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de cualquier modo habian tenido la desgracia de hacerle injuria ó daño, perecieron tambien en cruelísimos tormentos. Aquellos que no inspiraban particular ojeriza á los negros, fueron puestos en libertad, con encargo de ir á la ciudad y advertir de su parte á los vecinos, que los aguardasen prevenidos, pues trataban de pasar á visitarlos, á fin de coronar con la muerte de todos su victoria: queriendo que esta fuese mas gloriosa avisando del riesgo noble y bizarramente á sus contrarios. Despues de esta ventaja, creyéndose Miguel invencible, se ostentó soberbio y arrogante, juntó en breve ciento y ochenta compañeros indios y africanos, y retirado á lo mas interior de la montaña, formó una poblacion cercada de fuertes empalizadas y trincheras. Esta destinó para capital de su reino; porque él seguidamente tomó el título de rei, y el de reina una negra Hamada Guiomar, en quien tenia un hijo pequeuelo, que fué jurado por príncipe heredero. Hizo obispo á otro negro, y luego que puso órden á su modo en la administracion de aquella monarquía, estableciendo las dignidades y empleos cuyos nombres acertó á recordar, pensó en salir á conquistas con su ejército. No correspondió empero el éxito á sus alegres esperanzas, pues derrotado en una sorpresa que intentó contra Nueva Segovia, hubo de recogerse mal trecho á sus guaridas. Acometido allí por los vecinos reunidos de aquella ciudad y del Tocuyo, peleó heróicamente con los suyos, hasta que murió cubierto de heridas. Los negros desanimados cedieron, y aquella peligrosa sublevacion fué estirpada con el suplicio de algunos y una mas dura esclavitud de los restantes.

Pero tuvo graves consecuencias, porque movidos del ejemplar de los esclavos, ó temerosos de las encomiendas, se levantaron en armas los indios jiraharas, tribu belicosa que tenia su habitacion en las tierras de Nirgua, inmediatas al asiento de las minas. Setenta y cuatro años mantuvieron vivo el fuego de la guerra, resistiéndose al yugo de los estranjeros é impidiendo la fundacion de ciudades en su territorio. Comenzaron por dar tan repetidos asaltos al real de minas de San Felipe de Buria, que amedrentada la gente que asistia á su beneficio, lo desamparó de una vez, retirándose á la ciudad. De donde vino á quedar perdida despues con el tiempo, no solo la memoria del sitio en donde estaban los veneros, sino la del lugar en que existió la colonia fundada por Damian del Barrio. Fué inútil que el licenciado Villacinda, que sustituyó á Villégas en el gobierno el año 1554, dispusiese varias entradas contra los ji

HIST. ANT.

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raharas inútil que en paraje cercano á las minas se fundase primero la villa de las Palmas, despues la villa de Nirgua en las riberas del rio de este nombre: inútil, en fin, la escesiva crueldad con que se condujeron en estas espediciones los españoles, ahorcando y empalando á cuantos indios cogian, so color de procurar el escarmiento. Los jiraharas, arrollados por el pronto, en fuerza de las armas y disciplina de sus enemigos, volvian despues á la carga mas terribles y Villacinda se hubiera consumido en vanas diligencias, si no acertara á pensar en otra empresa que coronó con mas dichoso resultado la fortuna.

Fué la de descubrir y poblar en las tierras que le demoraban al oriente, consistiendo lo principal de su plan, en sacar indios de la comarca de Tacarigua á fin de establecer en ella una ciudad, y que esta le sirviese como de escala y apoyo para sujetar á los carácas. Juntó al efecto cuantos soldados pudo conseguir en Coro, en el Tocuyo y en Segovia; y nombrando por cabo á Alonso Diaz Moreno, le despachó al valle de Tacarigua con órdenes de fundar de luego á luego un pueblo cerca de las riberas del lago. Moreno cumplió exactamente su encargo, por que los indios, despedazados en varios reencuentros, rindieron la cerviz al yugo; y el año de 1555 fué erigida una ciudad que llamaron Valencia del Rei.

En sitio adecuadísimo por cierto, que se halla al norueste del lago, y es una llanada espaciosa, amena y fértil. Dos sierras se desprenden de la cordillera de la costa hácia el sur, y dejando entre sí un espacio considerable, van inclinándose una hácia otra hasta casi tocarse en un punto, que puede llamarse con razon puerta del valle que han formado; y allí mueren. La sierra oriental tiene nombre de San Diego, y en su estremidad se levanta un montecillo que denominan del Morro: la occidental se llama Guataparo, y en un todo semejante á la otra, tiene tambien en su remate un terromontero que decimos del Puto. Valencia está asentada entre estas dos alturas á la márgen de un rio que lleva su nombre y tiene su nacimiento en las montañas. Acaso ninguna ciudad de Venezuela posee una situacion tan importante: contigua al rico valle de Aragua, cercana al de Barquisimeto, con fácil y pronta comunicacion á la marina y las llanuras. Mejor aun será si andando los tiempos se abre, como es fácil, una comunicacion entre el verjel de Aragua y el Orinoco, por medio del Paó y de la Portuguesa, que no le demoran mui distantes. En la época de su fundacion se ha

llaba Valencia, segun Oviedo, á media legua del lago cuando Humboldt la visitó, mucho mas de dos siglos despues, distaba una y media hoi la separan de las riberas dos completas. Es imposible formarse una idea exacta del espacio indicado por aquel historiador de Venezuela, porque sobre no haberse fundado en medida alguna geométrica, está computado en leguas, que en las colonias se contaban de diversos modos. Sin embargo, las observaciones del ilustre viajero, la tradicion, el testimonio de muchas personas existentes y las analogías geológicas demuestran que la balsa, como ya lo habiamos dicho, se disminuye sensiblemente, dejando en seco grandes espacios que antes estaban cubiertos 'por las aguas resultado este, debido á la imprudente precipitacion con que los primeros españoles que fueron á América talaron los bosques para formar sus sementeras; porque de aquí vino el que se apocasen los manantiales, una vez destruido el equilibrio entre las lluvias y la evaporacion.

