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REVOLUCION DE BUENOS AIRES.

Que el mal se hallaba concentrado en Buenos Aires, es una proposicion que no necesita mas pruebas que las dadas hasta aquí. Poseido el pueblo de la quimera de una felicidad futura que habia de disfrutarse con solo la simple declaracion de una impracticable independencia; no perdia jamás los medios de conseguirla, aprovechándose de las circunstancias que el tiempo y los accidentes fueron presentanndo con oportunidad, para el logro de su intento. La primera y acaso la mas deplorable de todas, fué la deposicion del marques de Sobremonte, porque descubriéndose por este hecho la insuficiencia del poder del Gobierno, no solo envaneció al pueblo para repetirlo, sino que con él dió la mas funesta leccion á los demas del vireinato para atentar en iguales términos contra la soberanía, y que en los accesos de la convulsion, se hayan vulnerado los respetables simulacros de ella, con escarnio de sus caracterizadas personas, del modo mas cruel y bárbaro.

Las nuevas autoridades que sostituyeron al marques, sin dejar de ser lejítimas, no estaban exentas de los defectos de que adolecen por lo comun los gobiernos revolucionarios, por cuanto erigidas sobre el vicioso fundamento de la deposicion del Virey por el pueblo, dió márgen á que éste en su impunidad, se creyese autorizado, ó poderoso, al menos para tales innovaciones, y por consiguiente superior á la autoridad misma. Las circunstancias poco favorables de tener un enemigo formidable á la vista, eran desde luego muy críticas para imponer los

condignos castigos al autor ó autores de la insurreccion, y mucho mas si se atiende á la necesidad que habia de armar esos mismos brazos criminales para la defensa; pero llámese como quiera, ella no era otra cosa que una verdadera debilidad del gobierno que lo mantenia en una simulada dependencia del pueblo, tal que el mayor encarecimiento vendria corto á vista de las irregulares contratas con que se establecieron los cuerpos de milicias de aquel vecindario.

Pero, por defectuosos que hayan sido los fundamentos de esta nueva tropa, ella produjo los mejores efectos, pues rechazados y batidos completamente los invasores, fué fruto de su gloriosa resistencia la recuperacion de la importante plaza de Montevideo. Las noticias de este feliz suceso, por el que, libres de enemigos, ponia á las anteriores de Buenos Aires en estado de convertir sus miras al Gobierno interior; la de la posesion que se habia dado recientemente del mando á D. Santiago Liniers por real órden, que determina de su sucesion en caso de vacante, y finalmente la precision de atender yo á este reino y el de Chile, adonde era de recelar que los ingleses tratasen de reparar sus pérdidas, me obligaron á suspender las activas providencias que me hallaba actualmente expidiendo, para constituir en aquel empleo al Excelentísimo señor Marques de Avilés, como mas largamente queda dicho en el capítulo correspondiente. Pero la imprevista traslacion de la real familia de Portugal á sus estados americanos, é incidencias de que se hablará en su oportuno lugar, distrageron la principal atencion de aquel celoso Virey á otros objetos, y cuando quiso ó pudo contraerse al remedio para obrar en toda la plenitud de facultades del mando del vireinato, que habia merecido interinamente al Soberano, ya fué dificil la cura, tanto por lo inveterado del mal, como porque es evidente que las nobles cualidades que recomendaban en particular al señor Liniers, no son siempre las que convienen á un Jefe Superior, que por principios de política debe ser circunspecto, reservado, y aun severo á las ve

ces.

En esta crísis la mas fatal y desgraciada para Buenos Aires, fué ocupada la España por el amigo mas pérfido de la Nacion. Los planes de este usurpador estaban trazados, y debian ejecutarse á un tiempo en la Península que en las Américas españolas, para que privada aquella del auxilio de éstas, fuese mas seguro el éxito de la odiosa empresa que habia meditado de esclavisarla. El Conde de Sassenag fué el emisario destinado por el maligno emperador, con órdenes é instrucciones que por ser frances el señor Liniers, suponia debian de ser favorecidas y auxiliadas en esta América, pero este jefe leal y cauto, burló prodigiosamente las esperanzas del comisionado, dando en la

junta con que le recibió la mas irrefragable prueba de su amor y consecuencia á su segunda patria la España, que lo habia prohijado, y elevado mediante su mérito, á uno de los mas altos y distinguidos empleos de la monarquia. Abiertos los pliegos á presencia de la Junta, y oido el discurso que traia el Conde preparado al intento de su mision, se le hizo regresar inmediatamente á Montevideo, con la debida seguridad, y sin comunicacion alguna: siendo aun mas prodigioso que cuando se ignoraba en el todo el modo de pensar de los españoles, este jefe que solo era por adopcion, hubiese despreciado las enunciativas que contenian las órdenes de nuestros ministros acerca del avenimiento de la Nacion á reconocer el intruso Gobierno, y que coincidiendo sin la menor discrepancia con los verdaderos sentimientos de los fieles vasallos del señor D. Fernando VII, hubiese mandado acelerar el acto de su proclamacion en aquella capital.

