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no de Macatoa, para regresar, como lo hizo incontinenti, al pueblo de la Fragua, no pareciéndole acertado empeñarse en la conquista de un tan poderoso reino como el que creia haber descubierto, con la pequeña fuerza que tenia. Juzgaron todos haber hallado el Dorado, y fué resolucion general regresar á Coro, reclutar mas gente, y volver con un gran aparato de armas y caballos á sujetar aquella tierra deseada, en cuya demanda habian empleado cuatro años con inauditos sufrimientos. Esto resuelto, levanta Urre el campo, y doblando das jornadas para alcanzar á Limpias que le preced ia en el viaje, llega á Barquisimeto cuando su maestre de campo estaba ya en el valle del Tocuyo, al lado de Carvajal.

Pronto se enteró el tudesco de quién era este, de lo que allí estaba haciendo, y de como el perverso habia falseado los despachos de la audiencia. Carvajal por su parte supo por Limpias, enemigo capital de Urre, á lo que este iba y cuáles eran sus intentos de este modo los dos capitanes trataron de asegurarse en sus cuarteles respectivos, observándose con suma desconfianza. Fiado en su falso título, pretendia el uno que su contrario, entregándole la gente que llevaba, quedase sujeto á la obediencia: el otro, que no ignoraba la suplantacion, alegaba que siendo él teniente general legítimamente nombrado por la audiencia, debia considerarle en posesion del gobierno de las armas, segun las disposiciones de su Alteza. Limpias colocado entre los dos opositores, atizaba la llama de la discordia y procuraba inducir á Carvajal á someter al tudesco por medio de la fuerza, visto que se hallaba con triple número de gente; pero el antiguo relator de la audiencia era sobrado precavido para fiar sus pretensiones en el éxito incierto de lun combate, contra hombres tan briosos como Urre y sus soldados. Parecíale mucho mejor valerse del disimulo para sacar á su enemigo á parte donde, faltándole el resguardo de su tropa, pudiese sin peligro aprisionarle. Era Urre de natural dócil y sencillo, y como valeroso, mui confiado; virtudes que son armas de los malos, y que Carvajal, astuto y cobarde, manejó tan hábilmente contra el bondadoso aleman, que al fin logró atraerle al Tocuyo con todos sus amigos. Ocasion hubo en que, triunfante en aquel pueblo el partido de Urre, quedó este tan ventajoso, que pudo sin embarazo haber puesto fin á la contienda con la muerte ó prision de su enemigo; mas siguiendo los impulsos de su ánimo generoso, se contentó con despojarle de las armas y caballos que tenia, retirándose con los de su comitiva al

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valle de Quibor, seis leguas distante del Tocuyo. Devolvióle despues estos despojos, cediendo á las instancias y ruegos de algunos sugetos enviados por el mismo Carvajal á persuadirle; y para ello se firmaron capitulaciones en que Urre desistió del derecho que creia tener al gobierno, y ofreció marchar á Coro, y luego á Santo Domingo, á dar cuenta á la audiencia del estado en que se hallaba la famosa conquista del Dorado. Así lo hizo; pero apénas tuvo armas Carvajal y vió desecho el partido de su adversario, en fe de la concordia estipulada, cuando marchó en su alcanze con tanta celeridad, que á pocas jornadas le descubrió alojado en un sitio de las montañas de Coro. Por donde se ve que aquel mal hombre no trataba entonces de la ambicion, sino de una ignoble venganza; que por desgracia logró y saboreó cumplida, á medida de sus bárbaros deseos. No escarmentado Urre todavía con las perfidias que habia visto usar á aquel perverso, creyó que iba de paz, solo porque le vió el semblante alegre y la sonrisa en los labios. Traicion era, como luego se vió, cuando apeados de los caballos para saludarse, quedaron en un descuido presos Urre, un mancebo aleman deudo suyo y dos españoles que les acompañaban. Un negro que Carvajal llevaba de prevencion les ató las manos, y con un machete de filos embotados les fué cortando con gran trabajo á todos la cabeza.

Tal fué el fin de Felipe de Urre, natural de Spira en las provincias de Alemania, digno por cierto de mejor fortuna. Ménos que la codicia, el deseo del aplauso, que es la ilusion de los pechos generosos, le llevó al Nuevo-Mundo y le acompañó en su larga y peligrosa espedicion. « Ningun capitan, dice Oviedo, de cuantos milita<«<ron en las Indias ensangrentó ménos la espada, pues habiendo << atravesado mas provincias que otro alguno en su dilatado viaje « de cuatro años, solo movió su moderacion la guerra, cuando no << halló otro remedio para conseguir la paz. » Su fabuloso descubrimiento del Dorado de los omaguas produjo despues varias espediciones, en que se consumieron muchos hombres y tesoros sin fruto alguno. Llegó á ser tal la confianza con que se aseguraba su existencia, que en 1560 nombró el virci del Perú un gobernador para aquellas comarcas. Pero jamas se han descubierto; si bien los trabajos de Urre no fueron enteramente inútiles, pues dieron impulso á los viajes, y con ellos se añadieron nuevos conocimientos á los ya adquiridos acerca de la geografía del nuevo contiuente.

