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mente con Iturbide, no se negó del todo á su peticion, sino que condescendió en parte, concediéndole 20,000 hombres de línea, y el esceso hasta 35,000, que lo completase con las milicias provinciales, cuando las hubiese menester. Este golpe le fué muy sensible, y le pronosticaba su ruina ; por tanto se propuso aventurarlo todo en un solo golpe, y hacerse proclamar emperador por medio de la fuerza. Compárese esta carta y esta conducta, con su proclama para la convocatoria á Córtes; ¡ cuánta altanería en la carta ! ¡ cuánta sumision en la proclama! A haber sido ciertas y de corazon las protestas que hizo en ella de obedecer al Congreso, fuera ahora mas dócil para sugetarse á sus decretos; pero ¿ quién no ve que este hipócrita habló entónces solo por conformarse con las circunstancias?

Ardides de que siguió valiéndose para coronarse Emperador.

Para llevar adelante el obgeto de proclamarse, fingió alhagar algun poco á los republicanos: sus partidarios hablaban con el mayor entusiasmo en contra de los Borbones, con el obgeto principal

de escitar el odio á los reyes de España. Ya se deja entender que pronto lo conseguiria en un pueblo tan bien dispuesto para ello, y bien sabia él que con solo decir á los léperos que los borbonistas querian por fuerza traerles un rey gachupin, era suficiente grito de alarma para acabar con aquel partido. Ya anticipadamente habia dado al público un papel que tituló :,, Breve manifiesto del que suscribe," contestando al de un adulador que invitaba á que lo coronase la nación, y dice á la letra lo que sigue.

Breve Manifiesto del que suscribe.

El que por voluntad tácita ó espresa de algun comitente toma su representacion, no puede prescribirse mejor regla para el acierto de sus operaciones, que la utilidad justa del principal interesado, porque la presuncion mas natural es que desee vivamente todo aquel bien que no repugne á los principios de justicia. No ha sido otra ciertamente la norma que propuse, cuando cerciorado é intimamente convencido de la opinion y espiritu público de la nacion Megicana, pronuncié en Iguala su independencia de la antigua

España, y de toda otra potencia, aun de nuestro continente. Al llegar á este pronunciamiento, la primera idea que se ofrecia y debió presentarseme, fué la de la forma del gobierno mas adaptable à una nacion que estaba llamada á colocarse en el primer órden de las que habitan el globo.

Esta forma conveniente, y de tanta estabilidad cuanto permite la caduca suerte de las cosas humanas, quiza habria sido para algunos un problema de dificil y tardia solucion; pero para mí, ni fué lo uno, ni lo otro: el momento instaba, y fácilmente reconoci en que punto destellaba la luz de la felicidad del nuevo imperio.

La opinion pública, que anhelaba por la emancipacion de este pais de su antigua metrópoli, la apetecia, con los otros dos requisitos que constituyeron tambien las otras dos garantias del egército imperial, y que formáron unidas esta sola divisa : Religion, independencia y union. Esta es la que tan felizmente ha conducido la empresa al término deseado, y por ella cuantas discusiones se ven en los publicistas al querer discernir las ventajas que respectivamente ofrecen las formas de gobierno conocidas, y sus diversas combinaciones, no pudiéron hacerme vacilar en la que convenia mas á la nacion al proclamar su independencia. Su gobierno, dige en el artículo 3o del plan de

Iguala,,,será monarquía moderada, con arreglo á ,, la constitucion peculiar y adaptable del reino ;" y luego en el artículo 2° de los tratados celebrados en la villa de Córdoba:,,el gobierno del imperio ,, será monàrquico constitucional moderado." Figé esta base, no porque entendiese que la monarquía sea la forma de gobierno que hace mas honor á una sociedad, sino porque nadie duda, que moderada constitucionalmente es la que mas conviene, supuestas la imperfeccion y pasiones del hombre; pues solo asi se evita aquella frecuente y ruinosa pugna, en que los pueblos contienden por su libertad, los nobles y grandes por el poder, y los reyes por el dominio arbitrario.

Sentada esta base, yá fué una consecuencia necesaria designar la persona y dinastía que habia de ocupar el trono; porque si conociendo la indole pacífica de la nacion, en cuyo nombre hablaba, no me crei permitido anunciar mas que la defensa sostenida de sus indisputables derechos, ni esceder en ella los limites de una moderacion razonable, ni mucho menos preparar en su término glorioso el gérmen de las facciones aristocráticas, ó el principio de la fermentacion y tumulto á que propende la democracia ; ¿ cómo habia de dejar abierta la entrada á los inconvenientes mas graves, y alborotos que suelen acompañar á la eleccion de

un monarca en un estado electivo? Designé, pues, en primer lugar la persona del principe que hasta alli habia reinado en Nueva-España; y para ocurrir á toda dificultad, y no pasar mas allá de lo que fuese preciso en la esplicacion de la voluntad presunta de la nacion, me ceñí á manifestar la preferencia de ciertas personas de la dinastia del Sr. D. Fernando VII. de España, no por un órden hereditario, sino sucesivo, con reserva á la nacion, para que por sus Córtes determinase las condiciones de la venida de aquella persona, y en su defecto llamaso la que tuviese por mas conveniente.

Me he visto obligado a hacer estas breves indicaciones, porque en la exaltacion de un entusiasmo facilmente degeneran los afectos patriótiCOS. He notado efectivamente con sentimiento, que en algunos impresos la gratitud se ha escedido á invitarme con la diadema de este imperio ; y arguye al mismo tiempo, que no tuve investidura alguna concedida por la nacion que me constituyera su apoderado, y esto para apoyar en favor de la invitacion, que el plan jurado en Iguala no obliga á la nacion, porque ella no lo hizo, y yo ignoraba entonces su voto. Yo convengo en que todos los que por aquel tiempo enmudeciéron, y ademas todos los que quieran, deben hablar en et

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