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fué el gran hecho de armas, que, puede decirse, abrió la puerta del templo de la independencia de Chile Ꭹ el Perú.

Los resultados de esta gloriosa jornada fueron, quedar en nuestro poder el parque de la artillería enemiga, cantidad de armamento, el estandarte de Chiloé, y seis mas, 500 muertos en el campo de batalla y 600 prisioneros, bagajes, ambulancia, etc. El resto del ejército realista, aterrorizado, despedazado y en el desórden, hizo una retirada desesperada yendo á refugiarse á Valparaiso.

mayor

Las fuerzas al mando del valiente general don Miguel Estanislao Soler, el héroe del Cerrito de la Victoria, en Montevideo, y que tanto se distinguió en Chacabuco contribuyendo á la restauracion de Chile, fueron las primeras que entraron triunfantes en Santiago, donde las recibieron con el mayor entusiasmo y muestras de simpatías.

Chacabuco es una página gloriosa para nuestras armas, y puede decirse que ya en esa época empezaban á figurar como militares de pericia y valor don Aniceto Vega, don Manuel Suarez, don Pedro José Diaz, á quien el entónces coro

nel don Enrique Martinez llamaba el cargador; Rico, Lavalle, Laprida, el bravo don Félix Olazabal, mas tarde héroe de Pichincha, laureado y condecorado por cuatro Repúblicas, que fué herido en Chacabuco de bala de fusil en el brazo derecho, y tantos otros que alcanzaron el renombre de bravos y beneméritos á la patria.

La libertad é independencia de Chile quedó afianzada á la faz del mundo y establecido un gobierno emanado de la suprema voluntad del pueblo, el que recayó en el benemérito general O'Higgins, amigo de San Martin y el hombre de sus simpatías.

Nuestros brazos fueron coronados mas tarde con victorias de gran trascendencia para la causa americana, en diversos combates parciales; pero el enemigo recibe nuevos y poderosos refuerzos por mar, y se dispone orgulloso á disputarnos la prosecucion de nuestros triunfos.

Sin embargo, el genio alado de los combates no siempre nos ciñe los apetecidos laureles de la victoria; pues el ejército patriota esperimentó

un rudo golpe el 19 de marzo de 1818, en la sorpresa sufrida en la noche terrible de Talca é infausta derrota de Cancha-Rayada, que desorganizó y dispersó la mayor parte de nuestro ejército, en tanto que recobraba valor y energia el contrario; no obstante, San Martin, O’Higgins, Balcarce, Zapiola, y otros bravos, y sobre todo Las Heras, empezaron á reorganizar el ejército en San Fernando, siguiendo la retirada hasta Rancagua, donde el primero pasó su gran revista, de la que quedó altamente satisfecho.

El pueblo chileno ofrece y entrega sus tesoros, al ver la patria en peligro, el comercio concurre poderosamente á este objeto, y por fin hasta las damas chilenas, con nobleza y patriotismo, reunen sus joyas mas preciosas y todo lo ponen á disposicion del general, para salvar la patria, ofreciéndole hasta la vida de sus hijos para tan santo fin.

Pocos dias bastaron al atinado guerrero para alistar sus legiones, que ansiaban ya el momento de ponerse otra vez frente al enemigo, para reivindicar con usura y con gloria la sorpresa de Cancha-Rayada.

El ejército estaba decidido á vencer ó morir, en tanto que el general San Martin no descansa ni se inclina ante la adversidad y los reveses.

Su ardor patrio centuplica sus fuerzas, entusiasma con su ejemplo y con su palabra viril el corazon ardoroso y noble de sus gefes y oficiales, vigila incansable y severo la disciplina general de sus bravos, y por fin los prepara para nuevos combates, yendo á situarse en los llanos de Maipo, donde espera al ejército enemigo para batirlo. Este se aproximaba rápidamente comandado por el general don Mariano Ossorio.

En la noche del 4 de abril de 1818, el enemigo llega hasta frente del ejército patriota y se sitúa á muy corta distancia, para preparar y organizar sus elementos y entrar en fuego. ¡Gran espectativa!

Estremada vigilancia y silencio.

Todos en pié sin dormir, fusil al hombro, sable al cinto, y lanza en ristre.

Así

que los primeros é imperceptibles tintes purpurinos, precursores de la nueva aurora empezaron á diseñarse, el general San Martin hizo personalmente, á golpe de anteojo, un furtivo

reconocimiento sobre las posiciones tomadas por el ejército enemigo.

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Regresa á su campo, conferencia rápidamente con sus gefes principales, y les dice, con el semblante laureado por la gloria y la confianza : Compañeros de armas, Ossorio es mas inepto de lo que yo hubiera podido pensar, y espero en el Dios tutelar de la Patria, que el sol que dentro de pocos momentos, va á despuntar sobre las crestas de las elevadas Cordilleras de los Andes, alumbrará el triunfo mas completo de nuestras armas republicanas ".

Gran entusiasmo en toda la línea!

Los ejércitos se contemplan en una actitud imponente y silenciosa, los cañones se alistan para el momento de romper el fuego, las armas se preparan, los batallones y todos los cuerpos del ejército entran á tomar sus respectivas posiciones en el órden de batalla.

La derecha, se confió al benemérito jeneral don Juan Gregorio de las Heras.

La izquierda, al bravo coronel don Rudecindo Alvarado.

El cuerpo que componía la reserva, al coronel don Hilarion de la Quintana.

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