasándole el corazon y cayendo en seguida envuelto en un arroyo de sangre. Pocos momentos despues, espiraba aquel infeliz.

Emil-Capúl corrió, como un rayo, al salon, en busca de su amada Coraní, á quien pretendia salvar; pero antes de llegar fué tomado por las guardias, á pesar de su inútil y temeraria resistencia, poniéndosele en conveniente seguridad.

Aquel hecho inaudito produjo un terror pánico en todos. Las guardias se pusieron sobre las armas, pues no sabian si aquello responderia á una traicion, ó á algun motin.

Pizarro en persona tomó las medidas necesarias de seguridad, recorrió con su gente todos

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