Libre de su noble contrario, y reforzado con sus despojos, volvió

Carvajal al Tocuyo, en donde se entretuvo hasta fines del año de 1545, haciendo ahorcar sin ninguna formalidad á los que habian sido parciales de la víctima. Al fin cediendo á las instancias de los hombres de mas nota que tenia en su campo, determinó establecer allí una ciudad cuyos fundamentos se trazaron luego. Para ello hizo desmontar todo el boscaje circunvecino, reservando solo una gran ceiba (14) que servia de horca, y en la que era raro el dia que no aparecian colgados uno ó mas desgraciados. La ciudad se fundó el 7 de diciembre del mismo año, y no se olvidaron ni las encomiendas entre los pobladores, ni el correspondiente ayuntamiento. Fué este el tercero que se constituyó en Venezuela: primero el de la Nueva Cádiz, creado en 1527 : segundo el de Coro.

A esta ciudad llegó Frias á principios de 1546, enterado ya mui por menor de los crímenes de su pérfido teniente; mas sucedió lo que este habia previsto. Encontrándose el licenciado por toda fuerza con unos pocos hombres desarmados, no se atrevió á moverse de la ciudad, temeroso de esperimentar la misma suerte que Urre. Meditando se hallaba, y no con mucha tranquilidad, sobre el partido que le estaria bien tomar en aquel lance, cuando un gran cambiamiento en los negocios públicos puso á cargo de otro los cuidados que entonces le abrumaban.

Los diez y ocho años que Venezuela estubo bajo la dominacion de los Belzares, causaron en su territorio una despoblacion tan grande, que por do quiera se elevó contra el gobierno de aquellos estranjeros un grito general de indignacion. Yermos estaban los campos, Coro convertido en mercado de esclavos, los indios que escapaban de la servidumbre, huidos en los montes ningun asiento de orígen aleman se habia hecho en parte alguna: los españoles se veian entre sí divididos, y el odio contra la compañía era causa de infinitos desórdenes. Tal era por aquel tiempo el estado de aquella mísera provincia: estado que el padre Cásas descubrió á los ojos del monarca con el vivo interes que le inspiraron siempre las desgracias de los indios. A su voz elocuente se unió la de los colonos, y Cárlos V, no pudiendo desoirla, declaró terminado el arrendamiento que daba el usufructo y gobierno de aquellas tierras á los mercaderes alemanes. En consecuencia, envió por gobernador y capitan general de la provincia al licenciado Juan Pérez de Tolosa, hombre prudente, desinteresado y de una instruccion poco comun en aquel tiempo.

Poco despues que Frias, llega este á Coro, y halla que su predecesor habia hecho ya algunos preparativos para prender á Carvajal. Aprovéchase de ellos, dispone ademas alguna gente que habia sacado de España, y se traslada al Tocuyo con tal presteza y secreto, que logra sorprender y aprisionar sin ninguna resistencia á Carvajal y á su teniente Villégas. Pero hai tiempos desgraciados en que la justicia necesita de cautelas como las conspiraciones; y son aquellos en que las facciones levantan en el seno de las sociedades nuevas fuerzas, superiores á las del gobierno. Conociéndolo, tanteó Tolosa, como entendido, la disposicion de los ánimos, y hablando á cada cual el idioma persuasivo del propio interes, supo interesar á todos en el sostenimiento del órden. Seguidamente hizo reconocer la autoridad de que estaba revestido, y entró en el ejercicio de ella, haciendo seguir la causa de los presos por todos los términos que dispone el derecho. Como no resultase contra Villégas cargo alguno, fué puesto en libertad y nombrado por teniente general; que así juzgó prudentemente Tolosa debia procederse con un hombre, cuya grande influencia merecia se emplease algun trabajo en ganarla. Carvajal por el contrario fué hallado reo de enormísimos delitos; y condenado á muerte, no valieron súplicas, ni que del gobernador se apelase para el consejo, ni que muchos caballeros interpusieran sus respetos en favor del delincuente. El licenciado mandó ejecutar la sentencia, y el asesino de Urre, arrastrado primero por las calles mas públicas de la nueva ciudad, fué despues ahorcado en el árbol famoso que él mismo habia destinado á los suplicios.

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Restablecido por este medio el órden y el imperio de la lei, se aplicó el gobernador á hacer un nuevo repartimiento de encomien-" das entre los mismos pobladores que ya las tenian por mano de Carvajal; en lo cual, procediendo de acuerdo con las autorizaciones reales y la práctica recibida, se manejó con laudable desinteres é imparcialidad. Despues de este paso, que se juzgaba necesarísimo al fomento de la reciente poblacion, pagó el licenciado su deuda al espíritu del tiempo, disponiendo espediciones militares, que como las anteriores no tuvieron otro resultado que un inútil destrozo del pais.

La primera, compuesta de cien hombres, salió del Tocuyo á principios de febrero de 1547 al cargo de Alonso Férez, hermano del gobernador. El cual, encaminando su derrota por el mismo rio del Tocuyo arriba, atravesó la serranía con mucha inclinacion al sur, y salió al rio de Guanaguanare. Siguió luego por el llano, demorándole la cordillera al occidente, hasta la falda de la sierra nevada; que así llamaron desde entónces una ramificacion de los Ándes, cuya cima elevadísima, cubierta de nieves perpetuas, se descubre á gran distancia. Era su intento tramontarla para buscar de la otra parte de sus cumbres las minas que la fama le atribuia; pero prevaleciendo el dictámen de muchos que tenian puesta la mira en el Nuevo reino de Granada, siguió su camino por las llanuras hasta llegar á las riberas del Apure, en donde se detuvo algunos dias. Allí una mañana dieron los indios de sobresalto sobre el real de los cristianos, matando á un hombre é hiriendo á mas de veinte. Rechazados con mucha pérdida y curados los heridos, volvió Don Alonso á buscar la serranía, entrándose por los nacimientos del mismo rio, y discurriendo que por aquella direccion hallaria mejor salida á la falda opuesta de los montes. Siguiendo siempre el

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