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religiosas, que le mereciéron la estimacion de Valladolid, nuestra patria comun.

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Cuando se desplegó el estandarte de la rebelion, manifestó una adhesion particular á la justa causa; detestó la perfidia, y se consagró al servicio del rey. Por solo este hecho merece el Sr. Iturbide los mayores elogios ; la consideracion del soberano, y la gratitud de muchos que ahora le sindican con tanta acritud; pues que en parte á él le debiéron la vida. En efecto, es cosa admirable ver á un jóven de las bellas é interesantes circunstancias del Sr. Iturbide, que hubiera representado uno de los principales papeles en la insurreccion ; posponer hasta su misma gloria á la defensa de la justicia, y escaparse del comun contagio.

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Desde el principio de esa su segunda época manifestó el Sr. Iturbide grandes disposiciones. para la milicia, valor, astucia, vigilancia, y aquella sublime intrepidez propia de las almas grandes, que parece locura á los Parmeniones, y cosa muy corriente á los Alejandros. Entónces fué cuando sorprendió á Albino García, formidable yá en el Bagio: cuando tomó por asalto á Yurira cuando con un puñado de hombres desalojó la multitud de rebeldes que bajo la conducta de

Moreles y Matamoros circundaban las montañas de Valladolid. Ninguna otra pasion le animaba que el amor al rey y el incremento de su gloria: ¡ ojala si hubiera continuado hasta el dia, y que no hubiese dado lugar á otras pasiones degradantes él habria merecido el aprecio de la América, y seria el honor de nuestra patria! Pero, oh qué débiles é inconstantes son las virtudes humanas! Al Sr. Iturbide le sucedió lo que á algunos emperadores Romanos; admirables en los principios de su gobierno, y detestables despues. Mucha cuenta le habria tenido morirse, ántes de entrar en su tercera época: habria conservado su gloria y buen nombre, y la gratitud de todas las generaciones.

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Acaso deslumbrado el Sr. Iturbide con las graduaciones y ascensos que le dió el gobierno, elevándole desde teniente hasta coronel, con la misma rapidez que habian tenido sus gloriosas acciones, cambió de carácter y de corazon: trató de elevarse inmaturamente, y para ello dicen que no perdonó intriga contra el Sr. Garcia Conde, y el Sr. Llanos; á quienes (dicen tambien) tachó de poco espertos, y se atribuyó las victorias reportadas bajo de su mando. Sea lo que fuere de esto, lo que si vimos fué, que le sucedió al primero en el mando de esta provincia, y luego al otro en

el comando del egército del Norte. Desde este instante se apoderáron del Sr. Iturbide otros sentimientos, y se propuso otras miras muy contrarias de los que y las que antes le habian hecho operar. ટ્ Cuál fué entónces su conducta poli

tica? Examinémosla.

,, El arte de bien gobernar los pueblos y hacerlos felices, es lo que llamamos política, y podemos añadir por las circunstancias del dia, el arte de atraer los corazones á la justa causa del rey, y confirmar á los yá adheridos en el amor que tienen á S. M. De esta regla se ha separado el Sr. Iturbide en todas sus partes. Probémoslo con hechos. Sin justicia no hay buen gobierno. El Sr. Iturbide casi no la ha guardado con nadie : ha castigado á muchos sin motivo. Entre otros egemplares citaré por primero al capitan Malagon, y al P. Galvan de Celaya: los tuvo aquí presos cerca ó mas de ocho meses, porque el primero dijo que venderia sus armas en Querétaro; y el segundo que habian herido al Sr. ¡turbide, qué sé yo en que accion. Ahí está su causa: y me sugeto á cualquiera pena si resulta otra cosa al primero le costó la vida y la ruina de su familia. Por segundo egemplo citaré la multitud de mugeres que trajo presas de Pénjamo, á las que ni se les ha instruido causa, ni héchoseles

cargo alguno: las mas son tan inocentes como Abel llevan cerca de dos años de prision. Por tercero citaré à un D. José Maria Camacho, de aquí, á quien tuvo preso sin causa porcion de tiempo. Por cuarto citaré la órden que dió, para que las mugeres é hijos de los insurgentes que habitaban los pueblos fieles, se fueran con ellos bajo pena de la vida. Esto me consta, y generalmente he oido decir, que se conduce en todo con despotismo. Ello es, Sr. Escmo., que en la prosecucion de las causas y castigo de los rebeldes, enteramente se apartaba de los reglamentos superiores formados por V. E. y por el Escmo. Sr. Venegas. Por esto, y por lo que luego diré, es tal el terror que el Sr. Iturbide ha infundido á los pueblof fieles, que no hay hombre que no tema su venida. ¡Qué lejos ha estado de guardar aquel humanísimo capítulo II. de la instruccion que dió V. E. para esta provincia, en que dice entre otras cosas: "y tratando á los soldados y paisanos con dulzura é indulgencia mezclada con decorosa firmeza!"

,, No pueden ser felices los pueblos si ademas de guardarlés justicia no se protege su agricultura, comercio y minería, como dice V. E. en el párrafo 21 de su instruccion antedicha. El Sr. Iturbide léjos. de proteger ha destruido todos

estos ramos el primero saqueando las haciendas de los vasallos no solamente fieles, sino de distinguidos servicios. Diganlo si no las haciendas del Copal, Mendoza, el Molino, segun me han dicho, pertenecientes á los Sres. Galvez, Otero y Crespo. Bien sé que se pretestó estenuar á los rebeldes; pero en sustancia ha sido acabar con los ficles. Ha quemado haciendas, y dado con esto mal egemplo á los rebeldes. Hase tomadolos ganados de ellas, é imposibilitado el futuro cultivo. Habiendo prometido custodiar los heredades con la compañía rústico-volante, no lo ha verificado.

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Ha destruido el comercio porque como S. Sría. no solamente se hizo comerciante sino monopolista del comercio; poniendo comitentes en todos los lugares, detenia los comboyes: venia el azúcar, la lana, el aceite y cigarros del Sr. Iturbide para conducirlos, dicen generalimente, que fingia espediciones del real servicio.

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Ha coadyuvado á la destruccion de la minería con su compra de platas; pues para comprarlas á bajo precio adelantaba á sus comitentes sumas considerables, y en el camino á pretesto de las urgencias de la tropa, quitaba el dinero á todos los comboyados, y repartia la tasa como le parecia. Los accionistas diéron en traer su di

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