CAPÍTULO X.

La ciudad de Trujillo. El pueblo de Nirgua. - Real de minas de San Felipe de Buria. Francisco Fajardo y sus viajes. - Minas de los Teques y trabajos de Fajardo. - Destruccion del real de minas de los Teques por Guaicaipuro. Fundacion de la villa de San Francisco en el valle del mismo nombre ó de Carácas.

En medio de sus planes de conquistas y asientos sorprendió la muerte á Villacinda el año de 1556. Mas los alcaldes del Tocuyo, que por su fallecimiento quedaron encargados de administrar la cosa pública en la jurisdiccion de la ciudad, dispusieron una espedicion á la provincia de los cuicas; pues así llamaban entónces la tierra situada al poniente del Tocuyo, que de sur á norte se estiende desde los páramos de la Serrada ó Mucuchies en la gran cordillera, hasta el llano de Carora. Encomendóse la empresa á Diego García de Parédes, el cual con setenta infantes, doce ginetes y considerable número de indios yanaconas, atravesó el pais pacífico de los cuicas, siempre al occidente, hasta que, buscando sitio acomodado para asentar poblacion, llegó á un villaje de indígenas llamado Escuque, en las vertientes del rio Motatan. Pareciéndole á Parédes lugar aquel propio al intento que llevaba de establecer una ciudad, fundó en él la de Trujillo, en memoria de Estremadura, su patria. Despues, nombradas justicia y regimiento para la administracion de su gobierno, y repartidos los indios en encomiendas, regresó al Tocuyo á dar cuenta de su encargo.

Abandonados á sí mismos varios mozos españoles que habian quedado avecindados en la nueva ciudad, de luego á luego se entregaron sin recato ni temor de Dios á los mayores escesos contra los naturales, robándoles los bienes y abusando de sus mujeres y sus hijas. Con lo que agotado el sufrimiento de aquellos infelizes, de mansos que eran tornáronse furiosos, y empezando por matar á cuantos españoles encontraban desprevenidos, pusieron cerco á Trujillo y la redujeron al mas grande aprieto. Y bien que enterado del caso, ocurriese Parédes en su ausilio y rechazase á los indios, volvieron estos á la carga con tal ímpetu y coraje, que el estremeño

hubo de abandonar la ciudad y volverse á paso largo al Tocuyo, ya en dias de 1557.

Nombró el mismo año la audiencia de Santo Domingo por gobernador interino de la provincia á Gutiérrez de la Peña, y este dispuso repoblar á Trujillo, comisionando para ello á Francisco Ruiz, vecino del Tocuyo. Cumplióse el encargo reedificando en el mismo sitio en que Don Diego habia fundado; si bien por vanidad ó capricho llamó Ruiz entónces Miravel la poblacion.

Pues sucedió que habiendo llegado á Venezuela en 1559 el licenciado Pablo Collado, sucesor propietario de Villacinda, fué de nuevo encargado Parédes de la conquista de los cuicas. Autorizado suficientemente, comenzó por restituir su primer nombre á la ciudad despues, no acomodando el sitio, asentó poblacion en uno de los valles estrechos que corren á las riberas del Boconó, rio tributario de la Portuguesa que nace en la gran cordillera. EsperimenLando contratiempos y mudanzas, anduvo despues la vecindad emigrando de uno en otro lugar, hasta que en 1570 se fijó en un valle estrecho que de sur á norte forman dos montes dependientes de los Ándes. Ninguna ciudad de Venezuela hizo nunca progresos tan rápidos como los que tuvo en sus principios Trujillo, ostentando edificios que hubieran brillado en paises europeos, y un cultivo rico y variado que prometia para el porvenir grandes aumentos. Pero en 1668 se internó el pirata Gramont como por su casa en la provincia de Venezuela, y atraido por la fama y opulencia de Trujillo, mató ó puso en fuga á sus habitantes, entró á saco la poblacion y redujo á cenizas sus mas bellos edificios. No pararon hasta Mérida las familias que pudieron escapar con vida del estrago; y allí, temiendo no se renovase, fijáronse muchas, abandonando para siempre las ruinas de su patria. Decayó con esto infinito aquella poblacion hasta estos tiempos modernos, en que, acabadas las guerras, ha empezado á recobrar su antiguo brillo.

En lo de andar emigrando de un sitio á otro, se pareció mucho á Trujillo el antiguo pueblo de Nirgua. Avino que en los primeros dias del gobierno interino de Peña, se dispuso restaurar el real de minas de San Felipe de Buria; empresa que promovieron y acaloraron mucho los vecinos de la Nueva Segovia. Despachado al intento con cincuenta hombres Diego Romero, se entró este por el pais de los jiraharas, haciendo en ellos destrozos infinitos. Por el pronto logró fundar con el nombre de Villa-rica un pueblo en el

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