Imágenes de páginas
PDF
EPUB

LA CIENCIA SEGUN PLATON (1).

EL FEDON.

I.

En la enseñanza socrática se trata por primera vez, con toda la importancia que tiene, la cuestion de la ciencia y del saber. Muy rara es la ocasion en que Sócrates discute ó razona con alguno sin repetir frecuentemente su dicho favorito: sólo sé que no sé nada, cuyo principio supone ya una afirmacion muy útil para la doctrina de la ciencia. Saber que nada sabemos equivale á negar á todos nuestros conocimientos las condiciones esenciales del saber; y para negar tales condiciones, preciso es tener conciencia de lo que es el saber y de los requisitos indispensables para que un conocimiento pueda ser estimado como científico. Con tal principio se entra de lleno en la doctrina de la ciencia, lo cual justifica cumplidamente nuestro propósito de ir desentrañando de la complejidad de los diálogos de Platon su teoría de la ciencia. Y semejante justificacion aparecerá más clara, si se nota que este saber negativo, que sirve de principio á la enseñanza socrática, es un saber positivo y una ignorancia fecunda, cuyos frutos son las doctrinas nacidas de la reforma socrática, principalmente representadas por Platon y Aristóteles. Seguia en la enseñanza socrática, al principio ya consignado, la recomendacion eficacísima, hecha á todas horas por el Maestro de los atenienses, de seguir fielmente lo prescrito por el Dios del Templo de Délfos : conocerse á sí mismo debe ser el primer saber. Y explicando la trascendencia de tal principio, dice ya Jenofonte, á quien con seguridad no podrá tacharse de infiel á la doctrina de Sócrates, que conocerse

(1) V, el núm. 5 del tomo IV, correspondiente al mes de Noviembre último, pág. 480.

á sí mismo no consiste en saber cada cual su nombre, sino que tal conocimiento tiene un valor mucho más general. Ni consiste el conocimiento de sí mismo, como dice Platon, en conocer el cuerpo á la manera de los médicos. Conocerse á sí mismo, ha dicho ya Sócrates en el Teetetes, es conocer cada cual su alma; añadiendo, con el objeto de dar á entender que tal conocimiento es algo más que un mero hecho psicológico, que para conocer cada uno su alma necesita saber que es el alma y elevarse del conocimiento de lo particular á la percepcion de lo universal.- En semejante explicacion se descubre ya base suficiente para poder derivar en parte de la enseñanza socrática la Dialéctica platónica. ¿Qué falta, en efecto, á la Dialéctica de Platon, más que el libre movimiento de las ideas, una vez que, dado el conocimiento de lo universal, lo metafísico aparece como una exigencia ineludible?

lo

En el Teetetes, cuya explicacion acabamos de hacer, queda afirmada implícitamente la independencia y sustantividad de la ciencia racional pura. En varios diálogos platónicos, en unos implícitamente y en otros con premeditada insistencia, recibe mayor desenvolvimiento esta idea de la ciencia, cuyo objeto de conocimiento es la ciencia misma y las condiciones científicas de toda verdad. Esta ciencia de la ciencia, que condiciona á todas las demas, es la designada por Platon con el nombre de Dialéctica (1).—Pero es punto ménos que imposible penetrar en la complejidad de sus procedimientos y percibir la importancia de dicha doctrina sin el conocimiento prévio de la teoría de Platon respecto á las ideas. Por tal razon, hemos creido preferible, para el mejor órden de este estudio, continuar el exámen de la doctrina, ya en parte iniciada en el Teetetes, analizando en el diálogo titulado El Fedon cuantas afirmaciones contiene relativas á este mismo asunto, es decir, referentes á aquellos elementos simples, anteriores á las impresiones sensibles, que son ideas de que está preñada y que constituyen el objeto de la ciencia, segun la afirmacion hecha por Platon en el Teetetes.

el alma

Al entrar de lleno en el exámen de las ideas platónicas y en el análisis de las pruebas de su existencia, conviene, más que en ningun

(1) V. el diálogo titulado Filebo.

otro caso, volver á solicitar nuevos auxilios de la reflexion, á fin de discernir el valor que puedan tener aquéllas. Seduce tanto la aparente sencillez del discípulo de Sócrates, inicia con tal facilidad sus proposiciones más atrevidas en medio de los pasajes más vulgares de sus diálogos, que es necesario, no ya sólo tener los piés de plomo, de que hablaba Bacon, sino tambien recabar al espíritu su entera posesion de ánimo, si ha de lograr conocer el valor exacto de la teoría platónica. Penetra el gran pensador griego en la region de las ideas con una facilidad tan asombrosa, y eleva el pensamiento á veces á regiones suprasensibles con un descuido tal, respecto al carácter real que debe tener toda verdad, que se duda en multitud de ocasiones si el que escribe los diálogos es un artista ó un filósofo.— Sorprendido por estos rápidos tránsitos de la minuciosa discrecion del científico á la calenturienta idealidad del poeta, empleaba el profundo crítico de los tiempos modernos, Kant, un símil por demas agudo para caracterizar la Filosofía platónica. Dice Kant: «Así como la paloma, que corta el aire venciendo su resistencia, se imaginará que volaria mejor en el vacío, olvida Platon, al elevarse con las alas de las ideas á los espacios vacíos del entendimiento, que no adelanta nada, porque no tiene punto de apoyo para aplicar sus fuer