Entónces mismo, hombres infatuados de su mérito, y de quienes importa al Gobierno desconfiar como de sus mayores enemigos, fueron los primeros que por particulares resentimientos intentaron repetir con el señor Liniers, la misma escandalosa trágica escena que con el marqués de Sobremonte; y hallando la enemistad obstáculos á su empresa, en la inclinacion y amor de las tropas, que aquel jefe habia sabido granjearse con las brillantes acciones á que las habia conducido, no ménos que por su innegable dulzura, sagacidad y buen trato, formó una liga con la emulacion, y atrincherándose en Montevideo, se dispararon de este lugar los primeros tiros contra la fidelidad del Virey interino, acusándolo ante el Acuerdo para su deposicion. El fuego de las disenciones domésticas cundia en Buenos Aires, y su llama abrazadora resplandecia en Montevideo; no hubo diligencia que no se practicase en beneficio de la paz, ni persuacion que no se emplease para calmar el ardor de unos escandalos que pronosticaban la ruina del Continente; pero todo fué vano haciéndose dudosas las promesas del Virey, inútiles las propuestas para su acomodamiento ventajoso al Estado y á los partidarios; porque necesitando el de Montevideo aprovecharse de la demora, esperaba alcanzar la victoria con una declaracion del Gobierno Supremo, adonde habia dirigido iguales acusaciones que á la Audiencia, contra el Virey; sin descuidar por esto de ganar en Buenos Aires el partido del Cabildo y algunos cuerpos de tropa á su devocion.

El Virey contaba tener á la suya la mayor parte de estas que componian los patricios, y para asegurar el acierto en la próxima eleccion de oficios consejiles para el año de 809, puso estas sobre las armas, excluyendo los cuerpos europeos, los cuales, se decia, habian de ser seguidamente desarmados, y hé aquí lo

que segun las mas imparciales relaciones, ocasionó la sedicion del dia primero del año, cuyas resultas quedaron precabidas por las anticipadas disposiciones del Jefe, y totalmente desconcertadas las ideas de la formacion de una Junta gubernativa de aquel reino, á que conspiraba el partido contrario al Virey. Las providencias enérgicas que este empleó en aquel instante, aterraron desde luego á sus enemigos en Buenos Aires, pero Montevideo se conservó siempre en el mismo estado de insubordinacion á la capital y á su jefe. Desármanse los cuerpos europeos en efecto, y este desaire por una parte, y por otra el abuso que ordinariamente se hace de los triunfos, exasperaron los ánimos, y despertaron la casi extinguida emulacion entre europeos y patricios, que sujetos entre tanto por la política del Virey hasta ciertos límites, no les quedaba otra esperanza que la de que el Gobierno Supremo á quien habian dirijido mútuamente sus respectivas quejas, pusiese un venturoso término á sus diferencias, y á las calamidades que por una necesaria consecuencia debian nacer del estado violento en que se hallaban. Informado el Gobierno que residia entonces en la Junta Suprema central, de estas disenciones, creyó que el único remedio que en ellas cabia, era la separacion del señor Liniers, nombrando para su relevo al Excelentísimo señor D. Baltazar Hidalgo de Cisneros; y cuando este pudo ser suficiente, proveyó tambien la sub-inspeccion general de las tropas del Vireinato en el señor D. Javier Elío, jefe del partido contrario al Virey, elogiando y premiando la conducta de Montevideo, y olvidando el mérito de los que habian sostenido la autoridad y representacion del Gobierno Superior del reino, el dia primero del año; lo cual unido á los propios motivos que poco há quedan indicados, es regular hubiesen avivado el celo de los patricios en quienes estaba depositada, y constituia por su mayor número la principal parte de la fuerza. Asi terminaron estas diferencias con desventajas de las prerogativas del empleo del Virey; y así era preciso que se dispusiese el órden de los sucesos, para que no quedára impune un crímen que por su gravedad demandaba una justicia inexorable, y un poder superior al de los hombres para su escarmiento.

Aun no se habia posesionado el señor Cisneros del mando, cuando su atencion era frecuentemente agitada con los alborotos de Chuquisaca y la Paz; de manera que sus primeras providencias sobre estos particulares, deben suponerse imperfectas por falta de conocimientos locales, y aun de las personas á cuya relacion era preciso deferir para instruirse de las circunstancias, las mas por interesadas en abreviar la destruccion del Gobierno, y las otras apasionadas y resentidas del de su antecesor. Era esta una de las mas favorables coyunturas que podian

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