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para neutralizar, si puede ser, el efecto que debe causar el temor de la amenaza del anatema que lancé ayer contra V.

>>Hoy he visto á Madrid, y como siempre hemos hablado de V. Agradece las expresiones de V., y me encarga decirle que hace tiempo que le conoce y aprecia... etc., etc.

>> Para dar á V. una idea del carácter de este amigo bastará decir que tiene el candor y la bondad de darme sus versos para que se los corrija, y lo que es más raro, la docilidad de ceder á mis observaciones. Nosotros (aquí entre los dos) los que tenemos poco genio somos muy doctrineros; y haciendo de maestros (cosa muy fácil) pensamos adquirir una reputación que no podemos sostener con nuestras composiciones.

>> Las composiciones más perfectas tienen sus talones vulnerables, y toda nuestra manía está en acometerlas por la parte flaca. Y nos va perfectamente, pues V. sabe que, con semejante astucia, aun el afeminado Paris derrocaba los Aquiles.

>>Es verdad que un amigo á quien quiero mucho, y á quien V. conoce, me hizo una ó dos veces en Londres el mismo cumplimiento. Pero ya me guardaré yo de creerlo por esto tan bueno como Madrid. Este no tiene ninguna sospecha contra él, mientras que el otro pi

carón, ¿quién sabe si, entregándome sus versos, usaba conmigo un refinamiento de delicadeza (propia suya) como para cicatrizar las llaguitas que injustamente supondría abiertas con el cáustico saludable de su crítica en el amor propio del cantor de Junín?

» Madrid está imprimiendo sus poesías; (aquí entre nosotros) lo siento. Sus versos tienen mérito, pero les falta mucha lima. Corren como las aguas de un canal; no como las de un arroyo susurrando, dando vueltas, durmiéndose, precipitándose y siempre salpicando las flores de la ribera. Le daña su extrema facilidad en componer. En una noche, de una sentada, traduce una Meseniana de Lavigne ó hace todo entero... el quinto acto de una tragedia.

»Ni me manda V., ni me habla del segundo número del Repertorio. Deseo mucho verlo. Diga V. al Sr. Bossange que Latorre satisfará las cuentas de mi abono.

>>No crea V., mi querido, que yo no adivinase la causa de su silencio; y V. ha debido conocerlo por alguna involuntaria expresión de una de mis cartas. Pero quizás no está lejos la serenidad.

>>Mis finas memorias á mi amable comadre, cien cariños á los Bellitos, mil á mi ahijado, de quien nada me dice V., debiendo presumir

que en ello daría V. mucho gusto á su tierno constante amigo-OLMEDO (1).»

El candoroso espíritu de Olmedo y su ingénita bondad se revelan en esta carta singularmente. Severo en demasía consigo mismo, cuéntase entre los poetas de poco genio: como si no se necesitase mucho, y muy afinado y bien pulido, para componer poesías semejan– tes al Canto á Bolívar y á la oda Al General Flores.

Discordes andan los pareceres al apreciar el carácter privativo del genio poético en los varios frutos de la inspiración, y sobre todo en la lírica. Reservándome apuntar algunas consideraciones relativas á este punto cuando examine las dos composiciones citadas, quiero desde luego dejar aquí sentado que al interpretar lo que en poesía debe entenderse por genio se suelen hoy propalar con gran desahogo, no sólo erróneas doctrinas, sino grandísimos disparates revestidos de gravedad filosófica. Una de las más ridículas manías de nuestro tiempo es el prurito de filosofar sin ton ni son á propósito de cualquiera fruslería, ya con el fin de deslumbrar á la multitud indocta, ya para cubrir con aparente oropel científi

(1) AMUNÁTEGUI: Vida de D. Andrés Bello, págs. 263, 264 y 265.

co la vaciedad é ignorancia del filosofante. Debilidades de nuestra mísera naturaleza. Y no hay que tomar por moneda corriente lo que la modestia ó la buena educación pone á veces en boca de ciertos hombres superiores para explicar y cohonestar, atribuyéndose injustamente faltas ó culpas, la libertad ó la índole de ciertas ideas y juicios propios. De otra suerte habría que convenir con Lope de Vega en que hablaba en necio para dar gusto á los que pagaban el de oir necedades, lo cual no era verdad, ni siéndolo habría dejado bien puestas la dignidad de carácter y la conciencia literaria del fénix de los ingenios que lo decía sólo como desenfado irónico del buen humor. Si Olmedo no hubiera podido sostener con sus composiciones la reputación que pensaba adquirir por medio de ellas, á las que debe toda su gloria, difícilmente la habría conseguido echándosela de maestro. El interés que ahora despiertan sus cartas, y cuanto tiene relación con él, nace única y exclusivamente del que nos inspira el cantor de La Victoria de Junín.

V.

NUEVOS DATOS QUE SUMINISTRAN LAS CARTAS DE OLMEDO Á BELLO.

o porque sea corto el número de poesías que Olmedo ha legado á la pos

teridad, procedería con acierto quien dudase de que la vocación poética fué en él la más avasalladora y prepotente. Obligado desde muy joven á mirar por sí y á buscar medios de labrarse una posición decorosa en tiempos nada á propósito para entregarse con sosiego al cultivo de las letras, habríale sido imposible desentenderse de lo que pasaba á su alrededor y no dejarse arrastrar por el torbellino de los sucesos en que se fijaba entonces la consideración y se empleaba principalmente la actividad de los pueblos hispano-americanos, empeñados en ásperas lides para conseguir llevar á térmi

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