zas. D

Sin aceptar ni rechazar enteramente el juicio duro de Kant, sí pretendemos mostrar anticipadamente una falta grave que se descubre en toda la teoría platónica de las ideas, aunque sin atrevernos á decidir de plano si tiene ó no su orígen en la enseñanza de Sócrates, decision ésta tanto más dudosa, cuanto que seguimos creyendo por extremo difícil discernir con alguna precision lo que es propio de la enseñanza socrática de lo que pertenece exclusivamente al pensamiento de Platon. En la mayor parte de los diálogos platónicos se aspira á llegar á una unidad, que consiste en identificar el pensamiento con la accion. En los diálogos titulados Carmides ó de la Sabiduría, y Laques ó del Valor, y áun otros que pudiéramos citar, no se descubre sólo aquella noble aspiracion, proseguida por Sócrates durante toda su vida, de hacer perder á la Filosofía su carácter abstracto, convirtiéndola en ciencia práctica, en verdadera sabiduría; existen, por el contrario, afirmaciones que exageran dicha tendencia y que vienen á identifi

car, en cierto modo, el conocer con el bien y la verdad con la virtud. En semejante camino ya, no le basta á Platon consignar la relacion de precedencia del conocer respecto á la actividad; ántes bien asume toda la realidad en el conocer y en la ciencia, y queda ésta proclamada como el principio y el fundamento de todos los actos de la vida. Procede tal error de una inadvertencia y falta de reflexion respecto á la complejidad orgánica de la realidad del espíritu, abstractamente considerada sólo en la propiedad del conocer, y más aún todavía que en la propiedad, en su ejercicio subjetivo, mediante la actividad del pensar.— Es, sin duda alguna, lo predominante, aunque no lo exclusivo, en el espíritu humano la sustantividad y su consiguiente esencia del conocer, y segun esta cualidad característica, se ofrece á la atencion toda la realidad del espíritu ; pero al lado de semejante propiedad, y como equivalentes con ella, existen en el espíritu otras propiedades, cuya funcion en la vida, si debe ser precedida del conocimiento, jamas puede ser suplantada por éste. En tal caso, asumiendo toda la realidad del espíritu en el conocer, sustituyendo toda la vida anímica por el ejercicio activo del pensar, se cae en un error, cuyas consecuencias se señalan en todo el trascurso de la Historia de la Filosofía.

De semejante identificacion entre la ciencia y la vida, hecha por Platon, deriva más tarde Aristóteles su intelectualismo abstracto, que reviste un carácter quizá más exageradamente subjetivo que el del mismo Platon, pues lo que principalmente forma y constituye el núcleo de la teoría aristotélica es la entelequia activa del pensamiento del sujeto. Del intelectualismo aristotélico procede la idea conceptualista de la escolástica en la Edad Media, que llegó en sus últimas exageraciones á absurdos inconcebibles, nacidos de la fuerza de la abstraccion intelectual. Acompasadamente con el renacimiento de la Filosofía, se renueva este mismo error con Descártes, que afirma la existencia del Yo, partiendo del pensamiento, en el cual reside para los cartesianos toda la realidad del alma. Aunque imperfectamente, es Kant uno de los pocos pensadores que se libra de tal error, mediante la contradiccion aparente que establece entre la Razon pura y la práctica, en la cual reconoce la realidad de la vida y del conocimiento, no ya como lo que asume la vida toda, sino como postula

do necesario para poder vivir. Pero más tarde Hegel, el Aristóteles moderno, resume toda la direccion intelectualista de la Escolástica, pone en movimiento la serie de sus conceptos abstractos, y vuelve á identificar la realidad toda con el conocer, ó el sér con la idea, para usar sus mismos términos, refiriendo la determinacion del sér en el suceder á la evolucion de la idea.

Del olvido ó de la abstraccion ilegítima del organismo racional de las propiedades anímicas, hecha por Platon, proceden todos los falsos intelectualismos de la Escolástica, tanto antigua como moderna, en los cuales se cambian por completo los términos del problema fundamental de la ciencia, probando la existencia de las cosas por la idea que de ellas tiene el sujeto, cuando precisamente debiera acontecer lo contrario, que se mostrára la realidad del conocimiento mediante la de lo conocido. Que el conocimiento de la verdad sea condicion para obrar bien no autoriza para identificar lo uno con lo otro, mucho menos para constituir la realidad de las cosas en dependencia absoluta de su conocimiento por el sujeto.

ni

Con tales antecedentes, que deben servir de guía para el exámen de la teoría de las ideas, vamos á exponer, de igual manera que lo hemos hecho con el Teetetes, cuanto relativamente á este asunto pensó y dijo el discípulo de Sócrates en el Fedon. Es este diálogo mucho más complejo que el Teetetes; se tratan en él, con ocasion de la última conversacion sostenida entre Sócrates y sus discípulos, multitud de cuestiones á cual más interesantes, y en todas las cuales se revelan los múltiples elementos que influyeron en la Filosofía platónica, mezclada en dicho diálogo con reminiscencias pitagóricas y con pensamientos tomados de una cultura superior á la usual entre los griegos. De hacer una exposicion detallada del Fedon, se presentaria ocasion propicia para razonar la influencia ejercida por Platon, principalmente en los primeros siglos del Cristianismo. La afirmacion categórica de la unidad del alma, las pruebas de su existencia é inmortalidad, y los grandes principios morales que en el Fedon se consignan, forman y constituyen un espiritualismo tan puro y tan acabado como aquél, que, siendo indudablemente una consecuencia de la doctrina platónica, pretende derivar su origen de principios extra-naturales. Pero no es de este lugar tal exámen, ni interesa á

« AnteriorContinuar »